Hola Elias.
No he podido evitar tener un
déjà vu al leer tu párrafo:
Porque si tú no haces sino pontificar que hay una serie de valores que la sociedad ha de defender, en base a un presunto dictado del Ser, y para no suicidarse como sociedad, lo que no puedes decir a continuación es que cada uno, y en base a su libérrima libertad, puede aceptar los valores morales que le vengan en gana.
Si no asumimos una teoría constructivista en torno a los valores que asegure una cierta racionalidad en torno a los mismos que todos podamos compartir y defender ( moral civil y moral de mínimos) sino que en lugar de ello defendemos que cada cual posea su propia moral entonces no nos quejemos amargamente, e incoherentemente, de que la sociedad occidental se está perdiendo. Porque precisamente, y esa es tu queja en otras ocasiones, si el mundo occidental se está perdiendo es porque cada ciudadano en el mundo occidental se conduce según su propio código moral.
Me obligas a desviarme mucho del tema que nos ocupa, y me instas, de nuevo, a retomar uno de nuestros sempiternos y recurrentes debates. Bien, sea.
Para empezar, no creo que yo pontifique (como aseveras), aunque sí es cierto que he reconocido ciertas
necesidades; una de ellas sería, como bien dices, la necesidad de recuperar o salvaguardar aquellos valores, inherentes a la civilización occidental, que pudieran
alejarla de la autoinmolación a la que se dirige, imparable e irresponsablemente.
Hasta aquí, yo manifiesto un deseo:
mi deseo.
Ahora bien, la realidad es la que es y los sueños (deseos) sueños son. Occidente no está por la labor, sino más bien todo lo contrario, de obligarse a
una cura de necesaria humildad antropológica.
Efectivamente, y como me señalas, yo creo que Occidente
se ha desentendido de sus deberes y responsabilidades como pastor del ser; no solo se ha alejado del claro del bosque y se ha olvidado de meditar, sino que se muestra orgulloso y cínicamente prepotente en su nuevo rol de Dios. ¿Para qué va a ejercer de humilde pastor pudiendo autoerigirse en soberbio y prepotente diosecillo él mismo?
Occidente, la filosofía occidental de hecho, optó por
"limitarse a limitarse" en vez de obligarse a seguir buscando la verdad.
Recuerdo que, siendo estudiante de psicología, un compañero (ahora doctor en su especialidad) solía repetir jocoso ante las dificultades:
me limito a limitarme.
Pues bien, creo que Occidente en general, y desde luego también todos sus filósofos y la élite intelectual, llevan décadas
limitándose a limitarse.
Cuando el que puede, y debe, decide no ser; cuando el que está llamado a ser pastor rehúye de sus obligaciones y
se limita a limitarse, es decir, se limita a vivir una vida inauténtica, segura y cómoda,
deja de ser libre, aunque no sea consciente de ello. Erich Fromm, para mí más un filósofo que un psicólogo, o filósofo en tanto que brillante psicólogo, lo explicó magníficamente en su "Miedo a la libertad".
Resultará inevitable, ante la ausencia de pastores (aristos) y frente al
desentendimiento de los mejores guías, que las riendas de nuestros destinos, el destino de la civilización occidental, recaiga en las manos de las masas; resultará inevitable que las masas impongan su
dictadura de opinión.
Estamos viviendo en una dictadura de opinión, de la que ya nos alertara Platón. Nuestro destino está siendo regido por ese "yo escueto", al que también se refiriera Hegel, que es
el sujeto de esos muchos en su común opinar que conduce a las conductas arbitrarias de la opinión vulgar. Tocqueville, como ha señalado Genio Maligno, también nos advirtió de que, desde dentro de débiles sistemas aparentemente "democráticos", las masas podrían llevar a acabo despóticas dictaduras. A nadie ha de extrañar que Ortega fuese un gran conocedor de la obra de Tocqueville.
Pero ¿qué hace la opinión vulgar?
Pues decide autolimitarse y dar por imposible el conocimiento de una verdad absoluta; decide que es imposible el desocultamiento del Ser, pero, al tiempo y paradójicamente, establece metas o destinos últimos: la consecución de utópicas sociedades, que se convertirán, de facto, en
sus verdades absolutas.
El sujeto que busca la seguridad, despreciándose a sí mismo en tanto prefiere
vender su libertad a cambio de un plato de lentejas (seguridad y comodidad) también creerá en una verdad absoluta, solo que
construida, que no hallada en el claro del bosque.
Ahí tienes tu
constructivismo, al servicio de la dictadura de opinión de quienes prefieren la seguridad antes que la libertad.
Por tanto, la lucha que tiene lugar en el lichtung, por tal de desocultar al Ser de su encubrimiento, es la misma que se sucede a lo largo de la historia y en este mismo foro (como hemos podido comprobar). Y no es una lucha entre clases sociales, sino entre clases de hombres: los que apuestan por la libertad vs los que apuestan por la seguridad.
Yo he acuñado mi propia definición de libertad:
Libertad es lo único que le queda al ser humano huérfano de dioses y de verdades absolutas.
Mi definición de libertad, espero, da respuesta a la crítica que me haces aquí:
Bueno, lo primero que tendrías que argumentar es que es posible que cada cual pueda poseer su propio código moral individual. Y creo que la única manera de argumentarlo es sosteniendo que los valores son irracionales, es decir, que son meramente subjetivos. Es decir, para defender lo que defiendes se ha de asumir la teoría subjetivista en torno a los valores nacida con la modernidad.
Eso sí, una vez asumida dicha postura se ha de ser consecuente con lo que se defiende. Lo que no se puede hacer es decir a continuación que la sociedad occidental, y por no escuchar en el claro del bosque los dictados del Ser, ha renunciado a unos presuntos valores que están por encima, y al margen, de cada uno de los individuos. O lo uno o lo otro pero no las dos cosas a la vez y según nos apetezca.
Claro que soy consecuente. Ya he dicho que
mi deseo sería articular una sociedad construida según unos determinados valores. Pero también he reconocido que ello ya es imposible en Occidente e impensable en España (seducida por el suprematismo comunista).
Cuando una sociedad al completo
se limita a limitarse, solo queda apelar a la sacro santa libertad individual de cada uno; solo queda, al menos, poder ser libres frente a quienes construyen sus propias verdades (conciencias verdaderas) y deciden, unilateral y prepotentemente, qué es bueno y justo.
La libertad, como dije, se convierte, así, en el último refugio, en lo único que les queda a quienes han aprendido, como Heráclito, que han de
callar mientras hablen los corruptos ciudadanos de Efeso (parafraseo).
Un saludo.