La querencia de una lengua común a todos los congéneres debe de ser tan antigua como el propio ser humano. Su importancia es tal que aun hoy día se siguen llevando a cabo trabajos para la creación e implantación de una lengua internacional que ponga en intercomunicación a cualquier individuo de cualquier lugar en cualquier lugar. Merece la pena en este sentido adentrarse en el contraste entre el proyecto de Leibniz sobre una lengua universal y su ontología de las mónadas.
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En la anterior entrada, el autor circunstanció brevemente el sentido histórico de los intentos de elaborar una lengua perfecta y universal, y resumió la teoría de las mónadas de Leibniz. Ahora la enfrenta con el específico proyecto leibniziano de creación de una lengua tal, contrastando su posible coherencia e inconsistencias.
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