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TEMA: Gadamer: dialéctica de preguntas y respuestas; fusión de horizontes

Gadamer: dialéctica de preguntas y respuestas; fusión de horizontes 18 Sep 2012 14:57 #8919

  • Tasia
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La actividad de preguntar está insita en todo conocimiento. La realidad no puede ser aprehendida directamente, sin mediación del sujeto conocedor. El sujeto pregunta a la cosa introduciendo una determinada perspectiva. La pregunta causa una ruptura en el ser de lo preguntado y el conocimiento que se obtiene es siempre respuesta a esa pregunta concreta.

Una pregunta parte del reconocimiento de la ignorancia, la aporía socrática permite querer saber algo que no se sabe. Una pregunta supone apertura, una situación de suspensión en la que nos abrimos a lo externo para obtener conocimiento.
Una pregunta retórica no cumpliría este requisito pues en ella no hay verdaderamente apertura.

Pero la pregunta provoca que lo que se conoce no sea simplemente el ser externo, sino que ese “ser” esté enmarcado dentro del horizonte cognoscitivo de la pregunta. El límite del conocimiento es el límite de la pregunta. Gadamer señala p.441 “El planteamiento de una pregunta implica la apertura pero también su limitación”. “Implica una fijación expresa de los presupuestos que están en pie y desde los cuales se muestra la cantidad de duda que queda abierta.”
La pregunta es el marco de la dialéctica, contiene en su interior tanto el sí como el no. Esto permite que se desarrollen los argumentos y los contra-argumentos. La decisión por una posibilidad se dará porque predominan los argumentos a favor de la misma, pero sólo cuando se hayan limado todas las instancias contrarias. El saber es dialéctico y piensa las posibilidades como posibilidades. El saber comprende en sí una solución y la contraria.
Pero ¿cómo surge una pregunta? es un impulso de algo que no quiere integrarse en la opinión preestablecida. Por ello es más un padecer que un hacer. La pregunta se nos impone. Pues “llega un momento en que no se la puede seguir eludiendo ni permanecer en la opinión acostumbrada”.

En la dialéctica el interlocutor, si quiere acceder a la comprensión, debe ponerse bajo la dirección del tema. No tiene que intentar aplastar al otro con argumentos sino sopesar realmente la opinión contraria. Debe poner en suspenso el asunto con todas las posibilidades. La dialéctica no es buscar el punto débil de lo dicho, sino encontrar su verdadera fuerza. Por ello no se refiere al arte de argumentar que es capaz de hacer fuerte una causa débil, sino al arte de pensar que refuerza lo dicho desde la cosa misma. Este mecanismo es el que otorga sorprendente actualidad a los diálogos platónicos.
El debate no puede pensarse por adelantado, ni siquiera el que defiende el argumento más fuerte tiene control real del debate ni de la verdad en él alcanzada. Por eso la dialéctica hegeliana que trata de producir el resultado por adelantado, es en realidad un monólogo. La comprensión tiene estructura de conversación y la verdad alcanzada no es tuya ni mía, sino que rebasa ampliamente las opiniones subjetivas de ambos.

La conversación que se produce entre el intérprete de un texto y el texto ha de tener la misma estructura abierta de pregunta y respuesta.
Para comprender un texto hay que entender su horizonte de sentido. Es decir: la pregunta de la cual el texto es respuesta. Habremos encontrado la pregunta cuando veamos en el texto otras respuestas posibles, incluso opuestas al mismo.
No se trata de buscar la pregunta en la intención del autor, pues el sentido de un texto va mucho más allá de lo que el autor pudo tener presente. El objeto de la comprensión no consiste en las vivencias intelectuales del autor, sino en el sentido del texto mismo.
Por otro lado ha de tenerse en cuenta que la ruptura histórica o la distancia inter-subjetiva entre el autor del texto y yo es siempre insalvable. Para encontrar su sentido tenemos que reconstruir la pregunta a la que el texto da respuesta, pero siempre habrá aspectos de su horizonte de sentido que se nos escapen. Así, la tradición, su horizonte nos abarca a nosotros, los que preguntamos y no podemos dejar de pensar en lo que para el autor tal vez no fue cuestionable y por tanto no pensó. Esto no implica que la comprensión permita cualquier arbitrariedad o interpretación posible sino aceptar algo que ocurre normalmente.

La comprensión implica recuperar conceptos ajenos provenientes del texto de manera que contengan nuestro propio concebir. Esto es la fusión de horizontes.
La pregunta ante la que surge el texto no es ya la originaria sin más, sino que está unida a la pregunta que nosotros mismos dirigimos al texto para comprenderlo.

Toda comprensión de textos requiere que se reconozca lo que en ellos se ha conocido, sin ese reconocimiento no se entendería nada. Pero el problema que reconocemos no es exactamente el mismo. Sería ilusorio pensar que existe una posición supraposicional desde la que captar la verdadera esencia de lo que se quiere comprender. El problema que se planteó el autor del texto no puede ser el mismo nunca más. El concepto del problema se formula como una abstracción. Por tanto, de la pregunta inicial perdurarán ciertos aspectos que son los que motivarán futuras reconstrucciones de aquella.
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