Por supuesto, Malowy, que no tengo ningún inconveniente en que se usen mis mensajes hechos públicos en el foro, siempre que se respeten las advertencias sobre propiedad intelectual como se advierte en el apartado “Quiénes somos” del menú principal del foro. De hecho, siempre es una satisfacción el que los mensajes de uno resulten de interés para alguien.
Entrando ya en materia, creo que habría que empezar por tener claras algunas cuestiones previas. En general, para un conocimiento y entendimiento suficiente de Parménides y de los presocráticos, basta con las Historias de la filosofía de uso general (Abbagnano, Copleston, Fraile e incluso el librito de Salvador Mas para la asignatura de Historia de la filosofía antigua). En cualquiera de ellos se explica de forma correcta en unas pocas páginas (dos o tres) el contenido del poema de Parménides, contextualizándolo según la interpretación que se ha ido decantando a través de muchos siglos de historia de la filosofía. Eso, acompañado de la lectura directa del poema, y de las notas e introducción que ordinariamente acompañarán a la edición de los presocráticos que manejemos para leer el original traducido al castellano (yo utilizo la completa de ed. Gredos en tres tomos, pero basta, por ejemplo, la más breve antología “De Tales a Demócrito” de Alianza editorial), debe ser más que suficiente para hacerse una idea bastante clara sobre el pensamiento de Parménides. No quiero decir con ello que haya que compartir todo lo que se dice sobre Parménides (para eso tenemos el texto original, para sacar nuestras propias conclusiones) pero sí tendremos una perspectiva clara de lo que se entiende por el pensamiento de Parménides la inmensísima mayoría de las veces que encontremos referencias a él en otros autores.
Si queremos profundizar un poco más en el estudio histórico-filológico de Parménides (por ejemplo, porque queremos hacer el trabajo de curso sobre este filósofo) habrá que acudir a libros más especializados, escritos por especialistas en filología griega y en las obras de este periodo. La historia de Guthrie contiene una amplia y detallada explicación, casi verso a verso, del poema de Parménides, discutiendo sus problemas filológicos y las distintas soluciones e interpretaciones dadas por los más prestigiosos especialistas en la cuestión.
Otra cosa es entrar en el más atractivo (y pantanoso) territorio de cómo utilizar el pensamiento de Parménides en nuestra reflexión filosófica actual. Hay que tener claro que ya no estaremos haciendo historia, sino filosofando. El desafío parmenídeo, como ya dije en otro mensaje anterior, es de mucho calado, lanzando una aporía que todavía hoy en día merece ser tomada en consideración, como lo ha sido a lo largo de los 2.500 años que nos separan de su primera formulación por el eleata. Estamos hablando de cuestiones ontológicas como la de la relación entre necesidad y posibilidad, de cuestiones lógicas como la del principio de contradicción y de cuestiones epistemológicas como la del realismo frente al idealismo. Esa problemática cuyo núcleo son las relaciones entre ser, no-ser y pensar, no ha dejado de ser tratada por filósofos como, para no citar más que a algunos de los últimos siglos, Spinoza y Leibniz y sus especulaciones sobre lo necesario, lo posible y lo contingente, Berkeley y su “esse est percipi”, Kant y sus fenómenos y noúmenos, Hegel y su lógica dialéctica de la contradicción, e incluso Kuhn y sus paradigmas.
No hay que dejarse engañar, y aunque algunos no mencionen expresamente a Parménides y otros lo citen a cada paso, eso no da un título de legitimación a éstos de mejor comprensión del eleata que la de los demás. Ya es bien sabido que hacer más ruido no es sinónimo de tener razón. Aquí cabe hacer la misma recomendación que antes, no hay que tomar por buena la primera especulación que se nos presente y mucho menos dejarse llevar por un aparente espíritu iconoclasta que, en realidad, en vez de derribar los ídolos, lo que pretende es sustituir los viejos por otros aún menos fundados que aquellos. En mi opinión, y especialmente cuando se empieza a estudiar filosofía, no conviene dejarse deslumbrar excesivamente por novedades que a menudo se nos presentan con los vivos colores propios de los fuegos artificiales. No es mala práctica esperar, antes de apartarse de una sólida tradición filosófica, a disponer de las herramientas conceptuales y teóricas y del suficiente conocimiento de la historia general de la filosofía como para poder someter a una crítica personal las ofertas filosóficas que se nos van presentando. Aunque a veces la impaciencia nos pueda.
Dicho lo anterior, si nos ceñimos al punto de vista histórico-filológico, no puedo añadir gran cosa a lo que está perfectamente explicado, por ejemplo, en el Guthrie. Por eso me limitaré, a título de ejemplo, a añadir a las reflexiones de mis mensajes precedentes sobre determinismo e incertidumbre, una pequeña glosa a las especulaciones de Sartre en “L’être et le néant” que, aunque sin citar expresamente a Parménides, ciertamente enlazan con el problema del ser, el no-ser y el pensar; más que nada porque Sartre es mi último "descubrimiento" sobre este asunto.
Con su siempre elegante, inteligible y fluida prosa, Sartre afronta el problema del ser y su negación. El ser es, y es independientemente de mí. Pero ¿ocurre igual con el “no-ser”?, ¿sería éste también independiente de mí? Sartre muestra que no mediante un clarificador ejemplo: he quedado citado con Pedro en un bar. Llego a la cita y veo a Pedro: Pedro está ahí, Pedro es y por eso lo percibo; rechaza, pues, Sartre el “esse est percipi” de Berkeley. Pero supongamos ahora que, al llegar a la cita, Pedro no está. Pedro no es. Pero ese no-ser no es independiente de nuestra percepción. Ese no-ser no es en la realidad, lo pongo yo; sobre un fondo de ser, en el que está el bar, con su mostrador, sus mesas y sillas, sus camareros y parroquianos, yo miro y no veo a Pedro. El no-ser de Pedro es un añadido mío sobre el trasfondo de lo que sí es.
Eso hace que el ser y el no-ser no estén en el mismo plano ontológico. El ser no necesita del pensar del sujeto, pero el no-ser sí, pues no estaría ahí si no fuera porque lo piensa el sujeto. El no-ser está puesto ahí por un ser pensante. Y eso tiene una consecuencia ética importante: si no fuera por el hombre, ser pensante, el mundo sería determinista, estaría inexorablemente determinado. Es el hombre, el ser pensante quien, al poner en el mundo el no-ser, abre una incertidumbre, abre un campo para la libertad. Por eso la libertad es la negación.
Creo que los tópicos parmenídeos del ser, el no-ser, el pensar y el mundo de la opinión están recogidos en esa especulación de Sartre. Lo que ya es discutible es que la valoración que hace Sartre del pensar, el no-ser y la libertad coincidan con la que tenía en mente Parménides.
NOTA: Como ya dije en otro hilo, la traducción habitual de la obra de Sartre, “El ser y la nada”, es básicamente correcta, pero un poco engañosa. En francés hay dos formas de decir “nada”, néant y rien. Esta última palabra es el equivalente a nuestra “nada”; pero néant tiene forma de gerundio o de participio activo (algo así como: negando o negante). Visto el enfoque que hace Sartre de la negación como algo puesto por el ser humano, y no dado por el propio ser, al traducir “El ser y la nada” se pierde ese carácter transitivo de la negación, cuyo complemento u objeto directo es el ser que se niega. Por eso creo que una traducción más adecuada del título de la obra de Sartre podría ser “El ser y la negación”.