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TEMA: Comentarios a "La época de la imagen..." (III)

Comentarios a "La época de la imagen..." (III) 14 Nov 2010 15:23 #96

  • Nolano
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COMENTARIOS A LA ÉPOCA DE LA IMAGEN DEL MUNDO DE HEIDEGGER (III)
3. El fundamento metafísico de la ciencia (desde “Estamos reflexionando sobre la esencia...” hasta “...y sólo consiga ser de ese modo”).

Heidegger hasta ahora sólo ha preparado el terreno para lo que constituye el verdadero objetivo de su discurso, el de reconocer el “fundamento metafísico” de la ciencia moderna. Lo que ésta hace es “pedir cuentas” a lo que existe “acerca de cómo y hasta qué punto está a disposición de la representación”. “Naturaleza e historia se convierten en objeto de la representación explicativa”; esto es: sólo lo que encaja en la explicación moderna del mundo tiene entidad científica. Es más, sólo lo que es susceptible de “anticipación” (o lo que es lo mismo: susceptible de formulación matemática, según Heidegger, como hemos visto) recibe del pensamiento moderno el estatuto de existente, de lo que existe, de “lo ente”: “Sólo aquello que se convierte de esta manera en objeto es, vale como algo que es (als seind)”.

Lo ente (Seiende) se determina por vez primera como objetividad de la representación y la verdad como certeza de la misma en la metafísica de Descartes. (...) Toda la metafísica moderna, incluido Nietzsche, se mantendrá dentro de la interpretación de lo ente (Seienden) y la verdad iniciada por Descartes”. Descartes inicia, pues, la metafísica moderna, el metarrelato fundamentador de la física moderna, que sólo reconoce como existente lo que se puede representar como objeto de la ciencia y que no reconoce más verdad que la certeza derivada de la tautológica coincidencia del experimento dirigido por la investigación con los parámetros que deciden el método y el contenido del propio experimento.

Por eso hay una ambivalencia en el hombre moderno. Por un lado, al hacer recaer sobre sí mismo el juicio de existencia del mundo (sólo existe lo que el hombre anticipa como existente, lo que el hombre formula matemáticamente), se remite al “subjetivismo e individualismo”. Pero precisamente por recaer el juicio de verdad sobre una anticipación y no sobre la propia experiencia personal, “tampoco cabe duda de que ninguna época anterior ha creado un objetivismo comparable y que en ninguna otra época precedente adquirió tanta importancia lo no individual bajo la forma de lo colectivo”.

Para describir tal situación, acude Heidegger a la etimología de la palabra sujeto, subjectum, sub-jectum, lo que sub-yace, lo que yace debajo. Desde este punto de vista, el sujeto es coincidente con la sustancia, la sub-stantia, lo que está debajo, lo que sostiene las manifestaciones fenoménicas de la realidad. Y, efectivamente, de acuerdo con Heidegger, en el pensamiento moderno el hombre es el sustrato de toda la realidad, lo que hace (mediante su anticipación matemática) que las cosas sean reales o no: “si el hombre se convierte en el primer y auténtico subjectum, esto significa que se convierte en aquel ente (Seienden) sobre el que se fundamenta todo ente (alles Seiende) en lo tocante a su modo de ser y su verdad”.

El hombre se convierte en centro de referencia de lo ente como tal. Pero esto sólo es posible si se modifica la concepción de lo ente en su totalidad”. Hasta ahora hemos seguido a nuestro traductor de Heidegger y utilizado la expresión “imagen del mundo” para decir en castellano el alemán “Weltbild”. Pero ahora esa traducción no nos sirve pues no es capaz de reproducir bien lo que quiere decir Heidegger: “Imagen del mundo comprendido esencialmente, no significa por lo tanto una imagen del mundo”; eso, así traducido, parece una redundancia sin sentido. Si recurrimos al texto original alemán vemos que lo que dice Heidegger es que “Weltbild no significa lo mismo que Bild von der Welt”, o sea, que no es lo mismo una “imagen-mundo” que una “imagen acerca del mundo”. Toda época tiene su propia “imagen acerca del mundo”; ya al principio había dicho Heidegger, comparando la ciencia de Galileo con la de Aristóteles que el de éste era “otro modo distinto de ver y cuestionar los fenómenos naturales”. Pero lo que es propio y genuino de la Edad Moderna es que su imagen del mundo es una “imagen-mundo” (o un “mundo-imagen”), es decir, que concibe “el mundo como imagen”. “Lo ente en su totalidad se entiende de tal manera que sólo es y puede ser desde el momento en que es puesto por el hombre que representa y produce”.

Esto es lo que caracteriza la modernidad, que lo existente sólo “llegue a ser en la representabilidad”, que sólo se reconozca existencia a lo que el propio hombre es capaz de representarse como Bild, como figura, como imagen. “Las expresiones «imagen del mundo de la Edad Moderna» (Weltbild der Neuzeit) y «moderna imagen del mundo» (neuzeitliches Weltbild) dicen lo mismo dos veces y dan por supuesto algo que antes nunca pudo haber: una imagen medieval y otra antigua del mundo”. Para la Edad Moderna lo que existe, “lo ente”, es lo que puede ser representado; para la Edad Media, en cambio, lo que existe, “lo ente”, es ens creatum, lo que ha sido creado para que exista. Para el pensamiento moderno sólo existe lo que el hombre se representa como imagen, por eso el mundo es un “mundo-imagen”, una Bild, un mundo figurado; a diferencia del pensamiento medieval, que reconoce a lo existente un estatus de ser propio y distinguible del sujeto percipiente. Pero Heidegger no está tan interesado en el mundo medieval como en el mundo griego en cuanto modelo de entender el “ser” opuesto al modelo moderno.

4. Edad Moderna y mundo griego (desde “La interpretación moderna de lo ente...” hasta “...representante de lo ente en el sentido de lo objetivo”).

Hemos visto antes cómo, según Heidegger, con arreglo a la metafísica moderna, “sólo aquello que se convierte de esta manera en objeto es, vale como algo que es”; el punto de vista griego es el opuesto: “Lo ente no accede al ser por el hecho de que el hombre lo haya contemplado primero (...). Es más bien el hombre el que es contemplado por lo ente”. “El hombre griego es en tanto que percibe lo ente, motivo por el que en Grecia el mundo no podía convertirse en imagen”. Es decir, que si en la metafísica moderna es el hombre el que da “ser” a las cosas, el que hace que las cosas existan, en Grecia son las cosas las que dan “ser” al hombre, que viene al ser sólo en tanto las percibe.

Pero Heidegger, cuando se refiere a Grecia, está hablando de la filosofía preplatónica. Fue precisamente Platón el primero que identificó el “ser” con el eídos, el que hizo que el ser fuera “idea” (como “aspecto, visión” traduce Heidegger eídos) abriendo así la vía para la moderna identificación entre mundo e imagen (o figura).

5. La vertiente antropológica del mundo-imagen (desde “Pero la novedad de este proceso...” hasta “...a partir del hombre y para el hombre”).

Llegados a este punto, Heidegger advierte de los peligros de ese mundo-imagen de la modernidad. La doble faceta del hombre como sujeto-objeto entraña una difícil elección, un entrecruzamiento de procesos a los que el hombre moderno debe hacer frente. “Sólo allí en donde el hombre ya es esencialmente sujeto, existe la posibilidad de caer en el abuso del subjetivismo en sentido del individualismo. Pero, del mismo modo, sólo allí en donde el hombre permanece sujeto, tiene sentido la lucha expresa contra el individualismo y a favor de la comunidad como meta de todo esfuerzo y provecho”. La autoconcepción que el hombre tiene de sí mismo en cuanto sujeto de todo lo que existe, puede derivar en el abuso del subjetivismo, en el individualismo. Pero la anticipación, la formulación matemática que exige la ciencia moderna, conlleva necesariamente una cierta permanencia de ese sub-strato que es el sujeto, lo que conduce al colectivismo antiindividualista. El hombre moderno debe plantearse la disyuntiva entre “un Yo limitado a su gusto y abandonado a su arbitrariedad” o “un Nosotros de la sociedad”, es decir, “si quiere ser como individuo o un mero miembro de un grupo dentro de un organismo” (Estado, nación, pueblo o humanidad en general).

Unos párrafos antes nos había dicho Heidegger que el “mundo” incluye mucho más que las cosas físicas: “el mundo es aquí el nombre que se le da a lo ente en su totalidad. No se reduce al cosmos, a la naturaleza. También la historia forma parte del mundo”. El propio hombre es mundo y, por tanto, no sólo da “ser” a las cosas, sino que, de acuerdo con la metafísica de la modernidad, también se da “ser” a sí mismo: “El hombre dispone por sí mismo el modo en que debe situarse respecto a lo ente como lo objetivo”. De ahí resulta que “se transformará la contemplación del mundo y la teoría del mundo en una teoría del hombre, en una antropología. Así las cosas no es de extrañar que sólo surja el humanismo allí donde el mundo se convierte en imagen”.

6. Conclusión (desde “El arraigo cada vez más exclusivo...” hasta el final).

El fenómeno fundamental de la Edad Moderna es la conquista del mundo como imagen”. Esa imagen es matemática, cuantitativa, basada en el cálculo: “el hombre pone en juego el poder ilimitado del cálculo, la planificación y la corrección de todas las cosas” y ese proceso de cuantificación desemboca en “lo gigantesco”, entendido no como lo enormemente grande, sino como lo cuantitativamente desmesurado, que aparece incluso, por ejemplo, en la microfísica atómica moderna. Ese afán matematizante y calculador, por tanto, acaba por desembocar, paradójicamente, en “lo incalculable”: “Lo incalculable pasa a ser la sombra invisible proyectada siempre alrededor de todas las cosas cuando el hombre se ha convertido en subjectum y el mundo en imagen”. Y “por medio de esta sombra, el mundo moderno se sitúa a sí mismo en un espacio que escapa a la representación y, de este modo, le presta a lo incalculable su propia determinabilidad y su carácter históricamente único”.

Rechaza Heidegger, como forma de iluminar esa “sombra” un retorno retrógado a la tradición: “el hombre no podrá llegar a saber qué es eso que está vedado ni podrá meditar sobre ello mientras se empeñe en seguir moviéndose dentro de la mera negación de su época (...). El hombre sólo llegará a saber lo incalculable o, lo que es lo mismo, sólo llegará a preservarlo en su verdad, a través de un cuestionamiento y configuración creadores basados en la meditación”.

Puse de manifiesto, al inicio de estos comentarios y con ocasión de la palabra alemana Bild, el wittgensteinianismo de Heidegger al concebir un mundo-imagen, el mundo como Bild del estado de cosas. No es, por tanto, casualidad, que hayamos llegado en Heidegger, como vía para ir más allá de esa mera figuración (de ese “espacio lógico” en expresión de Wittgenstein), a la “meditación”. Ya Wittgenstein había desembocado, de forma similar, en “lo místico”: “6.522 Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico”.

Pero este era el Heidegger de 1938; en 1950 su pensamiento había dado un giro notable, como vamos a ver analizando los añadidos al texto de la conferencia original.

(III de V)
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 15 Nov 2010 00:14 por Nolano.
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