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TEMA: Comentarios a "La época de la imagen..." (IV)

Comentarios a "La época de la imagen..." (IV) 14 Nov 2010 23:31 #98

  • Nolano
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COMENTARIOS A LA ÉPOCA DE LA IMAGEN DEL MUNDO DE HEIDEGGER (IV)

Comentarios a los añadidos

Si en el texto originario Heidegger adopta una posición un tanto descriptiva, pareciendo limitarse a tomar nota del estado de la cuestión filosófíca en la Edad Moderna, dejando constancia también de que la imagen del mundo de la modernidad no es la única posible, en los añadidos va a adoptar una posición más crítica con respecto a esa imagen del mundo.

(Añadido 4)

En efecto, “con la interpretación del hombre como subjectum, Descartes crea el presupuesto metafísico para la futura antropología (...). En el advenimiento de la antropología Descartes celebra su mayor triunfo. Con la antropología se inaugura el paso de la metafísica hacia el proceso del mero cese y eliminación de toda filosofía”. Si en el texto originario la metafísica era una imagen o visión del mundo propia de cada época, ahora la imagen del mundo implantada en la Edad Moderna supone el cese y eliminación de toda filosofía. La visión moderna del mundo “requiere y usa la erudición filosófica, pero no precisa de ninguna filosofía, porque en tanto que visión del mundo ha adoptado una interpretación y conformación propia de lo ente. Hay algo que, sin embargo, ni siquiera la antropología puede conseguir: superar a Descartes o incluso rebelarse contra él, porque ¿cómo puede la consecuencia atacar al fundamento sobre el que se alza?”. La visión moderna del mundo, en esta nueva versión de Heidegger, impide cualquier meditación (que sí era posible antes, como vimos al final del texto originario) pues ya ha emitido un pre-juicio acerca de la interpretación de lo que existe. La antropología no puede ir contra sus propios fundamentos: la metafísica moderna se halla encerrada en sí misma sin posibilidad de evolución autorreflexiva. Por lo tanto, si se quiere superar a Descartes hay que cuestionar el sistema desde sus propias raíces: “superación significa aquí cuestionamiento originario de la pregunta por el sentido, es decir, por el ámbito del proyecto y, en consecuencia, por la verdad del ser, pregunta que se desvela al mismo tiempo como pregunta por el ser de la verdad”. No cabe, pues, una meditación desde dentro del sistema metafísico moderno, sino desde fuera.

(Añadido 6)

Y así se reinterpreta el modelo expuesto en el texto originario sobre la imagen-mundo como imagen del mundo. Dice ahora Heidegger que “a la esencia de la imagen le corresponde la cohesión, el sistema”. Recordemos que en el texto originario Heidegger había caracterizado la imagen moderna del mundo a través de la especialización y la empresa. Precisamente porque la ciencia moderna dividía el mundo en sectores de conocimiento era necesaria la empresa, una institución que encajara y unificara en un proceso común las diferentes especialidades científicas. Ahora Heidegger introduce la “cohesión”, el “sistema”, como característico de la ciencia moderna.

Ciertamente no hay contradicción entre la idea de especialidades y la idea de sistema, pues el sistema da cohesión a partes diferentes, que, a través de dicho sistema, adquieren un sentido unitario o unificado. Pero en tal caso, la empresa no será, como era en el texto originario, lo que caracterizaría la ciencia moderna, sino más bien una consecuencia ineludible de la propia sistematicidad de la ciencia moderna. No le queda a Heidegger más remedio que reconocerlo así: “En la investigación, la empresa es una determinada conformación y disposición de lo sistemático”. En su crítica a la modernidad Heidegger sigue, pues, insistiendo en el aspecto monolítico del complejo metafísica-ciencia-técnica propio de la modernidad. Pero si en la primera versión la propia especialización sólo era cohesionada a través de una unidad meramente institucional, ahora, la misma cohesión intrínseca del sistema parece blindar a éste si no se acude a una instancia extrínseca al propio bloque metafísica-ciencia-técnica.

Introduce Heidegger, adicionalmente, otro nuevo elemento en su configuración de la imagen del mundo de la modernidad que no aparecía en el texto originario: el valor. En todo sistema las partes deben estar relacionadas con arreglo a algún principio que dote de cohesión y organización al sistema; bajo el presupuesto de que la metafísica-ciencia moderna sólo concede “ser” a las cosas en cuanto imágenes subjetivas, las relaciones que dan coherencia al sistema del mundo-imagen no pueden ser relaciones ontológicas. Por eso hay que dar entrada al valor: las cosas “son” en tanto valen y “son” más si valen más. La metafísica moderna, por tanto, se caracterizaría por estar basada en el valor, “de tal modo que al objeto y a lo ente interpretado como tal se les asigna un valor y, en general, se mide lo ente por valores y los propios valores se convierten en meta de toda actividad”. Pero es aún más grave: “el valor es justamente el impotente y deshilachado disfraz de una objetividad de lo ente que ha perdido toda relevancia y trasfondo”; como ha dicho un poco antes Heidegger, la modernidad ha convertido “los propios valores en objetos”. Y eso no sólo ocurre en Marx y su valor-trabajo, sino hasta en Nietzsche, que, como “permanece preso de la idea de valor, no le queda más remedio que explicar lo más esencial del mismo [de su pensamiento] de una manera regresiva en tanto que inversión de todos los valores”.

Y, sin embargo, el valor carece de “ser” y es sólo “relación”. Es la ontologización de la pura relación.

(Añadido 8 )

En el texto inicial Heidegger había contrastado la imagen moderna del mundo con la imagen griega. Ahora en los añadidos le parece oportuno matizar un poco más esa referencia a los griegos, pues no todos los griegos son iguales; en particular, cuando habla de los griegos Heidegger quiere excluir a su “bestia negra”, Platón. Ya en el texto originario había apuntado al eídos platónico como el germen que hizo posible más adelante el mundo-imagen de la modernidad, pero en su nueva línea de pensamiento quiere Heidegger profundizar más en lo que diferencia el pensamiento griego pre-platónico del pensamiento moderno. Ello resulta necesario bajo la nueva óptica adoptada, pues si ya no se asume el sistema de la ciencia moderna, sino que se pretende su impugnación filosófica “desde fuera”, es imprescindible contar con una referencia que nos permita afirmar que hay filosofía más allá de ese sistema, que hay visiones del mundo posibles diferentes a las del mundo-imagen moderno. Heidegger utiliza la filosofía preplatónica con ese objetivo.

En concreto en el añadido 8 se somete a discusión la frase de Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas”. ¿No sería este texto una prueba de que el punto de vista antropológico, que da “ser” a lo existente sólo por ser una representación humana, ya estaba vigente en el pensamiento griego antes de Platón? No lo ve así Heidegger, aduciendo la explicación consiguiente: “tal como se presenta a mí una cosa en cada ocasión, tal apariencia tiene entonces para mí, pero tal como se te presenta a ti, así es como es esa cosa para ti”. Es decir, que no es el hombre abstracto la medida de todas las cosas para Protágoras, sino el hombre concreto, este o aquel hombre, aplicando cada cual su propia medida a las cosas: para Protágoras “el egó permanece en el círculo de aquello desocultado que le ha sido adjudicado a él mismo como siendo eso que es”.

En su texto inicial había identificado Heidegger dos formas de “ser”. Para el hombre moderno el objeto “es” en tanto representación del hombre-sujeto; para los griegos el hombre “es” en tanto que percibe lo que existe. Ahora se modifica esta segunda fórmula para adecuarla a la nueva perspectiva y los nuevos objetivos que persigue Heidegger: “por medio de la permanencia junto a lo presente, la pertenencia del Yo a lo presente es. Esta pertenencia a lo presente abierto delimita a éste frente a lo no presente. El hombre recibe y preserva la medida para aquello que se presenta o ausenta a partir de dicho límite”. El Yo sólo es lo presente y se delimita como tal Yo (marca sus límites ontológicos) por su “pertenencia a lo presente”; eso presente es el campo abierto o “desocultado”, constreñido por lo “oculto” o “ausente”; es lo que existe en el presente de cada hombre lo que delimita el ser de ese hombre, no es el hombre el que da el ser a lo que le rodea. “En una restricción a lo que se desoculta en cada ocasión, el hombre se da a sí mismo la medida que limita cada vez a un ‘sí mismo’ con relación a esto y aquello. El hombre no dispone la medida a partir de un Yo aislado al que tiene que supeditarse todo ente en su ser. El nombre de la relación fundamental griega con lo ente y su desocultamiento es el metron (medida), desde el momento en que se compromete a restringirse al círculo de desocultamiento limitado por el Yo y, de este modo, reconoce el ocultamiento de lo ente y la imposibilidad de decisión respecto a su presencia o ausencia o, también, respecto a la apariencia de esa presencia y ausencia”. No es difícil ver aquí dos viejas conocidas de la filosofía española, la “circunstancia” de Ortega y la “religación” de Zubiri.

Las diferencias entre el hombre de Protágoras y el de la metafísica moderna son claras. “Una cosa es preservar al círculo del desocultamiento, que se ve limitado en cada caso, por medio de la captación de lo presente (el hombre como metron), y otra cosa es adentrarse en el ámbito libre de límites de la posible objetivación por medio del cálculo de aquello representable accesible y vinculante para todos”. El hombre griego vive y “es” como centro de un círculo de cosas “desocultadas” y sólo capta éstas; el hombre moderno rompe los límites de la ocultación, todo le es “desoculto” porque sólo reconoce existencia a lo que él mismo se representa y calcula.

(IV de V)
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 15 Nov 2010 00:15 por Nolano.
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