Creo importante que usemos el término "dictadura" con más rigor. A nivel popular, dictadura es todo régimen opresivo para las libertades individuales y políticas; pero en su uso académico, histórico y filosófico hay que distinguir claramente entre dictadura y lo que podemos llamar revolución, por ser el término impuesto, aunque no me gusta ya que tiene un origen propagandístico.
Todos los regímenes dignos de ser llamados democráticos, que es el gobierno de los ciudadanos y no "del Pueblo" (a veces las traducciones literales del griego no son las más propias), tienen un protocolo de actuación para solventar las crisis del propio sistema participativo, bien por dinámicas internas (como la corrupción generalizada o un intento de acabar con el sistema por parte de un grupo) o externas (como una guerra declarada por otra potencia). Es el equivalente en el organismo social, de lo que hacen los médicos cuando estamos malicos y el cuerpo o la psique están amenazadas: reducción de la movilidad (reposo) control de dieta, administración de tratamientos, higiene y en el peor caso, intervenciones quirúrgicas, que por fortuna cada año se alejan un poco más de la tortura que suponían en el XIX y anteriores centurias. Todo esto tiene tanto sentido y necesidad, que es el propio cuerpo el que inicia el proceso, exigiendo descanso y cese de actividad a través del dolor y la somnolencia, e inhibiendo el apetito.
Bien, pues en nuestra tradición occidental, la palabra que designa a este régimen para salvar al organismo democrático en casos especiales se llama Dictadura, como sabeis por la república romana. Ya no recuerdo si al pobre magistrado que le tocaba ser investido dictator le pagaban un extra o seguía con su sueldo de siempre, como pasaba con otras funciones especiales; pero la que le caía era gorda, al menos por seis meses. En ese tiempo al menos tenía poderes equiparables a la responsabilidad que asumía, de recuperar el orden dentro y el control fronterizo fuera; pero en todo momento sabiendo que si vulneraba la Ley, luego de dejar su puesto le iban a pedir cuentas.
Cuando Karl Marx, esa ovejita negra de una familia de bien, burguesa y trabajadora; que sin embargo prefirió ver morir de hambre y enfermedad a sus hijos antes que trabajar aunque sea dando clases particulares de alemán, hablaba de "dictadura del proletariado" estaba usando esta palabra de manera edulcorada, que ya dijo Mary Poppins que con un poco de azúcar, la píldora entra mejor. Sin embargo, una dictadura es por definición efímera, con fecha de caducidad, dura lo que dura la crisis. Sin embargo, los sistemas fascistas o comunistas, cada uno con su moda en el vestir, realmente hacen "revoluciones", eufemismo para un sistema que aspira a eternizarse. Los socialistas nacionalistas alemanes lo llamaban Reich, y hacían bien, porque tenían en mente la idea milenarista, de origen judeocristiano, aunque ellos la paganizan.
La diferencia fundamental es que una dictadura aspira a crear las condiciones para que pueda haber democracia de nuevo; y una revolución aspira a crear las condiciones para que no haya democracia nunca más. La dictadura franquista por ejemplo, pese a su inspiración fascista clara, era más una dictadura, y continuación práctica de la de Primo de Rivera, que llegó a ensayar elecciones municipales, voto femenino incluído. Cuando el PSOE de Largo Caballero, que no llevaba ni tres meses en el poder, manda matar a los líderes de la oposición (sólo mataron al líder de la oposición Calvo Sotelo creo recordar y los otros escaparon), dando así el golpe de Estado aliado con otros partidos de izquierdas y el separatismo (pese a que el separatismo era entonces eminentemente fascista, como ahora, si no de título sí esencialmente) comenzó la desgraciadísima y muy mortífera guerra civil. Ganándola para sorpresa del bando republicano el ejército blanco y no el rojo, a diferencia de Rusia, se estableció una dictadura que poco a poco fue tratando de crear las condiciones para la vuelta de la democracia: recuperar el orden, desarticular focos rebeldes, recuperar la economía, invertir en "pegamento social" (en este caso, el catolicismo y el folklóre especialmente), y poco a poco restablecer lazos con el mundo civilizado con vistas a que nos dejaran entrar en la futura Unión Europea.
Ésta transición ocurrió demasiado pronto, como cuando te dan de alta aún convaleciente por falta de camas; ya que aún explotaban por los aires primeros ministros y había muchas bandas terroristas activas, no sólo ETA y Terra Lliure, sino también las del PCE como aquella a la que perteneció el padre de Pablo Iglesias. Europa apretaba, la CIA también, y las prisas impidieron que la dictadura cumpliera enteramente su función; la fase democrática nació envenenada, ya que los antidemócratas lograron incrustarse como lapas gallegas en esta nueva fase y las familias potentadas engordadas por el desarrollismo franquista (en Madrid, País Vasco y Cataluña sobre todo) conservaron un poder excesivo. Nació así la democracia Frankenstein, que no tuvo padres sino padrinos, como los tienen las redes mafiosas. Hoy día vivimos una tensión ya sólo comparable a la del 36, en el que los suplementos de los diarios ofrecían ideas para pasar el mejor verano en playa o montaña, y sin embargo lo que triunfó fue viajar al extranjero.
Las alternativas actuales son las de una dictadura para recuperar las condiciones para la democracia (artículo 155 en España, 37 en Alemania, 126 en Italia, 234 en Portugal...O avanzar hacia el caos para que pueda darse un golpe revolucionario, con la intención de dividir España en trocitos tutelados por potencias que consiguieron implantar la revolución permanente, islámica o comunista. Y de nuevo como detonante de un proceso a escala europea, porque no sé si sabeis que lo que está pasando en España está ocurriendo en toda Europa Occidental, con distintas peculiaridades y ritmos. En Francia se da la guerra civil por descontada, hasta hay ensayos publicados adelantando cómo creen que empezará, y hay películas varias que se basan en estos escenarios, siendo mi preferida "How I live now", con Saoirse Ronan.
No existe una vía "de seguir como antes" o "de aquí no ha pasado nada" como pretendió Rajoy o (finge) Sánchez, por lo que nos van a obligar a elegir entre dos caminos que se parecen pero no deben confundirse.
Perdonad por escribir tanto para decir simplemente que la dictadura es un instrumento de la democracia y la revolución eterna, el instrumento contra la democracia del totalitarismo, sea éste de camisa marrón, roja o chilaba. He puesto las frases en negrita para ahorraros leer el comentario entero.