En la línea de mi anterior comentario, y aunque ya en Historia de la Ciencia Contemporánea, me atrevo a especular con otro caso en el que la Ciencia estaría influida por su contexto sociocultural, incluyendo la ideología política y su legitimación filosófica.
Me remito a la discusión sobre el problema de la unidad de selección que aborda Sober en
Filosofía de la Biología (1993), capítulo 4. En este capítulo, Sober recorre algo de la historia de esta discusión, entre quienes han sido escépticos con la selección de grupo (que está íntimamente ligada a la posibilidad de proliferación de rasgos altruistas) y quienes se han decantado a su favor. Así, enfrenta las primeras discusiones entre Darwin y Wallace; más tarde entre Fisher, Haldane y Wright y los Emerson, Park, Smith, o Wynne-Edwards; y finalmente aborda la más popularizada versión contra el seleccionismo de grupo por parte de Williams y Dawkins y su gen egoísta como unidad de selección. A éstos, sin embargo, Sober critica los argumentos que ofrecen en contra del seleccionismo de grupo, desmontándolos en general como falacias
non sequitur, y atacando la improcedencia de apelar a la parsimonia de Ockham en este caso para desbancar las explicaciones basadas en selección de grupo. Así concluye:
Es interesante comparar estos diversos argumentos contra la selección de grupo con el punto de vista adoptado por Fisher (1930), Haldane (1932) y Wright (1945). Ninguno de ellos defendía que la selección de grupo fuera una forma de argumentación despreciable que ningún biólogo riguroso debiera tocar ni con pinzas. Fisher se tomó en serio la idea de que la reproducción sexual podría deber su prevalencia a las ventajas que confiere el grupo. Y Wright creía que su modelo de selección interdémica proporcionaba la estructura poblacional dentro de la cual el altruismo podía evolucionar. Por supuesto, ninguno de estos autores hubiera aceptado invocaciones acríticas al “bien de la especie”. Para ellos, la adaptación de grupo era una hipótesis científica que tenía que ser juzgada por sus méritos biológicos. Por el contrario, gran parte de la popularización del libro de Williams (1966) y del de Dawkins (1976) se ha debido a que arrojaban a las tinieblas exteriores el concepto de adaptación de grupo. […] el tono dominante de su libro [el de Williams] es que la adaptación de grupo es un tipo de pensamiento chapucero. El libro de Dawkins expresa esta actitud en su forma más pura.
Me pregunto:
¿A qué se debió que se radicalizaran las posturas? ¿Por qué Fisher, Haldane y Wright, que no eran mancos, se rindieron ante la evidencia de que la adaptación grupal era una tesis posible aunque la consideraran improbable, y sin embargo Williams y Dawkins emprendieron esa batalla – tan a la vista fraudulenta – por tratar de desbancar con argumentos falaces e invocaciones metodológicas extrabiológicas cualquier posibilidad de una adaptación grupal?
Desde luego, cuando Fisher, Haldane y Wright elaboraron sus trabajos, las posturas contaban con menos estudios y argumentos para fundamentarse, por lo que es fácil pensar que la prudencia les hizo no dar por cerrada la polémica, aunque sí posicionarse tentativamente. El paso del tiempo pudo haber aportado a Williams y Dawkins nuevas pruebas, experimentos y trabajos que fueron, no tanto refutando la selección grupal como afianzando la selección de genes (ADN basura, por ejemplo) aunque también se fueron aportando otras pruebas más inteligibles desde la explicación de la selección de grupos. Probablemente eso de que “una gallina es sólo el procedimiento que tiene un huevo para hacer otro huevo” era algo que sonaba tan impactante, desafiante no sólo de la selección de grupos sino de la genética clásica y su selección de organismos, que el afán de novedad del divulgador científico alimentó y se aprovechó de ello yendo contracorriente. Pero ¿se trataba simplemente de una nueva propuesta respaldada una escalada de pruebas que reavivaba la contienda? Esto me ha hecho pensar en otro tipo de escalada:
Siendo consciente de mi ignorancia sobre el asunto, me atrevo a conjeturar que otra causa que pudo contribuir a agriar la disputa y a hacer tan populares las posiciones de Williams y Dawkins fue la diferente situación histórica que vivieron. Fisher, Haldane y Wright, tal y como se cita en el texto, elaboraron sus obras en el período de entreguerras y al final de la segunda guerra mundial (1930, 1932, 1945). Mientras que Williams y Dawkins lo hicieron en plena guerra fría (1966, 1976), cuando los modelos capitalista y comunista se enfrentaban a todos los niveles, también en el ideológico y filosófico. La correspondencia puede parecer simplista, pero podemos decir que el modelo capitalista-liberal desconfía en general de la posibilidad del “altruismo natural”, y confía en que la mano invisible – la selección – optimizará el sistema resignado en la naturaleza egoísta de los sujetos – genes egoístas. ¿Pudieron las obras de Williams y Dawkins encontrar un amplificador por el contexto de su época? Una época, además, en que el enconamiento se había acentuado por otros sucesos como la crisis de los misiles de Cuba y la guerra de Vietnam o la polémica surgida de la autocrítica interna a ambos modelos, que en los años sesenta lideraron los diferentes movimientos de la época (Primavera de Praga, Mayo del 68,…). No estoy pronunciándome sobre las creencias particulares de estos científicos – sabido es, por ejemplo, que Dawkins es afín al partido laborista – sino de los ambientes que recibieron sus respectivas obras.
¿Retorcida conjetura incluso para el sociólogo del conocimiento más paranoico? Juzguen ustedes.