En el libro “Senderos de la evolución humana” de Cela Conde y Ayala hay un pasaje que me parece bastante ilustrativo de cómo los metarrelatos nos velan muchas veces la capacidad de juzgar la realidad objetivamente; y eso que los autores advierten a lo largo del libro de los riesgos de dejarse llevar por prejuicios a la hora de formular teorías sobre la evolución humana y, en general, dan muestra de bastante neutralidad y ponderación. Así que expongo la cuestión, pues pienso que merece una reflexión.
Se trata del capítulo 9 del libro citado, donde se trata sobre la aparición del arte. A tal efecto, nos proponen los autores los dos ejemplos más primitivos de lo que puede considerarse actividad artística. El primero de ellos son unas herramientas de hueso halladas en el yacimiento de Bilzingsleben (Alemania). El libro (página 666) contiene una ilustración de una de estas piezas. Os reproduzco la serie completa:
En cada imagen podéis ver la fotografía de la pieza y al lado un croquis de las estrías rectas que se considera que son obra de homínidos, bien del género australopiteco, bien del género homo, datadas en unos 350.000 años de antigüedad.
El segundo ejemplo es una piedra hallada en Quneitra (Siria); la podéis ver en el siguiente enlace:
Piedra de Quneitra
(Está en la página 21 de ese texto). Su datación es de unos 54.000 años.
Y comentan los autores del libro:
“
Lo que distingue como «artísticos» los grabados de los huesos de Bilzingsleben, del artefacto de Quneitra y de cualquier otra manufactura de ese estilo es, como hemos planteado desde el comienzo, la ausencia de todo valor utilitario, el hecho de que su propósito sea sólo simbólico.
De ser así, hemos identificado objetos que cumplen las siguientes condiciones:
-son muy antiguos (desde 350.000 a 54.000 años)
-se deben a una acción antrópica
-carecen de utilidad
-muestran una disposición geométrica que indica una cierta intención estética.
Si las interpretaciones de Bednarik y Marshack son correctas, no cabe duda de que hemos identificado una conducta que cumple formalmente con todas las exigencias que habíamos establecido para hablar de conducta artística.”
Mis reparos se refieren al requisito tercero, la carencia de utilidad. Porque a mí se me ocurre una utilidad posible bastante evidente: podría tratarse de marcas de propiedad de las herramientas, sin perspectiva artística alguna. El homínido que trabaja esmeradamente un hueso para convertirlo en un punzón o una cuchilla o el que trabaja con cuidado un pedernal para formar objetos cortantes de piedra, ¿iba a abandonarlas al alcance de cualquier otro miembro de la tribu menos hábil o más vago? ¿iba a perder la ventaja que le da una buena herramienta y, después de haberse tomado la molestia, usar otra peor tallada por otro miembro de la tribu más chapucero? Por lo tanto, parece plausible que pusiera marcas en las herramientas para diferenciarlas de las herramientas de los demás. Esa hipótesis no se contempla para nada en el libro, cuando a mí me parece que es digna de tomarse en consideración.
¿Qué ha nublado la mente de los autores (y las de sus fuentes) para haber omitido esa posibilidad? Yo creo que han sido víctimas del metarrelato neosocialista al que me referí en otro mensaje en el hilo de la asignatura Filosofía política. En concreto, del metarrelato de Rousseau del hombre en estado de naturaleza que se malea al llegar al estado de civilización, cuando, según dice en el “Discurso sobre la desigualdad”, uno valló un terreno, dijo que era suyo y los demás fueron tan simples como para hacerle caso. En ese metarrelato, como ya expliqué, el derecho de propiedad privada no es un derecho natural, sino un derecho civil. A diferencia del metarrelato de Locke, donde la propiedad privada es un derecho natural inseparable de la naturaleza humana. Pero si se sostiene el metarrelato neosocialista, no se puede concebir a una tribu de homínidos en estado de naturaleza, sin organización política, en los cuales aparezca la propiedad privada antes de que haya signo alguno de sociedad política, y posiblemente antes de la aparición incluso del género homo, es decir, donde hay gregarismo animal pero no sociedad. De ahí el “olvido” de la alternativa interpretativa que propongo a los restos de Bilzingsleben y Quneitra.
Quiero que se me entienda bien: no estoy sosteniendo la tesis de que las marcas de Bilzingsleben y Quneitra son signos de propiedad (por supuesto, carezco de capacitación antropológica para ello); lo que estoy diciendo es que es una posibilidad hipotética alternativa a la del nacimiento del arte por el arte, y que creo que podría ser digna de consideración y estudio. Pero la metavisión de una humanidad natural idílica puede cegar a cualquiera.