El Abel escribió:
Hola, Silvanus:
En unos estudios científico-técnicos no cabría esperar esta reflexión porque uno puede ser un genio de las matemáticas y ser un psicópata. Es más, también se puede ser un perfecto ignorante de otras disciplinas.
Lo que comentas llama la atención. Tampoco me he relacionado demasiado con personas del ámbito académico humanístico y en la UNED hay una impersonalidad que impide conocer de cerca a la gran mayoría de docentes.
No obstante, reflexionando sobre lo que dices, me pregunto hasta qué punto el estudio de las humanidades necesariamente debe hacer mejor humano a alguien. La literatura, la historia, la filosofía, el arte, tienen una lógica interna que pueden comprenderse sin que uno se arroje a ellas. Esa penetración de la que hablas me parece más una opción que una condición necesaria para la comprensión de la obra.
Otra forma de verlo es que personas terribles han creado piezas musicales, cuadros, pensamientos, etc, de gran relevancia y sensibilidad. Quizá sea lo que comenta San Martín, que lo IN-humano también es humano y por eso la obra de un psicópata nos puede conmover y lo que crea un gran humano puede ser comprendido por alguien despreciable.
Saludos
Hola Abel
Nos parece lógico (o coherente, mejor) que aquel que dedica su vida a estudiar ciertos modelos estético-literarios, asuma esa misma perspectiva. Por ejemplo, de estudiar a Petrarca, tanto en su forma artística como en su trascendencia ideal e histórica, se llegue incluso a vivir a través de su misma mirada, por así decirlo. Así también lo pensaba y lo deseaba yo mismo.
No me gusta hablar de mí (¿cómo se puede hablar de uno mismo a través de un avatar y una firma?
), pero en toda esta reflexión acerca de la filología y de la realidad universitaria, te confieso que siento que hay algo verdaderamente triste. ¡Es lo mismo que comentaste antes de Gustavo Bueno! Cuando esperas algo comprometido, cuando en mente tienes a un Camus, o a un Cesare Pavese, y la realidad y el estadio histórico te ofrecen a un hipócrita, una máscara o una simple inercia. Eso es lo trágico.
El problema es que, al llegar a Filología, yo tenía en mi mente a una “escuela salmantina” o a una “escuela sevillana”, es decir, un compromiso por una idea emancipadora o al menos creativa, generativa de algo más. Me encontré de ayudante de un gran filólogo hispánico, pero que la mayor parte del tiempo sólo hablaba de cómo ligarse a las alumnas. Utilizaba su posición para necesidades básicas, poco comprometido con cualquier cosa que no fuera él mismo.
Es como cuando tienes los ojos llenos de una imagen, una creación deseante. Y entonces amanece y te encuentras con las otras necesidades materiales, burocráticas, etc., pero elevadas a categoría absoluta y casi omnipresente.
El mundo trabaja para devorar las grandes aspiraciones. Hay algo maligno en toda sistematización del pensamiento, o del estudio. La valoración y la moral instrumentalista está como introyectada en el inconsciente. Se necesita otro motor paralelo a las fuerzas externas, incluso que ese motor se pronuncie en contra del trabajo sistematizado, todo aquello que sea condescendiente con el estado presente de las cosas.
Pero el camino es ese, o yo lo tengo claro al menos, es el que ha dicho Xna: emplear todos los intersticios para impulsarse más allá de lo que se es.
Un saludo, Abel!
P.D: tengo tu trabajo descargado en mi móvil, para poco a poco poder ir leyéndolo.