Qué tema más interesante.
Yo empezaría distinguiendo posmodernidad y posverdad. La posmodernidad, según los estudios recientes, es una condición cultural. De hecho, el debate está verdaderamente en sí vivimos en una posmodernidad o en una ultramodernidad. Para entenderlo bien, habría que definir bien qué es la modernidad y entender si la hemos superado o se ha exacerbado.
Desde luego, el escepticismo y el relativismo actual no se respiraba durante el siglo XIX, pero ello es porque la contemporaneidad estaba todavía por definirse; y, a tales alturas, no había garantías de que el estadio capitalista-liberal estaba llamado a desarrollarse hasta la actualidad. Cuando miramos hacia atrás, es inevitable que nuestra mirada no incurra en presentismo y lea los hechos históricos a la luz de los acontecimientos ulteriores. Pero esas garantías no eran sentidas en aquel entonces y grandes proyectos tenían claros visos de posible materialización.
No tan claro si la posverdad es un rasgo definitorio del presente. ¿No hubo grandes manipulaciones periodísticas desde los albores de la contemporaneidad hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial? ¿No hubo numerosas pluralidades de interpretar lo real en la opinión pública sobre temas nada banales y de gran efecto perlocutivo como lo era la industrialización, el sufragio, el imperialismo, la propaganda contra otros países y grupos políticos internos?
De lo que sí hablaría, sin duda, es la mudanza del discurso de clase al de identidades; y creo que, en todo caso, ello se debe a la generalización del Estado del Bienestar y la derrota definitiva del pensamiento revolucionario de izquierda frente al indudable triunfo capitalista. Creo que aquí está la clave: el nuevo liberalismo capitalista, mal que les pese a algunos, ha ganado toda batalla. Y menos mal: ¿en qué otro régimen pudiéramos estar discutiendo de esto libremente? Por otro lado, ¿quién en su sano juicio alberga la esperanza o el temor de que el socialismo o el fascismo se instalará en Occidente, más allá de la retórica sensacionalista o de medidas políticas muy concretas?
Donde sí puede apreciarse un cambio esencial es, sin embargo, en la pluralidad de los medios de comunicación y las RRSS. Ahora cualquiera puede hacerse un canal de Twitch y tener detrás a millones de seguidores. Lo vemos con personalidades públicas. También el consumo es ahora instantáneo: los vídeos que se consumen por ocio son cada vez más cortos (Tiktok, Instagram, Reels de YouTube...), además que las redes sociales son lugares donde invertir el tiempo y las energías. Las generaciones de ahora no han vivido el tránsito: han nacido con ellas equipadas.
Y tampoco hay que ser cínicos: vivimos en la mejor época de la historia. Hasta no hace tanto, las jornadas laborales eran extenuantes, no había seguros sociales, los salarios se fijaban en función de la subsistencia, el esclavismo y el trabajo infantil eran casi una realidad. Otra cosa es que el atropello se opere en los márgenes de Europa precisamente para mantener el bienestar que disfrutamos. Veremos si los lugares que parasitamos logran plena autonomía y cortan el lazo con nosotros, haciendo tambalear nuestro bienestar.
Sobre lo que comentas, Futaki, yo añadiría una cosa más. El desarrollo de la ciencia durante este último siglo ha demostrado que no hay una sola racionalidad que pueda rendir cuenta de la realidad en su conjunto. No hay siempre intersticios entre las distintas ramas científicas, y cada una de ellas pueden contar con sus propios métodos, lenguajes y procedimientos en régimen de exclusividad.
Por último, yo no puedo sino alegrarme de que esas grandes respuestas se disuelvan. Parece que ya se ha demostrado que carecen de sentido y que no hay una respuesta una, universal y necesaria, fija e inmutable para el sentido de la vida, la belleza, etc. Me alegra saber que vivimos de facto en un clima cercano a la sofística: no hay Verdad, sino probabilidad; opiniones más o menos persuasivas. Y, con todo, y lo bonito de ello, es que todas carecen de valor por dos razones: primero, porque carecemos de un criterio garantizado para distinguir las opiniones más verdaderas de las menos; dos, porque, por mal que nos pese, somos, ante todo, seres naturales y contingentes como lo son las hormigas, los hongos o los osos panda. La conciencia es resultado del gran desarrollo evolutivo de nuestro cerebro, pero no nos creamos seres especiales y extraordinarios en comparación con el resto de animales. No tenemos ningún sentido existencial al que estemos convocados, ni somos relevantes en modo alguno. Si la humanidad muriera, cuando nosotros a título personal desaparezcamos, todo seguirá su transcurso.