Hola Elías.
Dices:
Lo que ocurre es que los deseos están entreverados con factores personales, culturales e históricos. Es que no existe algo así como unos deseos puros o naturales compartidos por todos los seres humanos al margen de condicionamientos personales, sociales e históricos.
Tienes razón, el deseo no es un concepto puro y/o universal, sino que está determinado por muchos factores personales, sociales e históricos.
A ver si ahora me explico mejor:
Yo no pretendía referirme a deseos, sino a verdades objetivas. La ley de la oferta y la demanda es una ley o principio natural porque, sencillamente, en ella misma (en su ser-en sí) se
descubre una verdad que es autojustificación de sí misma.
¿Cuál es dicha verdad o esencia que subyace en la ley de la oferta y la demanda? Pues que los seres humanos, a través de su experiencia en el mundo, descubren que la ley de la oferta y la demanda es
justa en sí misma en tanto da respuesta a una pregunta: ¿cómo realizar intercambios de bienes y servicios buscando un acuerdo que sea satisfactorio tanto para el vendedor como para el comprador?
Pero aunque no sea
deseada por todos, la ley de la oferta y la demanda sigue siendo un principio hallado. Tú sostienes que es un principio construido o consensuado socialmente, y no te falta razón, pero yo lo interpreto así:
Primero descubrimos la razón que subyace en un intercambio justo (ley de la oferta y la demanda; es decir, primero hallamos la esencia (verdad en sí misma) de un principio natural.
Después construimos, como tú señalas, una ley moral, reelaborando e
interpretando la ley natural.
Lo que yo sostengo es que, inevitablemente,
la ley moral construida habrá de contener el espíritu (esencia o ley) de lo natural. No sé si consigo explicarme.
No puede haber construcción a posteriori, es decir, creación de nuevos valores o conceptos sin, primero, tomar prestadas las apriorísticas notas de la naturaleza, o de la realidad (Zubiri).
¿Qué son las notas de la realidad? Pues la esencia o verdad de lo ente que subyace en su ser-en-sí.
Para rebatirme, tú me dices que dicho principio (ley de la oferta y la demanda) no es esencialmente verdad (no es autojustificación en sí mismo). Argumentas que algún cliente podría, por ejemplo, ir a comprar a otra tienda, no en base al principio de la oferta y la demanda, sino porque tuviese preferencias personales por otro tendero.
Es como si yo te dijera (y así lo creo) que la verdad o esencia del ser-en sí de la vida radica en su voluntad para perdurar en el tiempo y, entonces, tú me rebatieras, de manera análoga a la anterior, que eso no es así, porque hay individuos que deciden suicidarse.
¿Cuál es la esencia o verdad (ser-en sí) de un cuchillo?
Pues la de ser útil. Lo queremos y deseamos en tanto que
vale como instrumento.
No me vale que luego tú me digas que no, porque hay individuos que lo hacen servir como arma. Sin embargo, arma y herramienta son instrumentos útiles, cada uno para fines distintos, ergo la esencia de ser útil (valer) del cuchillo no se pierde por ello.
¿Cuál sería la esencia o verdad de la ley del Mercado?
Pues la de ser útil y
valer para establecer un intercambio de bienes entre vendedor y comprador. Si tú quieres comprar en otra tienda, porque te cae mejor el otro tendero, de tu decisión (motivada por tus deseos, sentimientos y emociones) no debe concluirse que dicha ley o principio ya no sea verdad.
Quizás mi error, que es el que tú pretendes señalarme, consistió en justificar la verdad de la ley de la oferta y la demanda como valor
deseado por todos. Bien, sí es así, la reformularé de otra manera:
La ley de la oferta y la demanda es justa (verdad en sí misma), precisamente, porque evita sesgos o valoraciones morales. Dejemos los deseos a un lado.
Un saludo.