Silvanus escribió:
Bella reflexión la suya: un cristiano no es un creyente absoluto, plano, constante, sino alguien que lucha diariamente por adquirir la creencia.
A lo mejor también se puede vivir como cristiano sin la creencia y sin haber oído el mensaje de Cristo. De hecho, se trata de una realidad histórica. Ignacio Sotelo lo dice más o menos así cuando habla de la idea de justicia como ideal utópico que, en parte, se ha realizado en el Nuevo mundo (1492), donde hay sociedades que, sin haber leído el mensaje de Cristo, viven en auténtica comunidad [sin propiedad privada]. Escúchese a partir del momento 11:14 de
este audio de Canal UNED. En el libro de Sotelo también está más o menos así. Mis comentarios van entre corchetes:
"La idea de justicia no está en un mundo extraño de la Ideas, sino que la justicia es una
realidad histórica [veremos a continuación que para J. Muguerza no es exactamente así]. Se ha llevado a cabo la Justicia [Sotelo es un izquierdista y marxista convencido (de los pocos que debe haber) y cree realmente en el mito el buen salvaje]. ¿En qué? En una sociedad que es la sociedad que hemos descubierto en América y que describe por primera vez
Américo Vespuccio en su libro sobre el
Tercer mundo... [los vikingos habían llegado antes dando el salto desde Islandia hasta la Península del Labrador]. Pero Vespuccio, y no Colón, es el primero que descubre que se trata de un nuevo continente [de ahí el nombre de América]. Y en ese continente -y ésta es la sorpresa que cuenta Américo Vespuccio y que impresionó muchísimo a los humanistas europeos de principios del siglo XVI-, en ese mundo,
existen sociedades reales en las que la idea de justicia como igualdad y libertad se ha realizado ¿Y ello por qué? Pues porque son sociedades que
desconocen la propiedad privada [cristianismo]. Y la idea que vincula entonces
Tomás Moro [con el cristianismo] es exactamente la siguiente: los cristianos estábamos ya desde el origen del cristianismo contra la propiedad privada. Las primeras comunidades cristianas no conocieron la propiedad privada. Todos los que se hacían cristianos y se bautizaban tenían que entregar todos sus bienes a la comunidad y vivir comunitariamente [esta idea se encuentra ya en Platón]. No tiene ningún sentido decir que todos somos hermanos si no hay una comunidad de bienes.
Esa idea la hemos perdido y entonces el gran descubrimiento de Moro es que los países cristianos son mucho menos cristianos porque tienen la propiedad privada. Y con ello describe la Inglaterra de su época, que no era menos terrible que la Europa de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, donde una minoría se hace con todo y la desigualdad y la injusticia están por todos lados. Eso contrasta muchísimo frente a una sociedad [la del Nuevo mundo] que
no es cristiana, que no ha recibido el mensaje de Cristo de la hermandad y sin embargo viven como hermanos [sin propiedad privada]. Entonces lo nuevo es que la realización de un mundo en el que todos son iguales y todos viven sin propiedad privada en comunidad no es un sueño sino que es una realidad que nos ha traído la historia. Y eso es lo nuevo del siglo XVI: la república ya no es un sueño de igualdad; la idea de justicia no es algo irrealizable, sino que la utopía es realizable y que es un modelo [el de las sociedades del Nuevo mundo] que nos puede servir a los europeos [del siglo XVI] para cambiar la sociedad en que vivimos.
"
Naturalmente vivir como cristianos a día de hoy no tiene nada que ver con la manera en que vivían las primeras comunidades cristianas. Pero en rigor, para vivir como cristianos deberíamos vivir en comunidad (fundamentalismo, pero no en sentido patológico, sino en el de regresar a los fundamentos). Ésta es la idea que, según Sotelo, rescata Tomás Moro para equiparar a las sociedades descubiertas en América con el legado cristiano.
A día de hoy lo de vivir en comunidad sólo lo cumplen los religiosos y religiosas de la Iglesia. Por eso siempre digo que el único comunismo real que se ha materializado es ése, el de los religiosos que viven en auténtica comunidad. El comunismo secular (el marxismo) es sólo una utopía de imposible cumplimiento que cuando ha intentado materializarse ha dado lugar los regímenes más despóticos habidos y por haber. Los civiles somos incapaces de vivir en auténtica comunidad de manera voluntaria. Para eso se requiere una fe muy grande sólo al alcance de los cristianos más fieles: sacerdotes y monjas.
En el capítulo «Ética pública, derechos humanos y cosmopolitismo» de
La aventura de la moralidad Muguerza considera que la justicia es siempre una utopía, dado que nunca podemos dar por sentado que se ha logrado la justicia. Lo que hacen los tribunales de justicia -continúa esgrimiento Muguerza- no es tanto hacer justicia como aplicar el derecho vigente, sea justo o no. Cito de mis resúmenes extraídos del mencionado capítulo de libro:
"Los derechos humanos no son naturales, pues «la naturaleza» no produce derecho alguno». Las «exigencias morales» son exigencias que se hacen en nombre de la Justicia y con vistas a materializarse en lo que se podría llamar el derecho justo a diferencia del «derecho injusto», esto es, a diferencia de aquel derecho que, pese a ser «legal», consideramos moralmente aberrante, como en el caso de las injustas leyes raciales de los nazis. Pero ni tan siquiera en el caso del «derecho justo» vendrían a coincidir plenamente el Derecho y la Justicia, pues siempre nos será dado imaginar un derecho más justo que el hasta ahora conocido. Por eso no es correcto decir que los tribunales se encargan de «impartir justicia», cuando lo que habría que decir es que se encargan de
«aplicar el derecho vigente», sea justo o no. Mientras que el Derecho resulta ser un hecho de este mundo, la Justicia es utópica. Y así como las utopías no tienen lugar dentro del mundo, tampoco la Justicia encontrará nunca en él su definitiva realización.
"
Pero en el siglo XVI para algunos de los humanistas como Tomás Moro, no obstante, la justicia sí llegó a realizarse en el «Nuevo mundo», como nos explica I. Sotelo. Y se hizo realidad porque había comunidades no cristianas que sin haber oído el mensaje de Cristo vivían como hermanos en auténtica comunidad.