Hola Alma
Alma, pero se te está yendo la “pinza” o qué. Qué pasa, que te resulto un estúpido, un mezquino, un cínico o un imbécil. Pues muy bien, no me contestes, contéstame o pasa de mi. Pero por favor, no tienes por qué acabar así. ¿Qué pasa, que no te gusta un debate “encarnizado” o es que únicamente te gusta un monólogo “encarnizado” en el que tú tienes que ser la monologuista?
Las cosas no siempre van a ser así. Pero cuando se dan así afróntalas como corresponde, y el silencio puede ser una manera inteligente de afrontarlo, pero lo que me parece fuera de lugar es ese pataleo absurdo y esa rabieta porque no se te deja en paz para que tú digas lo que quieras decir, a quien se lo quieras decir y como se lo quieras decir.
Si no quieres que te digan lo que no quieres escuchar pues entonces trata tú exactamente igual a los demás. Y si no; “guerra”. Pero cuando empiecen a silbar las balas no corras a esconderte en una trinchera a gritar: “ No sé como darme de baja en esta guerra, sedme útil, ayudadme, por favor”. Y pegarse un tiro en la pierna para huir de una batalla me parece una alternativa altamente deshonrosa. Lucha o muere, pero no lloriquees.
Y con mis palabras no quiero provocarte para que, y dado que eres una mujer muy pasional, me respondas una barbaridad que suponga tu pena de muerte. ¡No!, ni de lejos, no soy de esos. Con mis palabras quiero provocarte, para que tras respirar pausadamente cien veces sin que respondas nada, recuperarte para la causa. Y la causa es la “guerra”. La “guerra” dialéctica. Ya te tenga en frente en unas ocasiones o en mi bando, o en tu bando, en otras. Reacciona, Alma. Todo puede entenderse y disculparse, y espero que así sea, pero no siempre. Insisto, no tiene por qué acabar así la cosa.
Quizá todo esto que te digo te resulte un ejercicio de cinismo y me culpes de todo lo que te está pasando. Créeme, no es ningún ejercicio de cinismo. Y créeme, algo o mucha culpa he tenido. Y por eso me he visto obligado a escribirte públicamente, como corresponde, para hacértelo saber. Francamente, no pensé que toda esta situación te alterara de la forma en que lo ha hecho. Pensé que eras más “guerrillera” y veo que me he equivocado y que he tensado demasiado la cuerda. Y digo estas palabras en tu descargo para que sean tenidas en cuenta si es que tuvieran que ser tenidas en cuenta.
Y si a pesar de mis palabras, ya sea porque no confías en ellas o por diversas razones, sigues manteniendo tu decisión de irte al menos hazlo como corresponde, es decir, hazlo bien. Ahora bien, si decides quedarte entonces deberías de hacer autocrítica salvo que consideres que en esta situación tú no has tenido absolutamente nada que ver y que has sido la víctima propiciatoria injustamente inmolada. Y si decides desempeñar un papel, lo cual no te aconsejo, porque el mejor papel es ser uno mismo, asúmelo para lo bueno y para lo malo.
Un saludo.