Hola a todos
Me he levantado a darle una ovación a algunos comentarios que he leído por su aplastante sentido común. En efecto, como dice Alma, estamos descubriendo la rueda con este debate. Una de las condiciones que se le imponían a mi mujer cuando todavía necesitaba visados para vivir en el Reino Unido era demostrar que tenía la vacuna triple vírica, la tuberculosis, el tétanos… Es decir, que de pronto estamos abriendo un debate sobre algo que es más que habitual en el mundo, la obligatoriedad de ciertas vacunas. Ahora resulta que es una novedad.
Hay una broma en Los Simpsons en la que una señora, Agnes Skinner, provoca que los cajeros de supermercado se pongan en huelga porque quiere toda su compra en una bolsa, pero no quiere que la bolsa pese. Nosotros igual, no queremos muertos por COVID-19, ni queremos restricciones, ni cuarentenas, ni vacunas. Queremos los bares abiertos, los aeropuertos funcionando, tiendas, vacaciones, hospitales vacíos y todo eso sin mascarillas ni ponernos vacunas. Pues no puede ser.
Jesús Mosterín solía hacer una contraposición bruta de libertad y democracia. Él decía que libertad y democracia eran contradicciones, porque “libertad es hacer lo que yo quiero, y democracia es hacer lo que quieren los demás, la mayoría de los demás”. Y aunque yo creo que esa es una simplificación del asunto, en realidad parece que cuando los antivacunas o antimascarillas hablan de libertad, en realidad se refieren a ese “hacer lo que a mí me dé la gana”. Pero hacer lo que a uno le dé la gana sólo es posible si eso no tiene consecuencias para los demás, en cuanto las tiene se convierte en un asunto público. Si no, por la misma regla de tres, podríamos circular a 200 km/h por el centro de la ciudad o zonas residenciales donde juegan los niños, podríamos tirar abajo muros de carga en nuestros pisos que potencialmente afecten a la estructura del edificio, etc. Con esa visión de la libertad donde libertad es hacer lo que a cuál le salga de la entrepierna, podríamos simplemente comportarnos como unos completos irresponsables. A mí, sinceramente, me sorprende esta nueva visión de lo social como algo independiente de las normas comunes. Como si tener que respetar normas fuese una tiranía, cuando todo lo que percibimos como “libertad” está en realidad enmarcado y garantizado por coerciones, prohibiciones y restricciones a ese hacer lo que cada uno quiere.
Y, por último, ya que yo me voy a poner la vacuna si me la ofrecen, la pregunta es: ¿por qué me la pondría? ¿Por qué me he puesto este año la de la gripe si nunca antes me la había puesto? No es porque tenga miedo a morir o a matar a un ser querido. Vivo sólo con mi mujer, tengo poco o ningún contacto con gente en población de riesgo, mi familia vive en otro país y no la he visto desde el inicio de la pandemia, tengo 31 años y estoy sano, no voy mucho de bares, tiendas o cafeterías… Si me pongo la vacuna es porque tengo la esperanza de poder contribuir a que todo vuelva a la normalidad, a que deje de morir gente, a que la gente no este ansiosa por perder el trabajo, etc. Todos esos beneficios son globales, son para todos, entiendo que ponerse la vacuna no es una cuestión simplemente de salvar el culo propio. La pregunta que yo me hago es, ¿es justo que el 50% o 60% de la población actúe como conejillo de indias y se arriesgue a sufrir efectos secundarios con la vacuna para que los señoritos de la libertad individual disfruten, sin riesgo alguno, de la inmunidad resultante? ¿Son mejores que los demás o como va esto? A mí me suena, más que a libertad, al típico niño caprichoso y consentido que cuando grita y llora le dejan hacer lo que le dé la gana.
Un saludo