Muchas gracias, Rafel, por tu documentada exposición. Después de todo, al parecer ya se le había ocurrido a alguien antes que a mí lo del ahí-del-ser. Un par de observaciones.
La primera, que discrepo de tu preferencia por dejar el Dasein en alemán. Eso convierte esa palabra en un “flatus vocis”, un mero “nomen”; pues si fuese más, un concepto con contenido, no debería haber problema en traducirla al castellano. ¿O es que hay algo que no se pueda traducir? ¿Algo que sólo pueden comprender los alemanes, pero no los españoles o los franceses? Yo propondría dos variantes. Creo que al traducir a Heidegger hay que traducir Dasein al castellano. Sin embargo, me parece lícito, e incluso oportuno, al comentar la obra de Heidegger, usar la palabra Dasein (como utilizamos “arjé” o “cogito” o “Geist”).
La segunda observación se relaciona en cierto modo con lo anterior, y con mi opinión de que el Dasein tiene mucho de deíctico; es decir, de término hueco (y por eso la dificultad de llevar a cabo su traducción conceptual), lo que siguiendo a Habermas permite un cierto funambulismo filosófico. Cito a Habermas (en “Heidegger: socavación del racionalismo occidental en términos de crítica a la metafísica”): “La posición elaborada en Ser y Tiempo y reiterada de múltiples modos en los años siguientes, Heidegger la consideró tan aproblemática hasta 1933, que tras la subida de los nazis al poder pudo hacer un uso original precisamente de las implicaciones que en términos de filosofía del sujeto tiene su idea de un Dasein que se afirma a sí mismo en su finitud -un uso, por cierto, que desplaza considerablemente las connotaciones y el sentido original de su analítica existencial. En 1933 Heidegger se limita a llenar de un nuevo contenido los conceptos básicos de su ontología fundamental, sin tocarlos en su estructura. Si hasta entonces había utilizado inequívocamente el término «Dasein» para referirse al individuo existencialmente aislado al haber de «precursar la muerte», lo que ahora hace es sustituir este Dasein «en-cada-caso-mío» por el Dasein colectivo del pueblo «nuestro-en-cada-caso» que en su existir ha de saber afrontar, y hacerse con, su destino... En un manifiesto electoral publicado en una revista estudiantil de Friburgo escribe el rector Heidegger el 10 de noviembre de 1933: «El pueblo alemán ha sido convocado por el Führer a unas elecciones. Pero el Führer no ruega nada al pueblo, antes da al pueblo la posibilidad más directa de una suprema decisión en libertad: la de optar -el pueblo todo- por su propio Dasein o la de no optar por él.»... Como demuestra el curso dado en 1935, Heidegger se atuvo a esta confesión bastante más allá del corto espacio de tiempo que duró su rectorado. Cuando finalmente ya no pudo seguir engañándose sobre el verdadero carácter del régimen nacionalsocialista, sus maniobras conceptuales, filosóficamente hablando, lo habían conducido a una difícil situación. Al haber identificado el «Dasein» con el Dasein del pueblo, el poder-ser auténtico con la toma del poder, la libertad con la voluntad del Führer y al haber logrado embutir en la pregunta por el Ser la revolución nacional-socialista juntamente con el servicio a la industria, el servicio militar y el servicio a la ciencia, entre su filosofía y los acontecimientos de la época quedaba establecida una conexión interna a la que no era nada fácil lavar la cara... Heidegger elabora su propia experiencia histórica con el nacional-socialismo en unos términos que no ponen en cuestión su elitista pretensión de un acceso privilegiado del filósofo a la verdad. Interpreta la no-verdad del movimiento por el que se había dejado arrastrar, no en conceptos de una caída existencial en el «uno» de la que fuera responsable la persona del filósofo, sino como una no comparecencia objetiva de la verdad. La responsabilidad de que al más resuelto de los filósofos sólo poco a poco se le abrieran los ojos acerca de la naturaleza del régimen, la autoría de tal retraso en la lección dada por la historia universal, quien había de asumirlas era la propia historia del mundo, y no por cierto la historia concreta, sino una historia sublimada, una historia a la altura de la ontología. Y así nació el concepto de historia del Ser.”