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TEMA: Papel actual de los filósofos

Papel actual de los filósofos 14 Ene 2011 22:13 #876

  • Rafel
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La reflexión sobre el papel que los filósofos pueden jugar en la sociedad actual es un tema recurrente que suscita numerosos debates en nuestros días. ¿Realmente nos encontramos ante una crisis de la disciplina filosófica por su incapacidad para ir más allá de una teoría encorsetada en parámetros académicos o podemos seguir confiando en ella como instrumento para encauzar debates y problemáticas de índole social, política, económica, etc.?

Estas preguntas me ha hecho desempolvar este artículo que mi amigo Néstor me remitió hace ya algunos años y que fue escrito por un catedrático chileno de antropología, Andrés Monares, que según me cuenta, es muy dado a escribir en medios de comunicación. Es un poco largo, pero creo que viene bien al caso:

El estudioso de la Filosofía griega Cástor Narvarte, expone que ella nace en Grecia como una manera de resolver la crisis que para dicha cultura representó el proceso de “pérdida de la conciencia mítica y de alejamiento de lo divino”. O sea, ante una especie de horfandad humana con respecto a los dioses, se desarrolló la reflexión racional dentro de un marco lógico particular para intentar acabar con aquel vacío. A decir del citado autor, la Filosofía “es producto de esta crisis y es, por esencia, crisis”. De tal suerte, la disciplina queda definida, de manera general, como una tentativa racional de respuesta a situaciones críticas. Es más, esta caracterización puede ser universalizada al tener en cuenta que todo grupo humano busca solucionar sus problemas apelando a su propia racionalidad, que puede o no emplear la lógica occidental (pues, la mecánica de razonar, puede seguir diversas reglas generales).

Luego, considerando desde tal perspectiva a la Filosofía, es totalmente atingente preguntarse qué papel están jugando actualmente en Chile quiénes por definición deberían enfrentar las incertidumbres y conflictos de su sociedad: los intelectuales y, puntualmente, los filósofos. Así, ante los dilemas del país en lo medio ambiental, lo económico, los derechos humanos, la real “democratización” de la democracia, los consensos morales, la modernización, el tema indígena o ante cualquier debate que envuelva lo ético o que requiera de reflexión, es válido plantearse a lo menos dos interrogantes. En primer lugar, ¿cuál es la postura de los filósofos sobre tales asuntos? Al parecer, la respuesta es un misterio para muchos, es decir, para los no académicos (y a veces también para los que lo son). El segundo cuestionamiento es: ¿cuál es el real peso que sus opiniones tienen en el país, sea en los individuos, en los diversos grupos que existen en él, en los medios de comunicación, en los políticos o en otros pensadores? Como contestación, se podría aventurar sin temor a equivocase, que la relevancia es nula o casi nula. Lo cual lleva a plantearse el por qué es así.

Para intentar explicar esa situación, se debe tener en cuenta que actualmente en nuestro país existiría un abismo que separa a la “sociedad académica” de la sociedad a secas. Por una parte, muy pocos recurrirían a los intelectuales para aclarar o acceder a argumentos sobre determinados temas y dificultades. De haberlos, sería un pequeño grupo de personas, casi una especie de “público cautivo” (alumnos universitarios, personas con inquietudes en algún tema específico, periodistas). Por otra, los académicos y las universidades se han retirado y encerrado en sus campus; su casi única comunicación con el “mundo exterior” es a raíz del autofinanciamiento, el cual obliga a mezclarse con lo práctico, a hacer negocios. Incluso, dentro de los mismos planteles de educación superior muchas veces las facultades o departamentos de humanidades son una especie de paria por su poca “productividad”, en un ambiente que busca “mercancías” que exhibir o vender; o, una curiosidad casi exótica que se mantiene a pesar de los recortes presupuestarios y/o porque por razones de imagen pública no se pueden cerrar definitivamente (aunque me parece que en Chile, esos costos serían mínimos).

A su vez, parte importante de los filósofos e intelectuales en general, no harían grandes esfuerzos por acercarse a los “no académicos”, que son la mayoría de los chilenos y los potenciales receptores de sus trabajos y de sus posibles aplicaciones. Estarían aislados publicando artículos que casi nadie lee y asistiendo a encuentros y seminarios que no tienen mayor repercusión (salvo para los curriculum de cada uno). Es más, en ocasiones pareciera que la idea es investigar sobre temas que tengan la menor relación con lo práctico o con la vida cotidiana de sus conciudadanos. Precisamente, ¿no es esa actitud la que los está dejando sin trabajo?, pues nadie estaría dispuesto a pagar o a aprobar fondos para una especie de “gimnasia” intelectual que le parezca ininteligible. En muchos casos, los filósofos se han replegado hacia sí mismos, han desarrollado un lenguaje lo más específico y complejo posible, y no pocas veces se han esforzado por separar su quehacer de cualquier probable empleo que acerque (o, según algunos de ellos, “rebaje”) peligrosamente su trabajo intelectual a lo “meramente” técnico. Lo cual provoca que, fuera de sus círculos sus argumentos no se entiendan y, por ello, no interesen o se les apliquen calificativos como el de “inútiles”, “improductivos” o “prescindibles”.

Esa separación entre intelectuales y el resto de la sociedad no es nueva. Hace siglos que Occidente marcó el camino de la especialización (temática y conceptual) en el terreno de la investigación. Quizás, uno de los casos que mejor ejemplifiquen tal situación esté representado por el filósofo natural Nicolás Copérnico y el Heliocentrismo: aparte de los matemáticos y astrónomos, nadie del común era capaz de comprender sus estudios. Incluso, él mismo sostenía que la “matemática [como filosofía] se escribe para los matemáticos”. Actualmente, a pesar que se tienen otros índices de alfabetismo y de acceso a la educación en comparación a esa época, el divorcio entre los pensadores y el resto de la sociedad hasta se ha acrecentado con la aún más exagerada especialización moderna. Lamentablemente, también aquí en Chile la incomunicación se mantiene no obstante que el país enfrenta problemas que uno tendería a pensar que son de interés de los filósofos o que al menos ellos tendrían algo que decir.

Hoy pareciera que la Filosofía gira en torno a especies de desafíos semánticos que ya no buscan la verdad (lo que es tal como es) o la aplicación práctica para mejorar o dar sentido a la vida de las personas. Sería casi un axioma, para legos e incluso para quienes se dedican a la disciplina, que ella no tiene nada que ver con la sociedad. Tal vez, sin siquiera saberlo, quienes trabajan en dicho campo estarían cumpliendo la propuesta del falsificador del libro “Sobre las revoluciones” del ya citado Copérnico. Ese individuo, Andreas Osiander, autor del prefacio que sin firmar introdujo en el texto, planteaba en él que la Filosofía sólo debe limitarse al terreno de la verosimilitud, pues el conocimiento cierto es imposible de alcanzar a menos que sea revelado por Dios. En tal sentido, al ignorar o abandonar la búsqueda de la verdad en la actividad filosófica, definitivamente el camino queda abierto para cualquier cosa: todo cabe en ella mientras el argumento sea creíble o con una aceptable ilación lógica. Curiosamente, una parte considerable de la actividad filosófica actual, es una especie de meros juegos intelectuales o pasatiempos de ingeniosos. Justamente, lo que Osiander pretendía que los lectores pensaran del Heliocentrismo y de toda la Filosofía Natural de Copérnico.

Sin ir más lejos, esa postura toma forma en la última moda intelectual seguida por quienes se ubican en la “cresta de la ola” filosófica: la Posmodernidad. Esta surge como descendiente directa de la preeminencia que poco a poco fue tomando la Lingüística en las Ciencia Sociales y la Filosofía, y de un contexto en que el supuesto “triunfo” liberal habría dejado a los pensadores sin posibilidades de enfrentar a esa ideología por carecer de otros marcos (o “metarrelatos” en jerga posmoderna). De estos fundamentos, presentados aquí de manera esquemáticamente simple, se elabora una propuesta que realza la relevancia capital del aspecto formal del discurso. Ahora la realidad última, o lo único que se puede (y debe) investigar o criticar, es el campo retórico. Mas, no el contenido o a lo que se hace referencia con cualquier escrito o alocución. De esta manera, se ha dejado a la reflexión racional al nivel de lo que podría describirse como la ocupación de individuos que son una burda caricatura de los sofistas griegos: se puede explicar cualquier cosa, para luego poder explicar también lo contrario.

Como se puede suponer, ese extremismo formalista da lugar al relativismo extremo, ya que no importa la coherencia o la consecuencia ideológica o moral de una postura. Ahora, el centro de atención, la materia de análisis y polémica radican en el aspecto formal del discurso. Vista así, la Filosofía se transforma en el campo de una dialéctica hueca, porque no habría y/o no importaría el contenido. Con ello, se aleja a la disciplina de la realidad y, peor aún, de una posible reflexión sobre problemas de cada sociedad. Se termina traicionando el fundamento primario y razón de ser de la actividad: la meditación sobre la crisis y su consecuente solución.

A lo anterior, y para completar el panorama, se deben tomar en cuenta otros dos aspectos por los cuales las preguntas que llevan a la reflexión profunda o al cuestionamiento crítico sobre la realidad no tienen cabida (al margen que en ocasiones tampoco exista interés en hacerlas): i.- La postura imperante que rechaza los juicios éticos en pro de la tolerancia y de una pretensión de total autonomía individual (a pesar de que todo grupo humano tiene y requiere de normas; sin que ellas sean necesariamente tiránicas para los individuos, ni tampoco impliquen automáticamente intolerancia). ii.- La visión de una sociedad compartimentada, con todos sus ámbitos separados y sólo interdependientes por relaciones contractuales “objetivas”, en las que no serían atingentes o necesarios los juicios éticos. Luego, por ejemplo, en virtud de esas posturas los intercambios comerciales y la distribución de la riqueza son tarea de la “científica” Economía, por lo que no son cuestionables sino sólo descritos. O, abominables vejaciones, torturas y asesinatos sistemáticamente planeados y ejecutados con personal y dineros estatales, son exclusivamente una cuestión legal.

Estamos asistiendo a la fútil victoria de la inutilidad de la Filosofía y/o a la imposibilidad de que asuma un papel social activo y relevante. De manera paradójica, han sido algunos filósofos quienes propiciaron “filosóficamente” esta especie de condenación a lo que se ha llamado aquí una “insoportable levedad”. De esa postura, cobra lógica que el trabajo de no pocos de ellos esté totalmente desconectado de los problemas de sus comunidades. Lo que ya no sería por su propia soberbia o porque la sociedad misma los aislara, pues ahora tienen un fundamento para asumir esa actitud. Tomando en cuenta lo anterior, aparece como extraño (por usar un eufemismo) que muchos de quienes se dediquen a la disciplina partan de la base de la imposibilidad de desarrollarla y de la inconveniencia o tonta pretensión de alcanzar la verdad. Ellos mismos se condenan a la improductividad reflexiva y renuncian a la tarea de ser la “piedra en el zapato” de su sociedad. A su vez, abandonan el afán de transformar el mundo, o al menos tratar de influenciarlo positivamente en algún grado, y el significado profundo (hermoso más que heroico) que tiene el intento. Han preferido la existencia aislada y egoísta a llenar de sentido trascendente su actividad y, por medio de eso, sus vidas.

Ahora bien, fuera de la paradoja de ser un filosofía que pretende acabar con la Filosofía, la postura posmoderna también puede resultar ridícula al entender que una vez más los intelectuales europeos le indican a sus fieles y acríticos discípulos (o imitadores) latinoamericanos que ahora sí que su realidad es válida. Lo sería porque aquellos “descubrieron” recientemente que la realidad sociocultural era diversa, tal como anteriormente les han indicado las temáticas de trabajo y el abandono de otras donde todo estaría dicho (a pesar de que personalmente, al ignorar esas modas, he podido constatar en autores que se daban por “cerrados” que existe una gran cantidad de trabajo por hacer). Lo precedente resulta irónico para cualquier latinoamericano observador y perspicaz, ya que no hay nada más diverso que nuestro continente. Además, es patético que el “centro” le de permiso a la “periferia” para ser. Y, más aún, que los “periféricos” hayan estado esperando esa venia, o se dieran cuenta de dónde estaban parados por leer a los posmodernos. No por nada hoy aparece como un punto en contra para cualquier trabajo no citar alguno de esos autores “cardinales”, no estar “actualizado”.

Es obvio que la reflexión crítica nace de las necesidades de cada contexto o de las preguntas que surgen de él, de su crisis específica. Precisamente por eso no se pueden “trasladar” o generalizar dichos cuestionamientos, temas y metodologías de un lugar y época a otros, ignorando que fueron elaboradas por y para una situación particular. Pero, esa perogrullada sólo toma coherencia cuando se quiere estar identificado con la propia realidad y no se vive bajo el lema “¡Ver París y morir!”. Muchos intelectuales y filósofos latinoamericanos (para qué hablar de las clases medias y altas) no se preguntan por lo que son, pues temen demasiado la respuesta. Prefieren “integrarse” en cuerpo y alma a la “cultura global”, más allá que sus admirados modelos los tengan por iguales o no. Hay una urgencia irreflexiva por “entrar” a la Modernidad, sin filtrarla o acomodarla desde nuestra realidad sociocultural e histórica. Menos aún se reconoce la posibilidad de poseer una tradición propia. Tal como Domingo Sarmiento anhelaba, sólo desean ser los “Estados Unidos del Sur” o, contextuándolo, modernos y/o posmodernos en el sur.

Antes de concluir, se deben hacer algunos alcances para que no se interprete que aquí se propone para la Filosofía un papel omnímodo y omnisciente ante la sociedad. De hecho, se asume que hay muchos matices entre algo parecido al gobierno de los sabios de Platón y una sociedad como la chilena en que hasta los tuertos, por desdén o conveniencia, han elegido a un ciego por rey (la tecnocracia). La solución no se limita sólo a esas dos opciones contrapuestas. En el primer caso, el camino de una soberbia intelectual casi mesiánica, ya se pagó demasiado caro con todo lo que implicaron los quiebres del sistema democrático de fines de los sesenta y principios de los setenta. Ciertamente, una de las consecuencias que trajo ese protagonismo carente de realismo y no pocas veces agresivamente excluyente, fue la reacción que aisló a tal punto el trabajo intelectual que actualmente es casi nulo el peso que tienen la Filosofía, las Humanidades y las Ciencias Sociales (exceptuando la Economía). Por eso mismo, esos matices entre los dos extremos nombrados son los que creo deben retomar los estudiosos.

La Filosofía, como la encargada de solucionar la crisis, debe tener un puesto importante en la sociedad. La especulación crítica y metódica no puede ser reemplazada por la producción material y una pseudoreflexión a cargo de quienes no tienen la formación ni la capacidad (ni las ganas) para hacerlo. Sin embargo, es muy importante entender que ese trabajo crítico debe responder a la realidad y necesidades de la sociedad, y sobretodo a un compromiso con ella. Sólo una actitud constante y decidida en ese camino, logrará posicionar a la Filosofía en un lugar destacado en la sociedad, hacerla útil y no un complicado juego ingenioso o una actividad “insoportablemente leve”. Para lograr tales metas, es urgente abandonar el facilismo a que da lugar el supuesto “fin de la historia” y la Posmodernidad como metodología vacía e improductiva.
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Re: Papel actual de los filósofos 17 Ene 2011 20:19 #894

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Sin duda es una reflexión interesante, Rafel, la de este catedrático chileno. Pero ahora quería comentar solamente lo mucho que me han sorprendido las patentes faltas contra el idioma que comete, lo que dice bien poco de la preparación de este hombre (si alguna es errata mecanográfica tuya, al copiar, pido disculpas):

-“horfandad” por “orfandad”

-“considerando desde tal perspectiva a la Filosofía”, cuando es regla del castellano que sólo se antepone “a” al complemento directo cuando se trata de una persona, cosa que no es la Filosofía.

-“qué papel están jugando actualmente en Chile quiénes”, donde “quienes” no debe acentuarse.

-“que se mantiene a pesar de los recortes presupuestarios y/o porque por razones de imagen pública no se pueden cerrar definitivamente” donde sobra ese posmoderno y/o, pues no hay ninguna conjunción o disyunción entre las dos oraciones, sino que la segunda es una subordinada causal de la primera: “se mantiene... porque...”

-“curriculum” como forma del plural. Si se quiere utilizar el término latino, su plural será “curricula”; si se quiere en castellano, serán “currículo” y “currículos”.

-“revoluciones” es una mala traducción de la obra de Copérnico “De revolutionibus orbium coelestium”. “Revolutio” en latín es un giro o desplazamiento circular, de forma que, aunque la obra de Copérnico fuera en su día “revolucionaria”, su título era “Sobre los giros de las esferas celestes”.

-“atingentes” significa “tocantes o pertenecientes”. Nuestro catedrático lo utiliza, creo que equivocadamente, dos veces, y ambas como si fuera sinónimo de “pertinentes”: 1) “en las que no serían atingentes o necesarios los juicios éticos” 2) “es totalmente atingente preguntarse qué papel están jugando”

-Por cierto, que en castellano ni “jugamos” papeles ni jugamos “pianos”, por mucho que los anglosajones sí lo hagan, como Sam en Casablanca. Aquí, y en Chile, los papeles o roles se interpretan o se desempeñan.

-“los quiebres”, palabra inexistente en nuestro idioma, donde debió decir “las quiebras”.

Una cosa es criticar el excesivo giro lingüístico que haya tomado la filosofía en la posmodernidad y otra cosa es pasarse la lengua (en sentido idiomático) por la entrepierna.

Dicho lo cual, creo que se puede discutir el artículo y su fondo.
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Jesús M. Morote
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Re: Papel actual de los filósofos 18 Ene 2011 11:36 #896

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Todas las faltas observadas son imputables al autor del artículo. Lo he trascrito tal cual me fue remitido vía correo electrónico. Evidentemente, la forma tiene su importancia a la hora de dar o restar credibilidad a un artículo o a cualquier otro tipo de escrito y, en este caso, hay algunos errores bastante llamativos (impropios de un catedrático), pero en el fondo me parecieron unas reflexiones muy interesantes.

Aunque si tengo dudas en cuanto a lo de “jugar un papel” porque, si bien sería más recomendable usa representar o desempeñar, la anterior expresión se ha extendido considerablemente en la actualidad y no estoy seguro de que sea del todo censurable.
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Re: Papel actual de los filósofos 18 Ene 2011 15:39 #897

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Sin entrar en el fondo, también me ha llamado la atención lo de "atingente". Yo, más que como pertinente, lo he tomado como lo contrario de "contingente", es decir, "necesario", tal y como podría venir a reemplazarse al menos en el primero de los dos ejemplos que has puesto.

Por lo demás, sin entrar en harina concreta, de los muchos aspectos tratados por el artículo, me hago eco de lo que ya hemos compartido alguna que otra vez: el paralelismo existente entre nuestra época actual y el helenismo, época en la que la filosofia especulativa tradicional había caído un tanto en la inutilidad para el día a día; época en la que los sofistas volvían a aparecer y la retórica era la parte más interesante porque servía para ganarse los cuartos; período en el que el relativismo y el escepticismo acampaban en la sopa de tantos nuevos credos orientales traídos tras la expansión de Alejandro Magno; período en el que los individuos caminaban desorientados y apartados de la participación política,...; y por entonces, ciertamente, la filosofía tomó las riendas de la consolación de los hombres, en su particular crisis, haciendo proliferar las escuelas epicúrea, estoica, escéptica y el eclecticismo en general que marcó el pragmatismo romano.
Javier Jurado
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Re: Papel actual de los filósofos 23 Feb 2011 13:46 #1594

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El significado de la palabra "atingente" en este contexto también la interpreto como tú, Kierkegaard, aunque, sinceramente, antes de leer este artículo ni sabía que existiera.

Evidentemente, la filosofía no es la encargada de solucionar crisis. Pero yo parto de la base de que sí puede y debe ejercer un papel relevante a la hora de afrontar los problemas y conflictos que nos rodean, abrir fronteras, desmontar falacias y engaños, señalar rutas de acceso. En este sentido, el objetivo era más bien llamar la atención sobre cómo habría que responder ante esa tarea alguien, como por ejemplo, Adela Cortina, de la que en este foro se ha discutido su intervención en un periódico de larga tirada, máxime teniendo en cuenta la opinión que la sociedad actual posee de la filosofía y los filósofos. Sin duda, existe una tendencia muy marcada a asociar la filosofía con los adjetivos de abstracta, técnica, oscura, teórica, ambigua, e inútil, y seguramente por esa imagen son escasas las oportunidades que se conceden a filósofos, catedráticos, intelectuales, etc., para que hablen sobre temas problemáticos que nos afectan como miembros de una determinada comunidad y sobre los que existe un debate encendido a pie de calle. Por ello, cuando a gente como a la ya citada Adela Cortina se le concede la posibilidad de expresarse en un medio de comunicación de masas, no deben desaprovechar esta oportunidad para reivindicar la capacidad de la filosofía para aportar luz sobre ciertos temas. De modo que, a mi entender, se les debe exigir, al igual que haríamos con un economista, un médico o un electricista, que en calidad de doctos no se limiten a dar su opinión sin más, sino que como mínimo dominen las reglas de la argumentación lógica, coherente y objetiva de un modo firme, que razonen el porqué y el porqué no de sus posturas. Y creo que esto es algo totalmente lícito y exigible en un experto en una determinada materia. Con ello no estoy diciendo que deba hacer uso de la “jerga” filosófica, de ese “lenguaje lo más específico y complejo posible” del que habla Andrés Monares en su artículo. Sinceramente, si se quiere captar la atención del mayor número de público posible, creo que eso hay que dejarlo para otros púlpitos y mejores ocasiones.
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Re: Papel actual de los filósofos 23 Feb 2011 15:39 #1597

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En mi opinión hay que aclarar algunas cosas que en el artículo de Monares creo que se entremezclan, lo que enturbia la perspectiva.

1. La primera cuestión es que no hay que confundir filosofía con facultad universitaria de filosofía. La decadencia de la enseñanza de la filosofía en las Universidades no tiene por qué ser lo mismo que la decadencia del pensar filosófico. El primer tipo de decadencia creo que está bien a la vista, pero el segundo no es tan claro.

Tomemos el ejemplo de nuestro foro. En él hemos debatido bastante, pero ¿cuántos debates han sido suscitados por escritos de actuales catedráticos o profesores de filosofía conteniendo pensamiento propio? Un hilo sobre unas ideas de Muguerza, algún comentario sobre opiniones de San Martín, algo sobre Solís y su libro de Historia de la Ciencia, algo de Bustos y poco más; sin olvidarnos de mi queridísima Celia Amorós, que también mereció su correspondiente comentario por mi parte. ¿No dan los libros de nuestros profesores para más material propio de discusión? Naturalmente, dejo fuera los mucho más frecuentes debates sobre comentarios de profesores a obras de filósofos ajenos, pues eso no es en principio pensamiento propio.

Luego están los debates más extensos como, por ejemplo, sobre un artículo de Cortina. Pero no hablaba de filosofía académica; y sus ideas, la verdad, estaban más cerca del pensamiento único que de algo propio y novedoso.

Pero ¿es esa la filosofía actual? Yo creo que no. Filosofía hay y habrá siempre, pues es imprescindible la creación o mantenimiento de metarrelatos para que podamos explicarnos la realidad (o para que podamos aguantar en la realidad). Otra cosa es que eso, hoy por hoy y en nuestras sociedades contemporáneas, no esté en manos de profesores de filosofía. Está en manos de los ideólogos de los partidos políticos, los redactores de discursos, asesores de campañas de imagen, editorialistas y columnistas de opinión en la prensa, etc. Y también algún filósofo de cierto prestigio, como Rawls o Habermas, e incluso a nivel local como Savater. Hay, y hablo sólo de las materias que conozco, facultades de Derecho y de Económicas, pero a nadie se le ocurre pensar que la economía o el derecho del mundo moderno están en manos del personal docente. Hay muchísimos profesionales que, día a día, producen material de saber económico y jurídico fuera de las aulas.

2. La segunda cuestión es que, cuando se habla de utilidad (en nuestro caso de la filosofía), hay que distinguir la actividad útil para quien la lleva a cabo y la actividad útil para otra persona distinta. Hacer ejercicio en un gimnasio será muy útil para la salud del que la hace, pero es completamente inútil (o casi) para los demás. En tales circunstancias, la actividad útil para otro puede encontrar en ese otro una retribución a cambio de su actividad, pero nadie paga por una actividad que sólo es útil para quien la lleva a cabo; su recompensa estará en la propia utilidad que recibe al hacerla.

A un profesor de filosofía no se le paga por dedicarse a pensar: se le paga por dar clase, por educar a otros que tienen necesidad de sus servicios docentes. Así que no hay que confundir utilidad con remuneración. Que nadie pague a un filósofo es normal, si lo que el filósofo tiene que ofrecer no es de utilidad alguna para nadie más que para él.

Y termino recordando que el caso es que nos hallamos en un momento muy propicio para la creación de un nuevo metarrelato, que se hace día a día más necesario. La pena es que, como dice Kierkegaard, vivimos también en un momento en que la originalidad está en caída libre, como en la época helenística; un nivel de los tiempos “muy bajo” que diría Ortega. A veces los profesores de filosofía o similares como Monares parece que piden un reconocimiento social que, francamente, no se han ganado.
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Última Edición: 20 Mar 2011 13:44 por Nolano.
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Re: Papel actual de los filósofos 23 Feb 2011 15:46 #1599

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Siguiendo el curso del hilo, me gustaría incidir sobre lo contradictorio del llamamiento que hace Monares a reivindicar un puesto digno para la filosofía en la sociedad actual y el escaso peso de sus reflexiones. La reflexión filosófica oficial actual va más por recomponer el metarrelato vigente (con su falsa dicotomía liberal/socialdemócrata) que por atreverse a componer uno nuevo. Ése es el mayor problema que le veo yo a los nuevos movimientos sociales (feminismo, indigenismo, ecologismo, antiglobalización...), que no han sido capaces de sustituir de verdad el un tanto obsoleto metadiscurso político actual por otro más aceptable.

Así, nuestro Monares, a lo que parece, no alcanza a mucho más que a un indigenismo de vía estrecha, en el que, por lo demás, incurren con frecuencia nuestros “filósofos" que parecen ser incapaces de salir de lugares comunes y dejar de moverse en la superficialidad y la liviandad conceptual, aunque en este caso se trata de un antropólogo (y no se entienda que cuestiono la antropología como ciencia por criticar la forma superficial que tienen algunos –o muchos- antropólogos de afrontar cualquier asunto que se les ponga por delante).

Voy a poner un ejemplo a raíz del artículo de Monares, para ilustrar cómo veo yo la cuestión. Tomo la siguiente frase de su artículo: “todo grupo humano busca solucionar sus problemas apelando a su propia racionalidad, que puede o no emplear la lógica occidental (pues, la mecánica de razonar, puede seguir diversas reglas generales)”. Francamente, me ha sorprendido bastante enterarme de la existencia de lógicas no occidentales. No soy un gran aficionado a orientalismos y etnicismos varios, por lo que agradecería que alguien más introducido en la cuestión, me indique en qué consistiría alguna de esas lógicas no occidentales que tenga unas reglas generales diferentes de las nuestras. Conozco la existencia, además de la lógica formal clásica, de lógicas trivalentes, modales y otras no-clásicas. Pero lo cierto es que tanto ésas como otras varias, así, la hegeliana (en la que la contradicción no conlleva falsedad) o la lógica cuántica, no son no-occidentales, sino que surgen de pensadores bien insertos en la tradición occidental y profundamente conocedores de la tradición lógica clásica, de la que son herederos aunque intenten perfeccionarla. No es eso, me parece, a lo que se refiere Monares.

El único ejemplo que conozco yo de algo que se puede parecer a lo que apunta Monares, una lógica indígena diferente a la occidental, es el siguiente texto del profesor Luis Vega Reñón, en su libro “Si de argumentar se trata” (ed. Montesinos, 2003, páginas 49-50), que reproduzco, aunque es un poco extenso, por su interés:

En los años 1931-32, Alexander R. Luria investigó las pautas inferenciales vigentes entre los campesinos analfabetos de algunas aldeas de Uzbekistán. Uno de sus informes transcribe una conversación de Luria con Abjurajmán –campesino analfabeto de 37 años que vivía en una aldea apartada-, a ese propósito. Lo que sigue es un extracto a partir de esta pregunta de Luria:

L: En el Norte, donde hay nieve, todos los osos son blancos. Terranova está en el Norte y es un lugar donde hay nieve siempre. ¿De qué color serán los osos allí?

A: Hay animales distintos.

Luria reitera su pregunta inicial.

A: Yo no sé, yo sólo he visto osos pardos, otros no he visto... Cada región tiene animales del mismo color: si la región es blanca, los animales serán blancos también; si es amarilla, amarillos.

L: ¿Y en Terranova? ¿De qué color son los osos allí?

A: Nosotros siempre decimos lo que vemos; lo que nunca hemos visto no lo decimos.

L: Pero de lo que digo, que en el Norte, donde toda la tierra está cubierta de nieve, los osos son blancos, ¿podría deducir de qué color son los osos allí?

A: Si una persona tiene 70 u 80 años y ha visto el oso blanco y lo dice, se le puede creer; yo no lo he visto y por eso no puedo decirlo.

En otra conversación con otro campesino, Rustam –de 47 años y también miembro analfabeto de una comunidad apartada-, acerca de la misma cuestión, Luria insiste:

L: ¿De qué color son los osos en Terranova, en el Norte?

R: Si hubiera una persona de gran experiencia, que viajara por todas partes, a ella le sería fácil contestar a la pregunta.

L: Pero, ¿puede sacar alguna conclusión sobre la base de lo que digo?

R: Quien ha viajado mucho y ha estado en países fríos y lo ha visto todo, puede contestar a esa pregunta: esa persona sabe de qué color son todos los osos.


Merece la pena reflexionar sobre este caso (y, si alguien conoce algún otro de “lógica indígena”, sería muy útil que también lo trajera aquí para ampliar la perspectiva) antes de hablar alegremente de lógicas no-occidentales como alternativa a una etnocéntrica lógica occidental. Debo reconocer que, al leer la primera entrevista, a mí me pareció que Abjurajmán era deficiente mental (no necesariamente congénito, sino tal vez debido a la falta de práctica en el desarrollo de las facultades deductivas más básicas). Al ver que otros uzbekos responden lo mismo, la cuestión alcanza niveles generalizables. ¿Qué pasa aquí? ¿Realmente algo como el modus ponens (cuya fórmula es la que proponía Luria a los uzbekos) es un rasgo cultural que pertenece sólo a occidente? ¿Lo que llamamos pomposamente “deducción natural” en lógica formal es sólo “deducción occidental”? ¿Es la lógica de los uzbekos tan “razonable” como la nuestra? ¿Sólo un etnocéntrico irredento es capaz de deducir de las premisas de Luria que los osos en Terranova son blancos?
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No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
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Re: Papel actual de los filósofos 17 Mar 2011 14:41 #1924

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Una vez más, creo que el debate parte de una confusión en el lenguaje provocada por la errónea concepción que Andrés Monares tiene de la lógica o del razonamiento lógico. La facultad de razonamiento es intrínseca a todo ser humano y va asociada a nuestra capacidad lingüística. La cuestión es distinguir entre si un razonamiento es lógico o no lo es, y no adjetivarlo como occidental, oriental, indígena, etc. Y una consecuencia de todo razonamiento lógico es que nos permite sin necesidad de recurrir a la experiencia poder deducir a partir de un análisis un sinfín de situaciones o problemas y determinar su validez o invalidez. Frente a este tipo de razonamiento está otro que es informal en el que entran en juego la experiencia que uno posee, el contexto en que se sitúa y que empleamos en la vida cotidiana y que no se limita a la capacidad para argumentar.

Por otro lado, y al hilo del ejemplo de los campesinos de Uzbekistán aportado por Nolano, me gustaría reseñar la importancia que el analfabetismo juega en la organización cerebral de la actividad cognoscitiva, puesto que genera mucha dificultades a la hora de afrontar los razonamientos lógicos. La alfabetización además de operar como un amplificador cultural que permite a las personas un control de un mayor número de recursos hace que el procesamiento de información sea más abstracto, mientras que el lenguaje oral tiene una mayor depedencia del contexto.

En cuanto a la posibilidad de hablar de diferentes lógicas, recuerdo haber estudiado algo sobre la escuela Nyāya en la asignatura de “Sabidurías Orientales” pero, visto lo expuesto aquí por Nolano, no podría aventurarme a señalar que su lógica sea diferente a la lógica formal de raíz aristotélica.

La escuela Nyâya es una de las seis escuelas principales que conforman la filosofía hindú (las restantes son Vaisheshika, Sâmkhya,Yoga, Mimânsa y Vedânta). Su metodología está basada en un sistema lógico-epistemológico, cuyo esquema inferencial se caracteriza por cinco pasos bien definidos. Hay un ejemplo que es tomado como cabecera para explicar el silogismo Nyāya en esos cinco pasos:

1.- Primera afirmación: El objeto A se mueve.
2.- Razón: porque se le ha aplicado una fuerza.
3.- Ejemplo por analogía: cada vez que se le aplica una fuerza a un objeto, este se mueve (si se amarran bueyes a una carreta, esta se mueve).
4.- Segunda Afirmación: al objeto A se le ha aplicado una fuerza.
5.- Conclusión: el objeto A se mueve.

Si sustituimos el objeto A por X, como objeto genérico tendríamos que:
- P(X): X se mueve
- F(x): a X se le aplicó una fuerza.

Entonces el enunciado F(X) es verdadero cada vez que la variable X, se sustituye por una constante A, tal que F(A) es verificable experimentalmente.

Por tanto, tenemos que:

1.- P(A): Afirmación no probada.
2.- F(A): Causa que se le atribuye para que ocurra P(A)
3.- (∀X) [F(X) → P (X)] :Por ejemplo: F(B ) → P(B )
4.- F(A): del caso general se vuelve al caso concreto objeto de examen.
5.- P(A): Conclusión.

El silogismo ¿podría quedar formulado de este modo?:
{(∀X) [(F(X) → P(X)] ^ FX)] → P(X)} → {[(F(A) → P(A)) ^ F(A)] → P(A)}
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Re: Papel actual de los filósofos 17 Mar 2011 19:30 #1926

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Muy interesantes tus observaciones, Rafel, como siempre. Efectivamente, creo que podemos concluir que la lógica Nyaya y la lógica occidental son mutuamente reductibles. Sin perjuicio de que alguien aporte aquí más adelante un contraejemplo de “lógica no occidental” que me obligue a replantear todo el asunto, podemos dar por sentado provisionalmente que no existe tal cosa. Eso convierte la afirmación de Andrés Monares en una afirmación sin justificación (al menos filosófica) alguna. No es ésa una buena base para levantar una reivindicación de la importancia de la filosofía en el mundo moderno.

Pero este tipo de “consignas” aparentemente antioccidentales creo que no son gratuitas, que tienen alguna intención; y eso es lo que nos interesa aquí como filósofos: a qué metarrelato responden esos “pensamientos encapsulados”, esos lugares comunes que van soltando por ahí alegremente los tertulianos radiofónicos del mundo y sus émulos. ¿A qué intereses responden, realmente?

Creo que puede ser productivo reflexionar un poco más sobre nuestro ejemplo de los uzbekos. Apuntas muy acertadamente, Rafel, que el estudio de Luria debía tener por objeto la investigación de la influencia del analfabetismo y el aislamiento cultural sobre la capacidad de inferencia de las personas. He buscado Luria en la Wikipedia y se trata de un eminentísimo neuropsicólogo ruso; así que sus investigaciones debían ir por ahí, No creo que tuviera tiempo que perder riéndose de los pobres uzbekos. El ámbito de investigación de Luria no nos interesa aquí, sin embargo. Voy a reproducir lo que dice Vega Reñón (págs. 50-52 del libro citado) comentando la experiencia de Luria, que sí nos lleva al terreno que nos importa:

Dejemos al margen el asunto de si el informe de Luria es fidedigno, así como otras cuestiones antropológicas que no interesan mucho aquí. Importa más reparar en la aparente impresión de incomunicación que se desprende del informe: digo ‘aparente’ porque Luria y sus interlocutores son conscientes de moverse en ‘mundos’ diferentes y, con todo –pese a las diferencias, pero gracias a su conciencia de ellas- conversan y se entienden. También es importante observar que ambas partes mantienen una confrontación –obvia a los ojos del lector u observador- entre dos contextos intencionales y dos dimensiones discursivas e inferenciales diversas. Luria se propone comprobar si sus interlocutores comprenden y usan el Modus Ponens, un patrón de deducción que se supone elemental en clase de lógica, y sus preguntas e incitaciones van en esa dirección: qué se deduce de unas premisas dadas. Sus interlocutores toman, en cambio, la pregunta como una cuestión acerca del color de los osos en Terranova y sus respuestas son congruentes con esta interpretación, al tiempo que juzgan que la cuestión sólo podría dirimirse por noticias dignas de crédito –i.e. procedentes de una persona acreditada- (según Abjurajmán), o por experiencia propia (según Rustam); de este modo eluden o ignoran el valor de prueba que pueda tener una deducción puramente lógica”.

Vega Reñón, por lo tanto, apunta un primer dato que, por otro lado, Rafel ya había hecho notar, que Luria y los uzbekos se entienden, o, como dijo Rafel, que “la facultad de razonamiento es intrínseca a todo ser humano y va asociada a nuestra capacidad lingüística”. Si eso es así ya tenemos un punto de partida que apunta hacia una comunidad lógica en la humanidad.

Pero me voy a permitir discrepar de Vega Reñón en un aspecto importante. Vega habla de “dos dimensiones... inferenciales diversas”. Yo no estoy tan seguro de eso. En efecto, en mi opinión, tanto Abjurajmán como Rustam utilizan el modus ponens en su discurso, aunque sea tácitamente:

1. Si X (una persona de 70 u 80 años) ha visto el oso blanco, entonces sabe que hay osos blancos.
2. Pero X ha visto al oso blanco.
Luego X sabe que hay osos blancos (se le puede creer si lo afirma).

1. Si X (una persona que ha viajado mucho y ha estado en países fríos) ha visto todos los osos, entonces sabe de qué color son los osos de Terranova.
2. Pero X ha visto todos los osos.
Luego X sabe de qué color son los osos en Terranova.

¿Por qué, entonces, no son capaces de dar a Luria una respuesta a estas dos premisas?

1. Si el hábitat de los osos es nevado, entonces los osos son de color blanco.
2. Pero en Terranova el hábitat es nevado.
Luego los osos son de color ¿?

En mi opinión no hay ahí ninguna incapacidad para realizar una inferencia utilizando el modus ponens, ni los uzbekos utilizan una lógica diferente a la occidental en cuya virtud de las dos premisas no puedan obtener la conclusión obvia de que los osos en Terranova son blancos. La falta de respuesta de los uzbekos creo que tiene que obedecer a otros motivos. En concreto, me parece que se trata de un mecanismo de autodefensa. Es el fenómeno conocido del amigo guasón que se nos acerca y nos plantea un problema aparentemente sencillo y nos pide una solución; aunque nos parezca evidente la respuesta al problema que nos plantea, nos quedamos callados, no sea que el problema tenga trampa y el amigo se ría a nuestra costa.

Es frecuente entre la gente ignorante que, cuando trata con una persona más cultivada, se muestra extremadamente cautelosa, un poco temerosa de meter la pata y de que el “intelectual” se ría de ellos; prefieren adoptar el papel de ignorante que el papel de objeto de burla. Me imagino a los uzbekos ante un neuropsicólogo venido de Moscú, con el apoyo de todas las autoridades locales, que les hace una pregunta aparentemente sencilla, que hasta parece que tiene trampa de lo fácil que es. Si mi hipótesis es correcta, la cuestión pasa a ser, pues, la que planteé al principio de este mensaje: ¿Qué función cumple, en términos de metarrelato interpretativo acerca de nuestra propia realidad actual, ese “pensamiento encapsulado” (asumido sin reflexión previa alguna) de la “lógica no-occidental”? En mi opinión tiene una clara función de perpetuar las relaciones de dominio de hecho del primer mundo sobre el tercer mundo.

Tomemos el ejemplo de los osos blancos de Terranova. Si afirmamos que el uzbeko, con su lógica propia, es incapaz de entender que, sin haber estado en Terranova, los osos de Terranova son blancos, estamos afirmando que es incapaz de entender por qué los osos de los territorios helados son blancos. Evidentemente, eso le incapacita para entender la teoría de la evolución, y obviamente, será congénita o culturalmente incapaz de estudiar biogenética. Si necesita una vacuna o un antibiótico necesitará que se la suministre un “occidental”, ya que él, con su “lógica” no-occidental, será incapaz de fabricar medicamentos para combatir enfermedades básicas y que hoy en día en occidente tienen fácil cura. Por supuesto, será incapaz de manejar un aparato de radiología. Y tampoco podrá beneficiarse, si no se lo da un occidental, de semillas más resistentes y productivas que podrían erradicar las hambrunas de ciertas zonas del planeta. Naturalmente, su “lógica” no occidental le impedirá construir una planta potabilizadora de agua, si no se la facilita un occidental, cuya “lógica” sí le permite contar con aparato deductivo suficiente para comprender los procesos físico-químicos implicados en ese tipo de instalaciones. Y un uzbeko no podrá construir puentes, o lo hará de forma totalmente ineficiente, pues hasta que no lo haya probado experimentalmente, no sabrá cuánto peso va a resistir el puente proyectado.

No creo que haga falta seguir: ese “pensamiento encapsulado” de la “lógica no occidental” condena a los uzbekos al subdesarrollo sempiterno y a la dependencia de los técnicos occidentales para llevar algo que se parezca a lo que hoy consideramos una vida digna. Ese lugar común de la “lógica” no occidental convence a los uzbekos de su incapacidad para hacer lo que hacen los occidentales; y convence a los occidentales de la incapacidad de los uzbekos para hacer lo que hacemos nosotros. Por mi parte, creo que no hay una incapacidad congénita en los uzbekos para entender cualquier proceso científico-técnico con la misma facilidad que cualquier occidental. Creo que el subdesarrollo no procede de esa “lógica no occidental” que lleva al habitante del tercer mundo a ser incapaz de tener a su alcance los mismos adelantos que nosotros. En mi opinión es sencillamente la falta de instrucción (analfabetismo) y la carencia de capitales e infraestructuras lo que perpetúa las situaciones de dominio y explotación en el mundo.

Por desgracia, no dispongo de un metarrelato alternativo al vigente; ése es el gran reto filosófico contemporáneo, en mi opinión. Por lo tanto, sólo puedo limitarme a hacer una crítica parcial al metarrelato vigente. Que no es poco, pues otros se tragan el metarrelato “políticamente correcto”, y lo repiten a diestro y siniestro, sin análisis crítico alguno.
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Re: Papel actual de los filósofos 17 Mar 2011 19:49 #1928

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Comparto las conclusiones de tu último mensaje, Nolano. El tratar de abogar, utilizando tus palabras, por una “comunidad lógica en la humanidad” está en las antípodas de todo prejuicio etnocéntrico. Por contra, la idea de concebir una distinción entre una lógica occidental y otra no occidental, ¿no es acaso otro modo de discriminación?

Estoy a favor del respeto a la pluralidad cultural y social y a la idea de no imposición de valores, pero ello no nos debe llevar al fatídico extremo de ver diferencia y contraposición donde no la hay.
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