Peter Sloterdijk (1947) es un filósofo alemán, catedrático de Filosofía y Estética, muy conocido y con notable prestigio, no exento de polémica, en Europa y con bastante tirón entre ciertos ámbitos culturales actuales. Aupado en el mundo filosófico gracias a su obra titulada “Crítica de la razón cínica” publicada en 1983, en la que denunciaba el cinismo de la
“falsa conciencia ilustrada”, su pensamiento gira, entre otros intereses, en torno a la idea de la alienación del ser humano en la sociedad contemporánea. En la Uned, concretamente en la asignatura de la Licenciatura de Filosofía, “Corrientes actuales de la Filosofía” se propone la lectura de un par de sus libros: “Temblores de aire. En las fuentes del terror”, como ejemplo paradigmático del etéreo y difuso pensamiento postmoderno, y “Sobre la mejora de la buena nueva”, ensayo revisionista sobre la figura de Nietzsche.
Quizá la incursión de Sloterdijk en España se ha hecho notar con mayor fuerza tras la publicación de su trilogía “Esferas”: “Burbujas”, (1998), “Globos” (1999) y ”Espumas” (2004), que no son otra cosa que tratados de lo que podríamos llamar “fenomenología esferológica”. El punto de partida del autor es que el ser humano vive siempre es un espacio animado y experimentado, conformado por esferas, un espacio nada neutro, que no es más que un receptáculo en el que estamos inmersos, y que abarca desde nuestra más cercana intimidad hasta la lejanía cósmica. El objetivo fundamental que pretende es probar que el “ser-en-esferas” (es decir, con matizaciones, el ser-en-el-mundo heideggeriano) es la relación fundamental para el ser humano, una relación que debe afirmarse y reconstruirse en cada momento frente a los conflictos que azotan desde Fuera (desde las exterioridades que exhalan un frío para el que los hombres no están preparados). Habitar consiste básicamente en
“formar esferas, creaciones espaciales, sistémico-inmunológicamente afectivas, para seres estáticos en los que opera el exterior”.
El primer volumen,
“Burbujas”, trata de lo que denomina unidades microesféricas, que constituyen los aspectos más íntimos dentro de cada ser humano y dentro de las relaciones de los seres humanos entre si. No somos más que seres mediados que provenimos de un espacio interior íntimo y por tanto, más tarde o temprano, estamos destinados a crear nuestros propios espacios para buscar cobijo frente a la exterioridad a la que somos arrojados. Nunca estamos solos, formamos parte de una intimidad consubjetiva, que Sloterdijk describe con un lenguaje metafórico, construyendo una especie de narración poética, siguiendo así la tendencia actual de equiparar poesía con metafísica, mediante la que relata los “abovedamientos” o relaciones que la configuran. Describe, de este modo: 1.- la subjetividad cardial (relación entre corazones); 2.- la esfera interfacial (relación entre rostros); 3.- la posición amniótica del feto (ginecología de la madre como cobijo primario); 4.- el desdoblamiento placental (los nacimientos son siempre de dos, después del bebé siempre hay un segundo en forma de placenta); 5.- las figuras culturales de las doble alma, 6.- la evocación psicoacústica del yo-mismo y, 7.- la relación entre Dios y el alma. En todos esos espacios íntimos no siempre predomina la armonía, sino que aparecen con frecuencia conflictos, crisis y catástrofes que hay que intentar superar.
El viaje por todas esas esferas va trufada de una tremenda erudición histórica-artística, acompañando sus disquisiciones filosóficas con constantes referencias a grandes pensadores (Platón, Aristóteles, Ficino, Nietzsche o Heidegger figuran entre los principales), ilustrando sus palabras con un paseo por la medicina, la religión, la psicología, la antropología, la literatura (especialmente la poesía), la música, la escultura y, principalmente la pintura, en la que obras de todos los tiempos y de signo diverso sirven como base ilustrativa de su esferología.
Aunque parece que Sloterdijk da más de lo que ofrece, en parte por una gran habilidad para la escritura elegante y atrayente, y que a simple vista, su pensamiento no deja de ser una vuelta de tuerca sobre la fenomenología clásica, es, al menos este primer volumen, una obra recomendable, no sólo para los fenomenólogos, sino también para aquellos que se sienten atraídos por el pensamiento postmoderno (en la línea, por ejemplo Bauman y su “modernidad líquida” o “el pensamiento débil” de Vattimo, entre otros), por la estética como opción explicativa del devenir humano o por la psicología social especulativa al servicio de la búsqueda de respuestas para una de las preguntas fundamentales de la filosofía:
¿dónde estamos cuando estamos en el mundo?