Bienvenido, Invitado
Nombre de Usuario: Contraseña: Recordarme
  • Página:
  • 1

TEMA: Sobre "El ser y la nada" de Sartre

Sobre "El ser y la nada" de Sartre 25 Nov 2011 22:11 #5490

  • Nolano
  • Avatar de Nolano
  • DESCONECTADO
  • Escolástico
  • Mensajes: 4002
  • Gracias recibidas 3982
Os reproduzco algunas cosas que han ido surgiendo en el curso virtual de la asignatura, sobre la lectura de esa obra de Sartre, que pueden ser de interés para alguien que en el futuro le hinque el diente a "El ser y la nada".

Una alumna preguntó a la profesora, sobre la contradicción que ella (la alumna) veía en "negaciòn de la nada", porque: ¿Còmo se puede negar aquello que no es?.

No reproduzco la contestación de la profesora (pues no cuento con autorización para ello), pero se deduce, creo, de lo que yo mismo dije en el foro:
Si se me permite intervenir en esta cuestión, y corríjame si me equivoco en mi interpretación, profesora, aun compartiendo su opinión de que no hay contradicción en la expresión “la negación de la nada”, tal como usted la interpreta, yo creo que eso no se contesta del todo con su afirmación de que “una cosa es la nada y otra la negación”. Pues ¿es lo mismo la “negación de la nada” por la que pregunta X [la alumna] que la “néantisation du néant”, que es lo que responde la profesora?

Por lo que preguntaría X [la alumna] es por una presunta “négation du néant”, y no es lo mismo, me parece, en Sartre, “négation” que “néantisation”. En efecto, Sartre comienza el primer capítulo refiriéndose a la interrogación, que abre la perspectiva de la negación (de una posible respuesta negativa a una pregunta). En principio, la “négation” se presenta como un “juicio negativo”, pero de ahí pasa Sartre a establecer la naturaleza ontológica de la negación (en contra de Kant que mantiene los juicios negativos en un nivel puramente gnoseológico). Y creo que X [la alumna] tendría razón en que no se puede “negar la nada”, y Sartre expresamente lo dice también así, a sensu contrario: «Car la négation est refus d’existence. Par elle, un être (ou une manière d’être) est posé puis rejeté au néant) » (utilizo la edición francesa, Gallimard, 2006; la frase que cito está en el penúltimo párrafo del número II del primer capítulo). Es decir, la negación es un rechazo de la existencia, de un ser que es arrojado a la nada y de ahí surge ésta, la nada; lo que se niega es la existencia, el ser, no la nada. No sería posible negar la nada. Convendría que X [la alumna] nos dijera en qué lugar de la obra de Sartre ha leído lo de la “negación de la nada”; yo no he encontrado por ningún sitio esa expresión.

Ahora bien, diferente de la “négation” es la “néantisation” (que me voy a permitir traducir por “nadificación”, es decir, hacer efectiva la nada); aquélla, la negación, está en el origen de ésta, la nadificación. La negación niega el ser, como hemos visto, y por eso abre la vía de la “nadificación”, es decir de la aparición de la nada en el mundo contra un fondo de ser. Y si, efectivamente, una “negación de la nada” por la que pregunta X [la alumna], sería contradictoria, no lo es una “nadificación de la nada”. El juicio negativo ha sido ontologizado por Sartre y reconvertido en una nadificación, consistente en la aparición de la nada en el mundo por la acción de un ser (el hombre) negador y, por ello, nadificador: «... le néant ne se néantise pas, le néant “est néantisé”. Reste donc qu’il doit exister un être –qui ne saurait être l’en soi- et qui a pour proprieté de néantiser le néant, de le supporter de son être, de l’étayer perpétuellement de son existence même, un être par quoi le néant vient aux choses » (segundo párrafo del número V del capítulo primero); es decir: «... la nada no se nadifica, la nada “es nadificada”. Así pues debe existir un ser –que no puede ser el en-sí -, que tiene como propiedad la de nadificar la nada, sostenerla con su ser, apuntalarla permanentemente con su existencia misma, un ser por el que la nada llega a las cosas».

La profesora contestó diciendo que prefería traducir néantisation por "nihilización".

Mi contestación fue la siguiente:
Muchas gracias por su respuesta, que creo que ratifica que mi lectura de Sartre iba por buen camino.
La justificación de por qué prefiero traducir "néantisation" por "nadificación": La palabra "néantiser" (como su derivado "néantisation") no existe en francés y es una creación del propio Sartre (como alguna otra, por ejemplo, "négatité"). Por lo tanto, habrá que crear una palabra en español para su traducción. "Néantiser" es evidentemente un derivado de "néant", "nada"; ciertamente podríamos elegir en vez de "nada", para formar la palabra, el latino "nihil"; pero si Sartre, pudiendo hacerlo, escogió "néantiser" y no "nihiliser", no veo razón para acudir al latín, pudiendo formar una palabra derivada de "nada", como mi "nadificar", que creo que respeta más el espíritu etimológico sartriano.

La profesora, entonces, propuso "anonadar". Mi respuesta:
"Anonadar" es una palabra que no me disgusta del todo, pero tiene algún inconveniente como candidata a traducir "néantiser".
Naturalmente, creo que aquí no importa tanto la cuestión filológica como la cuestión filosófica de captar el sentido de lo que dice Sartre.
El problema de "anonadar" (o "aniquilar", ambas significan "reducir a la nada") es que tiene un equivalente en francés: "anéantir". ¿Por qué, entonces, Sartre crea una palabra nueva, inexistente hasta entonces en el habla francesa, "néantiser", en vez de utilizar "anéantir"? Para mí está claro que es porque Sartre piensa que ambas palabras no significan lo mismo.
En efecto, "anéantir" (anonadar) es reducir algo a la nada. Una cosa era y, tras un proceso de anonadamiento, pasa a no ser, desaparece. Pero el proceso de "néantisation", tal como yo lo entiendo, es algo bastante diferente: es traer la nada al mundo sobre un fondo de ser; la "néantisation" no destruye, antes al contrario, enriquece el ser, que antes era pura positividad, ser en-sí, y pasa a estar preñado de las posibilidades que en dicho ser abre el hombre mediante el proceso de "néantisation".
Por eso creo que hay que habilitar una nueva palabra en nuestro idioma (como Sartre la creó en francés), no por capricho, sino para dar entrada a un concepto nuevo, que, como tal, merece un nombre nuevo.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Última Edición: 25 Nov 2011 22:14 por Nolano.
El administrador ha desactivado la escritura pública.
Los siguientes usuarios han agradecido: Kierkegaard

Re: Sobre "El ser y la nada" de Sartre 26 Nov 2011 01:13 #5492

Para que después digan que Sartre era anti-metafísico...
¿Podría decirme que camino debo tomar para irme de aqui? preguntó Alicia; "eso depende, en mucho, del lugar al cual quieras ir" contestó el gato. "No importa mayormente el lugar" ; "en tal caso, poco importa el camino" "...con tal de que lleve a alguna parte..." "puedes estar segura de que todos...
El administrador ha desactivado la escritura pública.

Re: Sobre "El ser y la nada" de Sartre 27 Nov 2011 13:48 #5501

  • Nolano
  • Avatar de Nolano
  • DESCONECTADO
  • Escolástico
  • Mensajes: 4002
  • Gracias recibidas 3982
Efectivamente, Genio maligno, Sartre es sin duda un metafísico, y no en el sentido débil de la palabra, sino un ontólogo con todas las de la ley (el subtítulo de “El ser y la nada” es “Ensayo de ontología fenomenológica”). Lo que ocurre es que, como advierte Copleston, el hecho de haber sido un gran literato, novelista y dramaturgo, despista a algunos; pero Sartre es un pensador serio, riguroso y sumamente competente, como dice el mismo Copleston. No obstante, en mi opinión, y como explicaré al final, la ontología sartriana está al servicio de una prioridad de orden moral, que creo que es el primario de sus intereses.

Las disquisiciones terminológicas que me han ocupado en los mensajes anteriores me permiten establecer las diferencias entre la filosofía de Sartre y la de Heidegger, que radican precisamente en su concepción de la nada, tal como éste último la expone en su obra “¿Qué es metafísica?” (utilizaré la traducción clásica de Xavier Zubiri, que está disponible en ¿Qué es metafísica?; las traducciones de las citas de Sartre son mías). Veamos las diferencias principales entre Heidegger y Sartre sobre la cuestión de la nada.
Heidegger escribió:
“¿Hay nada solamente porque hay no, porque hay negación? ¿O no ocurre, acaso, lo contrario, que hay no y negación solamente porque hay nada? (...) Nosotros afirmamos: la nada es más originaria que el no y que la negación”.
Sartre escribió:
“Porque la negación es rechazo de la existencia. Por ella, un ser (o una forma de ser) es puesto y después rechazado a la nada”

Así pues, mientras que, para Heidegger, la nada precede a la negación, para Sartre, la negación precede a la nada. Naturalmente, la nada y la negación se producen simultánea e instantáneamente; pero, a efectos analíticos explicativos, hay que establecer cuál de las dos es más originaria, si la negación o la nada. Para Heidegger la negación deriva de la nada; para Sartre, la nada de la negación. Por eso:
Heidegger escribió:
“La nada misma anonada”.
Sartre escribió:
“La nada no se nadifica, la nada ‘es nadificada’”.

Por ello no podemos traducir la “néantisation” sartriana por “anonadamiento”, que es, sin embargo, la palabra adecuada en Heidegger. En éste es la nada misma, que está fuera del hombre, la que se hace patente a éste, mientras que en Sartre es el propio hombre quien hace advenir la nada al mundo.

La cuestión tiene gran importancia, pues el papel del hombre en la concepción heideggeriana es meramente pasivo, mientras que en la concepción sartriana es completamente activo. Eso hace que el hombre sartriano sea estrictamente individual, que cada uno sea responsable de su propia interrogación y de su propia acción, responsabilidad que no puede descargar en nadie más que sobre sí mismo, que responde tanto de sus acciones como de sus inacciones. En cambio el hombre heideggeriano puede sin problema ser trasladado desde su propia individualidad hacia otras identidades menos personales; por eso, en palabras de Habermas en este Enlace, tras la subida de los nazis al poder, en 1933, “Heidegger se limita a llenar de un nuevo contenido los conceptos básicos de su ontología fundamental, sin tocarlos en su estructura. Si hasta entonces había utilizado inequívocamente el término «Dasein» para referirse al individuo existencialmente aislado al hablar de «precursar la muerte», lo que ahora hace es sustituir este Dasein «en-cada-caso-mío» por el Dasein colectivo del pueblo «nuestro-en-cada-caso» que en su existir ha de saber afrontar, y hacerse con, su destino»”. El Dasein, en su pasividad e irresponsabilidad, tanto puede identificarse con el individuo aislado como con el individuo-grey o el individuo-pueblo, pues nada obliga a que se enfrente al ser/nada de Heidegger por sí solo.

Creo que puede entenderse en este contexto la interpretación heideggeriana del ser parmenídeo. Para Sartre el ser es pura positividad, se trata de un ser compacto, macizo, homogéneo, granítico, parmenídeo (en el sentido tradicional de la interpretación de Parménides). Frente a esta primera vía del poema, aparece el hombre que abre la segunda vía, la de la opinión (en lenguaje sartriano: la de la "nadificación"), y es ésta la que “agrieta” el ser, la que lo abre al discurso y la libertad humana. Sin embargo, en la visión de Heidegger, el ser no es monolítico, sino que está entreverado por la nada, si bien esa nada se nos presenta, prima facie, oculta:
Heidegger escribió:
“La nada no nos proporciona el contraconcepto del ente, sino que pertenece originariamente a la esencia del ser mismo. En el ser del ente acontece el anonadar de la nada. (...) la nada, con su originariedad, permanece casi siempre disimulada para nosotros”.

La primera vía del poema de Parménides no es, por tanto, distinta de la segunda, como quiere la interpretación tradicional, sino que la nada, el no-ser, ya está implícita, mezclada con el ser, en la primera vía que, por tanto, no presenta ruptura, sino continuidad con lo que se afirma en la segunda.

Estas diferentes posiciones ontológicas tienen también importantes consecuencias morales.
Sartre escribió:
“La angustia se diferencia del miedo en que el miedo es miedo de los seres del mundo y la angustia es angustia delante de mí. El vértigo es angustia en la medida en que lo que yo temo no es caer en el precipicio, sino arrojarme a él. Una situación que provoca el miedo en tanto que amenaza modificar mi vida y mi ser desde fuera provoca la angustia en la medida en que yo desconfío de mis propias reacciones ante esta situación”.
Heidegger escribió:
“Angustia es radicalmente distinto de miedo. (...) El miedo de algo es siempre miedo a algo determinado. (...) Es verdad que la angustia es siempre angustia de..., pero no de tal o cual cosa. (...) Sin embargo, esta indeterminación de aquello de que y por que nos angustiamos no es una mera ausencia de determinación, sino la imposibilidad esencial de ser determinado.”

Como vemos, la angustia de Heidegger tiene su origen en un hombre enfrentado a una nada que está ahí, frente a él, anonadando. El hombre, en la ciencia se siente seguro, pues la ciencia rechaza la nada, la indeterminación, y se queda sólo con el ser, con la determinación; pero el hombre metafísico sí descubre esa nada que está oculta o disimulada en el ser. Y eso le produce angustia.

En cambio, para Sartre, es el propio hombre el que, enfrentado a la pura positividad del ser, está constitutivamente obligado (en realidad, "condenado") a traer la nada al mundo, y eso le abre la inmensa responsabilidad de estar a la altura con sus actos (o su inacción), pues mediante ellos decide sobre el mundo.

El modelo moral del hombre sartriano es el individuo responsable de sus actos, el individuo que establece sus propios valores, y actúa conforme a ellos; y el modelo de la antimoralidad es el hombre que se refugia en valores dados por otros, en la moralidad colectiva, actuando de “mala fe”, pues obra en el mundo con valores ajenos, alienantes, renunciando, en un intento de mitigar su angustia (su propia responsabilidad personal), a actuar según sus propios valores libremente decididos por él en su soledad individual.

Sin embargo, la escala moral de Heidegger es ésta, donde el último escalón lo ocupa el “temerario”, o lo que es lo mismo, el irresponsable:
Heidegger escribió:
La angustia está ahí: dormita. Su hálito palpita sin cesar a través de la existencia: donde menos en la del “medroso”; imperceptible en el “sí, sí” y “no, no” del hombre apresurado; más en la de quien es dueño de sí; con toda seguridad, en la del radicalmente temerario. Pero esto último se produce sólo cuando hay algo a que ofrecer la vida con objeto de asegurar a la existencia la suprema grandeza.
La angustia del temerario no tolera que se la contraponga a la alegría ni mucho menos a la apacible satisfacción de los tranquilos afanes: Se halla -más allá de tales contraposiciones- en secreta alianza con la serenidad y dulzura del anhelo creador.

¿Se puede encontrar mejor soporte filosófico para el lema fascista “Me ne frego!” del que hablé en este hilo?
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Última Edición: 29 Nov 2011 11:45 por Nolano.
El administrador ha desactivado la escritura pública.
Los siguientes usuarios han agradecido: Kierkegaard

Re: Sobre "El ser y la nada" de Sartre 30 Ene 2013 18:01 #11663

  • Kierkegaard
  • Avatar de Kierkegaard
  • DESCONECTADO
  • Escolástico
  • Mensajes: 2185
  • Gracias recibidas 1790
Fantástico tu análisis, Nolano.

He disfrutado bastante con la lectura de Sartre. A pesar de que le atribuyen un carácter algo complejo en esta su obra más metafísica, no puede evitar dejar caer destellos del gran escritor que fue, con perlas como la que citas de que “El vértigo es angustia en la medida en que lo que yo temo no es caer en el precipicio, sino arrojarme a él”. Qué sugerente y sencillo.

El contraste entre Sartre y Heidegger al que apuntas en este hilo se da en numerosas cuestiones, implícitamente como has mostrado aquí, y evidentemente en casos mucho más explícitos, como sucede en El existencialismo es un humanismo del francés y la respuesta del alemán en Carta sobre el humanismo. Añado una vuelta de tuerca sobre estas mismas referencias, remontándome unos cuantos siglos:

Ya ha quedado claro que la ontología dualista sartriana entre un ser-en-sí como pura positividad y un ser-para-sí que opera sobre él con capacidad para “nadificar” o "nihilizar" permite a Sartre sustentar su perspectiva ética: la libertad de este ser-para-sí es absoluta y previa a la construcción de la esencia del hombre, de lo que haya de ser-en-sí. El hombre es así pro-yecto, con un claro paralelismo de “la vida como quehacer" en Ortega y Gasset, el cual también abrazaba la idea de que estamos condenados a ser libres. Este pro-yecto sartriano, tan dinámico y abierto, contrasta en buena medida con el Geworfenheit de Heidegger, que Gaos traduce como "estado de yecto", o "arrojo", "throwness" usualmente en inglés. A pesar de la centralidad y singular existencia del Dasein en Heidegger (que hizo que Sartre lo enmarcase, a su pesar, entre los existencialistas), su regreso al problema del ser y con ello la pretensión de arrumbar con la metafísica tradicional no es sino una postura que en buena medida otorga al hombre un papel, como dices, bastante pasivo. El hombre se ve arrojado, postrado incluso, ante esa nada que anonada, en un sentimiento de angustia que parece desactivarle y que solo se sacude tenuemente al arriesgar, al medrar, en aspiración a ser el temerario.

Pues bien, salvando todas las distancias y asumiendo de antemano que hay muchos matices que podrían hacerse a este planteamiento, encuentro un paralelismo sugerente con la época renacentista en la que un hombre tardomedieval se encuentra en buena medida postrado y pesimista en un valle de lágrimas ante la mirada de la majestad divina que proyecta su implantación práctica en la sociedad feudal teocrática. En aquellas décadas se va produciendo un giro antropocéntrico que devuelve un protagonismo al hombre crucial, que lo hace centro del cosmos, entre el cielo y la tierra, y que acabará dando a luz a la modernidad, en la que el hombre se siente capaz de dominar y controlar la naturaleza hasta el paroxismo ilustrado que se crea asidor de las riendas de la historia.

En mi opinión, el decisivo carácter activo que Sartre otorga al papel del hombre radicalmente libre frente al ser-en-sí opera un giro antropocéntrico que resuena al renacentista frente a la postración veneradora de Heidegger. El ser humano, en Sartre, tiene de nuevo un horizonte abierto y cargado de posibilidades. Su existencia precede a la esencia y por eso no tiene una forma dada, ni una función previamente definida por ningún creador, ni es de “buena fe” someterse a los dictados de otros, haciéndose dócil a totalitarismos de todos los colores. Su libre albedrío define al hombre. El regreso a los clásicos típico del Renacimiento, se observa así también en Sartre, con un êthos que se construye y que no viene dado. Y en esta tesitura vienen tan a cuento estas bellas palabras de Pico de la Mirandola (1486), un referente del Renacimiento, que ponía en boca de Dios entre sus 900 tesis (Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae):
"No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. […] No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos.”
Javier Jurado
@jajugon
Anímate a suscribirte
jajugon.substack.com/
Última Edición: 30 Ene 2013 18:04 por Kierkegaard.
El administrador ha desactivado la escritura pública.
Los siguientes usuarios han agradecido: Nolano

Re: Sobre "El ser y la nada" de Sartre 25 Abr 2013 20:22 #13460

  • Eduardo Coli
  • Avatar de Eduardo Coli
  • DESCONECTADO
  • Jonio
  • Mensajes: 7
  • Gracias recibidas 1
La exposición de este trabajo “el ser y la nada” me ha despertado, inspirado, la siguiente situación, “reflexión”.

Uno se ve obligado, apremiado, por la necesidad, a asumir, aceptar, la fuerza, el poder, la autoridad.
La dinámica, el movimiento de un ser, mentalmente superior, del que nos sabemos totalmente dependientes. Requerimos por nuestra inmadurez prematura, por necesidad el auxilio de la fuerza y el poder de un ser superior. Del amparo, la protección, el cuidado, de su voz, de su guía.

Capacitado con el poder de nombrar, de manifestarse por la acción de su boca, nos mueve a la acción con su palabra.

A responder a su ordenes, a dar respuesta con nuestra vida y acción. Hacia lo que el determina, ya que con su voluntad, direcciona el rumbo y el comportamiento que asumen las cosas, el movimiento de la tribu, los cuerpos exterior a él. Que él define y llama por su nombre.

Con la acción de su sola voluntad y voz, sonido palabra, define, que son, y quienes son los otros, y las cosas y los seres en relación a él y su poder.

En tanto de aquellos, él dice ser el padre, en tanto que los otros, los que obedecen a su voluntad, el dice que son sus hijos.

En tanto los que se guían conducen por su voluntad lo hacen por el bien, y los que se desvían los hacen por el mal.

Poder que necesita ser respetado, darse a conocer, a la realidad, por la obediencia de su dominio y mundo.

Dios, padre, poder mental, que no acepta ser desafiado, cuestionado, que se posiciona en su lugar de privilegio. En tanto que se posición sobre mí, y los que sea mi vida.

Y esto lo hace, al definirme y llamarme como su hijo, por medio del nombre, ya que necesita moverse y manifestarse, desarrollarse mentalmente, en tanto que realizarse, sobre mi vida, como sobre el mundo, por la acción de su fuerza y voluntad.

Mediante la acción de marcarme, con su nombre, con su ser, y el sentido de su realidad y voluntad, a la que tengo que agradecer y reverenciar, el ser dado, por este mecanismo, por este ser superior.

Si yo, no acepto, ni permito ser marcado, ni aceptar reconocerme, ni atenerme por el nombre, el ser, que me es dado. ¿Que soy yo? ¿Quién soy yo?

Al no responder, a ningún llamado, ni ser movido, ni nombrado, por orden, autoridad, ni requerido, ni interrogado, ni juzgado, ni condenado, ni dirigido, por fuerza- poder, realidad y voluntad, mental, exterior, superior, a mí.

Y quienes son ustedes, que están siendo movidos, ordenados, dirigidos, orientados, por una fuerza, un poder, una voluntad, superior, exterior a ustedes.

Ya que yo no tengo realidad, ni ser, amo la libertad del no ser, no tener un ser, por el cual representarme, porque no la acepto, no la reconozco.

Pero quienes son ustedes que si son hijos legítimos, del verbo, la palabra, de una realidad un poder, superior a ustedes, que los marca, limita y define en quien son.
¿Hijos legítimos del verbo y la palabra, que yo he robado, profanado, de sus dioses, para martirizarlos, con mis preguntas?

No solo he escapado con vida, al poder de la voluntad de la mente, sino que también le he robado, el terrible poder de su palabra, haciéndome inmune, a su poder, invisible a su acción.

Liberándome por medio del poder de la palabra y la mente del poder de la palabra y la mente. Como de la realidad, el ser, y todas las definiciones, determinación, limitaciones objetivas, de su nomenclatura, del nombre, los nombres.

No sé quién soy, lo que soy, tampoco sé, donde empieza y dónde termina mi ser, ni me interesa saberlo, y menos especificarlo, darlo y ponerlo por escrito.

No respondiendo, no actuando, no adquiriendo la realidad que me es dada por el nombre, para posteriormente ser requerido, empleado por esta fuerza, y este poder, que se manifiesta y difunde por el nombre, y los cuerpos de las cosas que le responden.

Hoy sin realidad, me quiero mover, motivar, animar, por la acción de la vida, ya no más por la acción de la mente, que se me antoja subordinarla, por medio de la recuperación reapropiación de la palabra, su instrumento de poder, a la acción de la vida.

Un saludo.
El administrador ha desactivado la escritura pública.
  • Página:
  • 1
Tiempo de carga de la página: 0.240 segundos