No sé realmente si es un defecto o no, pero la universidad como tal ahora mismo está perdiendo su sentido para aquel que realmente quiere aprender. Y el que quiere aprender lo puede hacer por su cuenta, si es que puede permitirse hacerlo. A veces incluso puede llegar a ser mejor que no sea presencial, y lo digo porque yo voy a la presencial. Te encuentras las clases más soporíferas que se puedan imaginar y una estructura caótica de asignaturas. Y todo para que la posibilidad de trabajo sea bastante escasa y ni siquiera te garantice que seas apto para impartir una clase de filosofía. A veces te da la sensación de que te toman el pelo porque yo he sufrido correcciones de exámenes completamente absurdas, dignas de una novela de Beckett. Porque a veces liamos mucho al personal sólo por el hecho de querer explicar algo que no puede ser entendiendo sin unos mínimos, y eso la universidad a distancia por su formato permite profundizar y tener un espacio mayor, además que percibo cierta estructura con sentido que en la presencial (al menos la complutense)no tiene. En el aspecto coyuntural de la presencial, pues te encuentras mucho desinterés por parte de los alumnos y un profesorado terrible, la mayoría son profesores mediocres a la hora de enseñar (sí, muy doctos en su materia pero para eso que les encierren en una habitación y que escriban la tesis número 10.000.000 sobre Platón), y parece que al menos en la UNED el interés es mayor porque es como si uno se adentrase más por su cuenta. Yo debería haber estudiado en la UNED, y no aconsejo a nadie estudiar filosofía en una universidad presencial (incluso no aconsejo estudiarla académicamente). También cabe plantearse si la sustitución de la presencial por la distancia supone un menor gasto de los ciudadanos.
Pero por otro lado, me encanta el cara a cara y el poder disfrutar de grandes profesores. Creo que a veces las ideas entran mejor con un profesor característico, que por su forma de hablar o de moverse hace que de alguna forma uno se entere mejor.