Emociones primarias:
1. Cólera: enojo, mal genio, atropello, fastidio, molestia, furia, resentimiento, hostilidad, animadversión, impaciencia, indignación, ira, irritabilidad, violencia y odio patológico.
2. Alegría: disfrute, felicidad, alivio, capricho, extravagancia, deleite, dicha, diversión, estremecimiento, éxtasis, gratificación, orgullo, placer sensual, satisfacción y manía patológica.
3. Miedo: ansiedad, desconfianza, fobia, nerviosismo, inquietud, terror, preocupación, aprehensión, remordimiento, sospecha, pavor y pánico patológico.
4. Tristeza: aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza, pena, duelo, soledad, depresión y nostalgia.
Emociones secundarias:
1. Amor: aceptación, adoración, afinidad, amabilidad, amor desinteresado, caridad, confianza, devoción, dedicación, gentileza y amor obsesivo.
2. Sorpresa: asombro, estupefacción, maravilla y shock.
3. Vergüenza: arrepentimiento, humillación, mortificación, pena, remordimiento, culpa y vergüenza.
4. Aversión: repulsión, asco, desdén, desprecio, menosprecio y aberración.
Éstas son las emociones primarias y secundarias para algunos autores. Obviamente no he elegido esta tabla al azar. Uno de los motivos por los que la elegí es porque entre las emociones primarias hace referencia a la depresión como tristeza. Pero bueno, no es ello lo que ahora quiero resaltar. Aunque también es verdad que no deseaba omitirlo.
Lo que ahora quiero resaltar es lo siguiente. Otros autores no compartirían esta tabla. Y no lo harían porque no estarían de acuerdo con el número de emociones primarias y de emociones secundarias. Para algunos autores el número de emociones primarias ascenderían a 11 mientras que otros reducirían dicho número a 9, por ejemplo.
Lo que a mí me gustaría saber es cómo resolvería el siguiente dilema una persona que creyera que sólo se puede hacer un análisis filosófico en torno a las emociones siempre y cuando éstas sean emociones primarias o universales.
Antes de comenzar preguntaría: ¿quién establece cuáles son las emociones primarias? Supongamos que la respuesta es: la ciencia. Pues bien, la ciencia será quien nos diga cuáles son las emociones primarias. Lo que ocurre es que al día de hoy la ciencia no se pone de acuerdo en cuáles son las emociones primarias.
Pues bien, el dilema, para aquellos que consideren que sólo se puede filosofar en torno a las emociones primarias, es cómo saben si se puede hacer un análisis filosófico en torno a una determinada emoción.
Es decir, ¿van a una tabla y ven si es una emoción primaria y entonces ya se considerarían legitimados para poder hacer un análisis filosófico en torno a dicha emoción? Bien, de acuerdo, pero a qué tabla acudirían. Porque hay tablas con nueve o con cuatro emociones primarias.
Pero bueno, continuemos. Supongamos que alguien considera que la tabla correcta es la de las nueves emociones primarias. Y elige una de las nueve emociones básicas para realizar en torno a ella un análisis filosófico. Claro, entonces podrá venir alguien que crea que la tabla verdadera es la de las cuatro emociones primarias y al ver que en su tabla no está la emoción en torno a la cual se va a realizar el análisis filosófico dirá: “ lo siento, pero no cabe hacer un análisis filosófico en torno a dicha emoción porque no es una emoción primaria. Así que a mi ni fu ni fa. A mi como si la quieres hacer en torno a la gripe.”
En resumidas cuentas. Aquella persona acaba por reflexionar en torno a aquella emoción primaria que está en la tablita de las nueves emociones primarias.
Y las preguntas serían:
1.- ¿ Aquella persona habrá o no realizado un análisis filosófico en torno a aquella emoción que considera como una emoción primaria o como un universal?
2.- ¿La respuesta de si se trata o no de una reflexión filosófica o de si se podría reflexionar filosóficamente en torno a dicha emoción dependerá de la preferencia que cada uno posea en torno a las tablillas?
3.- Supongamos, y efectivamente ocurre, que todas las tablillas están al menos de acuerdo en algunas emociones primarias. Bueno, en este caso al menos sí que cabría consenso entre aquellos que consideran que sólo se puede hacer una análisis filosófico en torno a esos “universales”. Por lo tanto, y al menos en este caso, se podría escribir tratados filosóficos en torno a dichas emociones.
4.- Bien, pero qué ocurriría, como ocurre en cualquier campo de la ciencia, que lo que hoy se considera una emoción primaria mañana pierda tal consideración.
5.- ¿ Qué pasaría con esos libros o tratados que se consideraban filosóficos porque la emoción que estudiaban se consideraba universal? ¿Dejarían, y en el mismo instante en que la ciencia le retire la categoría de emoción primaria, de poseer la categoría de tratados filosóficos? ¿ Y en qué quedarían convertidos dichos tratados?
Dos soluciones veo yo ante estos dilemas:
1.- No hacer ningún análisis presuntamente filosófico, es decir, guardar silencio, a la espera de que la ciencia nos diga cuáles son las emociones primarías. Pero claro, ya sabemos, o al menos creemos saber, cómo funciona la ciencia. Y no lo hace desde el “verificacionismo” sino desde el “falsacionismo”. En definitiva, lo mejor sería no escribir nunca sobre ninguna emoción si lo que se pretende es escribir desde un punto de vista filosófico ya que jamás tendremos la seguridad de si se trata o no de una emoción primaria, y por tanto, sujeto de un análisis filosófico
2.- Escribir sobre ello pero advirtiendo al lector que lo que allí se lea podrá o no constituir un análisis filosófico.
Hombre, una cosa es que la filosofía no pueda hablar de todo y otra bien distinta es que al final acabe no hablando de nada.