Hace siete años, un accidente de moto, veintisiete fracturas, treinta heridas quirúrgicas, unos meses de hospital esperando a morir…pero no, salí vivo. Muchos de esos días consciente de no llegar a mañana. No se trata de ir envejeciendo y ver la muerte más cercana, se trata de saber que seguramente mañana estas muerto.
Si. El estar con la muerte enfrente es una situación única desde la que discernir con absoluta claridad, como nunca se tendrá en la vida, cuales son los valores fundamentales de una persona. Y sin andar dando consejos, mandatos píos ni hostias (benditas..). El poco tiempo que te queda estas demasiado ocupado intentado dejar claro a la gente que quieres, que han sido lo único realmente importante de tu vida, y todo lo demás te importa bien poco. Cada cual vive su muerte como ha vivido su vida, es lógico que alguien que solo ha pensado en si mismo solo piense en su salvación. Pero hay muchos otros que no vivimos pendientes de nuestro ombligo, no se puede generalizar.
Desde que recuerdo me gusto la filosofía, y me sigue gustando. Siete años después esos valores siguen siendo una referencia .Y cuando se difuminan, no es porque se gestaron fruto de un momento extremo, más bien es por el autoengaño en que nuestra mente cae de forma recurrente: creer que tenemos mucho tiempo por delante…
La muerte parece tan lejana…
Tenemos tanto tiempo que nos dedicamos a cualquier fruslería con autentica fruición. Nos dejamos arrastrar por los mas banales entumecimientos de los sentidos o atacamos con furibunda pasión objetivos de vida que ojala nunca consigamos, pues veremos de nuevo como se nos escapan por entre los dedos como el humo que siempre han sido. La eterna y baldía búsqueda de El Dorado, algo, lo que quiera que sea, pero que es la solución a todos nuestros problemas, solo para ver que generalmente la mayor parte de los problemas nos los hemos creado en la búsqueda.
Que enorme trabajo y persistencia cuesta mantener clara la visión de lo que es realmente importante, aunque cuando somos conscientes de ello y nos dejamos inundar por la situación, volvemos a recordar por qué es lo más importante, lo que más nos llena y nos repara de las heridas de la vida.
Si, cuando te ves muerto, es un momento único en el que se disipa de golpe la borrachera de tiempo que nos embriaga en el discurrir de la vida. Pero eso sí, ves tus valores. Eso no les da rango de certeza ni implica que sean extrapolables al resto de la humanidad. Cada cual vera los suyos, pero sin olvidar que como humanos que somos compartimos valores culturales y herencia genética, así que muchos de esos valores serán perfectamente validos para una gran cantidad de personas. Cada cual que vea reflejado los suyos.
Sin pretender entrar a elaborar una ética universal, también es cierto que en esos momentos lo que valoras tiene más que ver con el afecto y el cariño, que con el bmw que nunca te compraste o el Nobel que nunca te dieron. Y también es cierto que el arrepentirse de no haberse tomado la vida con más humor debe ser un problema anglosajón, este error no se suele ver mucho en Andalucía.
Respecto a: No hay perdón de los pecados, no hay solución a una vida errada.
En la naturaleza no existe el pecado, no existen las vidas erradas, simplemente se vive y se sufren las consecuencias de los actos, sin más sufrimiento moral y por supuesto sin arrepentimiento. El concepto de pecado, de error, de vida errada, es un concepto intelectual humano, y se corresponde con incumplir unas normas intelectuales, o no cumplir unas expectativas personales sobre cómo debía haber discurrido nuestra vida.
Por lo tanto el perdón no siempre es posible, sino que debe ser siempre y por sistema aplicado, no existen trabas naturales, el universo siempre nos perdona, pues nunca nos culpo. Otra cosa es que uno consiga perdonarse a sí mismo, pero eso es una incapacidad, un obstáculo personal, un prejuicio asumido a lo largo de la vida, en suma, un obstáculo para vivir. Los humanos a través de sus leyes, necesarias para nuestra convivencia, nos hemos creído de verdad que existe algo como la justicia, el derecho, el resarcimiento del daño. En el universo solo existen las acciones y las reacciones, no existe la culpa y por eso tampoco el perdón, ni existe el resarcimiento del daño, pues tampoco existe el daño.
Ahora bien, en las sociedades humanas existe un aspecto importante del problema a tener en cuenta: la convivencia. Las sociedades se imponen leyes para limitar el comportamiento y facilitar la convivencia, por tanto es diferente que la culpa y su penalización sea exigida por otro humano que ha sufrido nuestra conducta. Eso ya no depende de nosotros, si no del cuerpo legal de la sociedad en que vivamos.
Respecto a los viejos, no la tercera edad o la edad dorada, los viejos, una palabra muy digna para una edad muy digna. Es evidente que ninguna etiqueta proporciona por sí sola la característica de infabilidad y certeza, ni ser viejo, ni catedrático de algo o ni tan siquiera un sacrosanto físico de partículas. Se puede aprender mucho de los libros, pero muchos conceptos, ideas y valores no los entiendes del todo hasta que los experimentas por ti mismo, eso es lo valido del conocimiento de los viejos, han conseguido sobrevivir a todo tipo de experiencias, el horror de ver morir a un ser amado, el sufrimiento de no poder andar, la alegría de ver nacer a tu hijo, tocar el cielo cuando el amor de tu vida te sonríe…Ese es un conocimiento que solo se adquiere con la experiencia, y que muchas veces te cambia la vida, tus valores, tu forma de juzgar la realidad. Cuantas veces me repitió mi madre que hasta que no tienes un hijo, no sabes lo que es querer, ni lo que es sufrir, me sonreía comprensivamente desde mi joven y superior intelecto juvenil, cuantos conocimiento científicos y filosóficos tenía yo que mi madre desconocía …Hasta que tuve mis hijos…Cuanto se ríe ahora mi madre cuando me ve con ellos, y se da cuenta que al fin la he comprendido, de que tenia razón en lo que me hablaba, de que ella tenía la sabiduría de las experiencias que le había dado su edad. Y como esta situación otras miles, ahora procuro escuchar con mucha más atención las machaconas historietas de los abuelos, y hay que perdonarles no ser la alegría de la fiesta, ni chistosos conferenciantes sobre inteligencia emocional (léase modernos charlatanes de feria) la mayor parte de ellos solo han tenido tiempo para partirse la espalda trabajando. Ahora me esfuerzo por entresacar de sus relatos la sabiduría que su edad y sus experiencias le han dado, algo que nunca he encontrado y sigo sin encontrar en los conocimientos académicos que llevo estudiando toda mi vida, ni en mis sesudas reflexiones a la luz de la luna.
Y está claro que por mucho que los escuche, solo la experiencia directa me hará entender muchas de las cosas que me cuentan, pero bebiendo de la fuente original de los viejos, tendré más posibilidades de conocer y prepararme para muchas situaciones que la vida me reserva según envejezca. Los viejos son un Vademecum sobre las alegrías y las penurias humanas, pero hay que saber leerlo y tener paciencia para entresacar algo de su sabiduría, y no hablamos de la certeza o la infabilidad, solo de sabiduría, luego que cada cual tenga el arrojo y el conocimiento de aplicarla a su vida.
La vejez es un fuente de conocimiento tan válida como cualquier libro o tratado científico, es cuestión de sopesar todas las fuentes y encontrar el mejor camino, pero está claro que nuestra arrogante ignorancia sobre la realidad que nos circunda, no se puede permitir el lujo de despreciar ninguna fuente de sabiduría, máxime cuando es tan rica y tan cercana como la de los viejos.
