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TEMA: Estética analítica y Estética francfortiana

Estética analítica y Estética francfortiana 03 Nov 2011 12:09 #5131

  • Nolano
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En el hilo precedente de esta misma categoría dedicada a la asignatura Estética hice un intento de clarificar la teoría estética de la Escuela de Fráncfort, de acuerdo con la exposición llevada a cabo por Noël Carroll en su libro Beyond Aesthetics. Ello me servirá de punto de partida para comentar la crítica que Marchán Fiz realiza de las concepciones estéticas propias de la llamada “filosofía analítica”.

En las páginas 27-31 de los apuntes de la asignatura Marchán confronta las teorías estéticas de las tres corrientes filosóficas predominantes actualmente, criticando la de la filosofía analítica y la de las que denomina “estéticas fenomenológico-hermenéuticas”. No me voy a ocupar de la crítica a esta última, pues no despierta en mí un afecto especial, por lo que aquí lanzo el guante para quienes compartan esa forma de filosofar y quieran intervenir en el debate; por lo tanto, baste de momento con consignar la debilidad de la crítica de Marchán, que toma pie de la frase de Gadamer “La Estética debe subsumirse en la Hermenéutica” para criticar que esta corriente acaba disolviendo la Estética. Como si eso, de por sí, descalificara esa opción, cuando es evidente que eso sólo es un problema para quien ostenta una cátedra de Estética, pues, disuelta esta disciplina, desaparecerá su cátedra. Pero eso no es argumento alguno para quienes no nos ganamos la vida de esa forma y exigimos algo más sustancioso para decidir si es aceptable o no esa disolución de la Estética en algo de más amplia perspectiva como puede ser la hermenéutica.

Centrándonos ya en la teoría estética de la filosofía analítica, voy a abordar la cuestión en tres apartados: la crítica de Marchán a la estética analítica, la crítica analítica a la estética de Fráncfort y, finalmente, una elucidación de los puntos básicos que pueden fundamentar una filosofía analítica del arte. Todo ello tomando como base la exposición de Noël Carroll en el libro citado.

1) Marchán acude, para criticar la filosofía analítica del arte, a una de esas etiquetas al uso que parece que no requieren de más para descalificar al oponente: la filosofía analítica es “neopositivista”; hasta cinco veces se utiliza esa etiqueta en las apenas cuatro páginas que comentamos. ¿Y en qué se concreta ese “neopositivismo?
Marchán nos explica que “en el mundo anglosajón los análisis no parecen atañer tanto a las experiencias estéticas y los objetos artísticos (...) cuanto a las proposiciones mismas, al lenguaje en el que se habla sobre arte y estética. (...) y, justamente, si algo ponían en duda Ogden y Richards y, posteriormente, A.J. Ayer, era la posibilidad misma, lo gratuito y acientífico de las definiciones estéticas” (p. 27). Pero eso es sumamente impreciso. En realidad, creo que los análisis no atañen (o no principalmente) a las “proposiciones mismas”, sino a los conceptos o términos que se utilizan en tales proposiciones; es decir, a lo que Frege llamaba la “referencia”. Lo que siempre ha rechazado la filosofía analítica no son las proposiciones como tales (siempre que tengan sentido, es decir, estén gramaticalmente bien formadas), sino la pertinencia de proferir enunciados construidos con conceptos sin referencia (o al menos sin una referencia clara e identificable). En consecuencia, no es cierto lo que afirma Marchán sobre que los análisis no atañen a “los objetos artísticos”.
En efecto, en la crítica de N. Carroll a ciertos conceptos de la “experiencia estética” el recurso que utiliza es el de confrontar precisamente los enunciados básicos de tales concepciones con las “obras de arte”: si el concepto propuesto de experiencia estética por tal o cual teoría no puede hacerse extensivo a todos los objetos que podemos reconocer como obras de arte, la teoría subyacente a ese concepto de “experiencia estética” resulta inválida, según Carroll. Y viceversa, tampoco es válido un concepto de experiencia estética que incluya como objetos capaces de producir dicha experiencia algunos que, sin embargo, no son reconocidos como obras de arte.
Así pues, en mi opinión, lo que está en conflicto son dos concepciones diferentes del arte y la estética. Para Marchán lo estético es un concepto intensivo, que tiene una validez propia e independiente de los objetos de arte. Para la filosofía analítica, en cambio, se trata de identificar como referentes los “objetos de arte” y la estética se construiría extensivamente como conjunto formado por tales referentes. El concepto de estética como algo independiente, más allá de las propias obras de arte sin las cuales incluso podría sobrevivir la propia estética como a priori, pues, queda superado.

2) Ahora podemos abordar, desde este punto de vista analítico, la crítica a las teorías estéticas francfortianas, que parecen ser las preferidas por Marchán. Como ya vimos, la estética en esta concepción parte de la idea kantiana de que la Crítica del juicio versa sobre un campo intermedio, pero separado de los otros dos (el especulativo y el práctico), de uso de la razón.
Una primera objeción de Carroll es que esa separación del gusto respecto del entendimiento, de la razón estética y la razón instrumental, no puede sostenerse. En primer lugar, porque no toda obra de arte se presenta despojada de interés, y no son infrecuentes objetos de arte construidos con fines utilitarios. Y en segundo lugar, porque forma parte de toda experiencia estética concreta vinculada a una obra de arte concreta una primera fase de “categorización” de la obra de arte, de su encuadramiento en una clasificación categorial; siendo precisamente las categorías uno de los elementos predeterminados cruciales en la configuración de la razón especulativa kantiana y siendo, por tanto, precisamente uno de los objetivos principales de la concepción estética francfortiana la ruptura de las antiguas categorías para abrir la razón a otros mundos posibles. Nunca hay, en la experiencia estética de la obra de arte, ni plena libertad de intereses ni libre juego cognitivo.
Y esa crítica respecto a las premisas básicas de esta concepción estética, se ve complementada por otra referente ya a su propio planteamiento de fondo. Dice Carroll: “Creo que se trata más bien de convertir la experiencia estética en un símbolo de la libertad en un mundo que carece de ella. Eso implica que se hipostaticen selectivamente procesos mentales complementarios como la libre imaginación y el razonamiento comprensivo, proyectándose tales procesos a su vez de una forma exageradamente simplificada sobre las tendencias sociales conflictivas, explotando constantemente las ambigüedades asociadas a los sentidos propios de la palabra «libertad». Dicho de otra forma, todo eso consiste en adueñarse de las oposiciones simbólicas binarias disponibles, los procesos mentales y las fuerzas sociales vinculadas con aquéllos y proponer un despiece teórico de todo ello de forma que resulten empíricamente irreconocibles”. En resumen, que siempre sería posible, en ese proceso de agrupación y posterior “despiece”, asociar cualquier creación artística a cualesquiera situaciones o proyectos (incluso contradictorios), sin que se sea capaz de establecer un vínculo sólido y riguroso entre la obra empíricamente presente y la situación asociada a ella. (Y un buen ejemplo puede ser la especulación velazquiana en que me entretuve en mi hilo anterior.)

3) Como vemos, la crítica de Carroll es severa, pero no carece de importantes argumentos en su favor. Harina de otro costal es presentar, a su vez, una teoría alternativa de la “experiencia estética”. Carroll llama a la suya “concepción deflacionista”, y se basa, como es característico de la filosofía analítica, en el análisis de lo que normalmente se entiende por “experiencia estética”.
Así, con carácter no excluyente, Carroll identifica como rasgos que ordinariamente asociamos a la experiencia estética, dos: la apreciación formal y el reconocimiento de calidades expresivas y/o estéticas. Pero ambas cosas no tienen por qué darse simultáneamente frente a la obra de arte, incluso puede haber experiencias estéticas carentes de ambas, o concurrir otros elementos diferentes en determinadas experiencias estéticas. Por otro lado, la experiencia estética no sería la única posible ante una obra de arte, sin que, por eso, dicha obra deje de ser arte. Se contrapone esta concepción deflacionista con “las teorías estéticas del arte que definen la intención de provocar experiencias estéticas como la quiddidad misma de todo arte (...) La tendencia que continúa asociando toda respuesta apropiada al arte a la experiencia estética no es, a mis ojos, más que un residuo confuso de las teorías estéticas del arte”.
En resumidas cuentas afirma Carroll que “las obras de arte exigen, reclaman o prescriben respuestas de tipos variados, cuya pertinencia radica principalmente en consideraciones caso por caso. Querer considerarlas todas como experiencias estéticas o reservar esa etiqueta sólo para algunas sólo puede producir confusión y amargura”.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 03 Nov 2011 13:55 por Nolano.
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