También hay relatos en primera persona narrados por republicanos exiliados y torturados por el Gulag. Pero yo no he leído ninguno. Sin embargo, mirando en Amazon se encuentran unos cuantos. Pero no me atrevo a recomendarlos por lo de la zanganería que menciona Tasia como el que no quiere la cosa. Son algunas de las ventajas de saber argumentar.

Esos casos tan extremos que comentas, William, me recuerdan mucho a la película SAW, especialmente cuando comentas la posibilidad de escapar de un campo de concentración. Al final, en la película los sujetos tienen que intentar zafarse de una situación mortal, situación que ha sifo ideada de tal manera que para lograr escapar hay que hacer un sacrificio, siempre en forma de sufrimiento corporal.
En la película el creador de tales situaciones cree que los "reos" merecen encontrarse en tal disyuntiva, de manera que no es exactamente lo que propones, pero por ahí van los tiros, creo yo.

Imanol, no me refería a escapar, si no más bien, a permanecer en el campo de concentración hasta que por algún motivo recuperasen su libertad. Lo que tu dices es prácticamente lo mismo ya que en los dos casos hay que decidir entre la muerte o la vida. Pero en los campos de concentración intentar escapar creo que era lo mismo que suicidarse.

Mi opinión respecto a lo que diferencia a una persona de otra en su decisión de vivir o morir, es la fe, pero no en términos religiosos, sino la fe que tenga en sí mismo y en la vida. La fe es la fortaleza del alma, es fuego y energía que prende la mecha y te hace avanzar. Sin fe no nos levantaríamos en la mañana, no rendiríamos en nuestro trabajo, no encontraríamos sentido a la vida. Pero ¿de dónde procede esa fe? Primero, de la constitución fisiológica y psicológica de cada ser humano. Pienso que cualitativamente somos diferentes unos de otros. Constitucionalmente nuestro organismo difiere del de otros en que unos son más sanguíneos, otros más apáticos, otros melancólicos, y en ello no solo influye la educación o cuidados que hayamos recibido en la infancia sino en la constitución de nuestro cuerpo, o en este caso de nuestro sistema nervioso, el cual, bajo mi punto de vista está muy influido en nuestra génesis por los elementos externos, no solo terrenales sino universales. Pienso que determinadas energías plasman su sello y según su cualidad queda reflejada la misma en el ser humano. En definitiva una cosmogonía en la génesis humana. En segundo lugar, el amor, sí, el amor. El amor es energía que se traduce en empuje, confianza, fuerza, alegría... Es la raíz más profunda y arraigada del espíritu y el alma, es su sustento y alimento y sin ella ambos se apagan y mueren. Las personas que aúnan un carácter beneficiado en su formación por el cosmos, por el fuego, que representa el empuje y la lucha, junto con la tenencia de un epíritu y alma rebosante de la confianza y fuerza que la energía del amor es capaz de producir es lo que lleva a un ser humano a sentir la fe de vivir. No es necesario tener un por qué o por quién, la fe hace tener un... "por mí", por eso creo que determinadas personas en momentos tan crueles y pésimos son capaces de sobrevivir.

Los testimonios presentes de las personas que viven inmersas en situaciones críticas tales como la población de la República Centroafricana, o la de Sudán del Sur (por citar alguna concreta) quizás sean interesantes para generar una perspectiva más amplia sobre las cuestiones iniciales que plantea William D.Prigogine.

La literatura abundantísima y la reflexión histórica y filosófica que se pueda derivar sobre el holocausto nazi o el régimen de terror stalinista pueden generar conclusiones muy diversas sobre esas preguntas acerca del sentido de la vida y la lucha por su supervivencia. En cualquier caso, las víctimas (posibles interlocutoras) son lejanas en tanto que no nos es posible mantener un diálogo directo que se actualice con nuevas preguntas que nos genere la reflexión filosófica actual.

Por eso, invito a movernos en el diálogo con todas las personas vivas que, con reflexiones acerca del sentido de la vida o no, sólo conciben su presente como lucha por la supervivencia. Creo que escuchando lo que tienen que decir sólo podemos ganar en este debate, ampliar el enfoque...

Saludos.

pulpo escribió:
¿Por qué crees que eso es una pérdida del control de uno mismo pulpo?

Prigogine: Creo que no dije que prefería suicidarme, sino que suicidarse es una pérdida de control. Los suicidios en general son debidos a cuadros de depresión grave o esquizofrenia.
Ahora bien en ciertas situaciones muchos se suicidan antes de sufrir un duro e insufrible castigo. También sabes que el cuerpo y la naturaleza humanas aguantan lo que se le eche encima y tienes múltiples ejemplos como los de los supervivientes de los campos de concentración. Hoy día está en candelero la situación del suicidio asistido en caso de enfermedad terminal. En general cuando uno se suicida es que ha perdido el control. Ejemplos , los ahorcados, los que se tiran (precipitados) de grandes alturas, toma de venenos, medicación, droga, disparo, kamikaces etc, etc.

Perdón pulpo quería poner tu cita (de Conrado) dentro de otra (tuya). Bueno, no se si me entiende pero ya lo he arreglado.

Yo no estaría tan seguro que en general los suicidas son personas que han perdido el control cuando se suicidan. Es más, me atrevería a pensar y a decir que es justo lo contrario. Los suicidas, y tomando posesión de sí mismos frente a una realidad( y a su propia realidad) que les resulta insufrible, deciden ahorcarse, precipitarse desde las alturas o tomar un veneno. No creo que lo que los defina sea una pérdida de control sino una perdida de sentido ante la realidad sufriente y dolorosa de sus vidas que desgraciadamente no logran superar.

No soy psicólogo, a la vista está, ni psiquiatra, pero me parece que no esta´s acertado en este tema. Creo que ha de haber una enajenación mental necesaria. Tengo idea de que los nazis tenían alguan pieza dentaria móvil para que en caso de necesidad morderla y asi ucidarse con algún veneno fulminante, también los japoneses se hacía el harakiri. Esa es la única salvedad, las excepciones