Los Reyes Magos, siempre tan atentos e informados sobre los gustos de cada cual, me han regalado este año la última entrega de la serie de El Capitán Alatriste de Pérez-Reverte, El puente de los asesinos. La serie es suficientemente conocida por todos como para andar ahora recomendando o dejando de recomendar algo que ya cada uno sabe si le gusta o no.
La traigo aquí a colación porque uno de los personajes claves de la trama, además de los inevitables “fijos”, es Diego Saavedra Fajardo; éste fue autor de una Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas (1640), que es presentado por José Luis Abellán en su Historia del pensamiento español como un ilustre representante del pensamiento político antimaquiavelista español. Dice Abellán que este libro es “representativo de las ideas que sobre el tema imperaban en el medio social español: la educación del príncipe, su conducta, sus relaciones con los súbditos y los extranjeros, sus actitudes ante los ministros y el gobierno, su comportamiento en la vejez, son temas que ocupan la mayor parte del libro y donde se ponen una y otra vez de manifiesto la subordinación que el príncipe cristiano debe mantener en su gobierno con los principios religiosos y morales” (p. 233).
Sin embargo, la imagen que da de él Pérez-Reverte es radicalmente diferente, pues comparece en la novela como espía diplomático urdidor de conspiraciones (en la novela instigando un golpe de Estado en la República de Venecia) y falto de escrúpulos. Por ejemplo, se le hace decir: “Cuando va a un negocio de su rey, un funcionario debe procurarlo por todos los medios lícitos o ilícitos” (p. 275), frase maquiavélica donde las haya.
Naturalmente, va de suyo que una novela no es una crónica histórica y que al autor le son permitidas ciertas licencias. Pero, tratándose de novela histórica, eso no puede alcanzar a tergiversar el sentido histórico del personaje, como puede ocurrir en esta novela. Nos encontramos ante varias alternativas:
-Pérez-Reverte ha falsificado, de forma injustificable, el papel de Saavedra Fajardo en la política exterior española del siglo XVII. En el anexo de su novela, la fuente histórica que cita Pérez-Reverte es Don Diego de Saavedra y Fajardo y la diplomacia de su época, de Manuel Fraga Iribarne (1956).
-Abellán se ha dejado llevar por el metarrelato de la Monarquía hispánica defensora de la religión y la moral.
-O, lo que yo considero más plausible, que una cosa es predicar y otra dar trigo. Que una cosa es escribir un tratado de moral política y otra muy diferente el bregar en la política confusa de la Italia y de la política europea general del siglo XVII, sin mancharse las manos y sin estar dotado de un mínimo maquiavelismo; mínimo que podían ser grandes dosis. La incompatibilidad que vio Max Weber entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no tiene por qué ser, y creo que no lo es, cosa de tiempos recientes.