Heráclito de Éfeso, conocido como “el Oscuro” por sus intrincadas afirmaciones, tiene un aforismo bien sugerente que dice: “También el Kykeón se descompone si no se le agita.” (Frag. 125). El Kykeón es una bebida ancestral griega compuesta de agua, cebada y hierbas.
Más allá de sus propiedades digestivas o el uso que se le daba en los Misterios Eleusinos, me interesa destacar la propiedad de la bebida como emulsivo y relacionarlo con la política.
Una sociedad política humana es un compuesto de personas que, según el sistema que impere, serán siervos, súbditos o ciudadanos. El individuo, per se, es un átomo aislado que no tiene identidad, razón de ser ni sentido vital. Es en la comunidad de personas donde su actividad sociopolítica adquiere sentido. Es en la mezcla con otras personas e instituciones, cuando adquiere su razón de ser. Es la constante actividad y comercio de situaciones, razones y circunstancias donde el ciudadano toma carta de naturaleza dentro de su comunidad sociopolítica.
¿Qué ocurre cuando la sociedad política humana deja de relacionarse y cada cual se abandona a su suerte? Podemos traer la imagen del gazpacho (bebida refrescante mediterránea que puede ilustrar lo que aquí se dice) cuando se deja varios días sin moverse. Cada elemento constituyente se separa de la emulsión y lo que antes era un compuesto total, ahora deviene parte inconexa y separada sin ningún tipo de relación entre sí.
Pues así también, la sociedad política humana tiene su razón de ser en el comercio de afectos, de razones y de sentimientos. En la democracia todos tienen su parte de responsabilidad por hacer de su comunidad un lugar más bonancible para todos y laborar cooperativamente para hacer de su medio sociopolítico de convivencia un ámbito mejor y más complejo, donde la felicidad y el bienestar material y espiritual sean un hecho patente y palpable.