John Stuart Mill en su obra “El utilitarismo” formuló su famoso principio de la mayor felicidad del siguiente modo: “la felicidad es deseable, y además la única cosa deseable como fin, siendo todas las demás cosas sólo deseables en cuanto medios para tal fin. No puede ofrecerse razón ninguna de por qué la felicidad general es deseable excepto que cada persona, en la medida en que considera que es alcanzable, desea su propia felicidad. La justificación de que la felicidad es un bien es que la felicidad de cada persona es un bien para esa persona y, por consiguiente la felicidad general es un bien para el conjunto de todas las personas”.
Es decir, entiendo que como seres sintientes tenemos un deseo natural por nuestra propia felicidad y como seres racionales consideramos que los demás tienen tanto derecho a la felicidad como nosotros mismos.
Al argumentar de este modo Mill fue acusado de incurrir en la falacia de composición, que consiste en inferir que algo es verdadero acerca de un todo solo porque es verdadero acerca de una o varias de sus partes. Es decir, no parece plausible derivar del hecho de que la felicidad de A sea un bien para A, la felicidad de B un bien para B, y la felicidad de C un bien para C, que la felicidad de A+B+C sea un bien para el conjunto A+B+C.
Pero, ¿es posible argumentar en contra del cumplimiento de esa falacia en Mill? Eso es lo que parece que propone R.M. Hare, filósofo adscrito a la corriente del prescriptivismo universal, que defiende que las características formales del discurso moral pueden ser utilizadas para mostrar que el razonamiento moral correcto conducirá a la mayoría de la gente a una forma de utilitarismo. Tal como lo entiendo trata de combinar el principio utilitarista como criterio para sancionar éticamente las decisiones colectivas con cierta perspectiva kantiana.
Según Hare los juicios morales cumplen dos importantes requisitos:
- Son universalizables: cualquiera que haga un juicio sobre otra persona debe aceptar que si estuviera en el lugar del otro, el juicio sería igualmente aplicable a él. Esto implica que tengamos en cuenta a todos los afectados.
- Son prescriptivos: por tanto, quien asiente a un juicio moral debe asentir al imperativo implícito en él. Implica que tengamos en cuenta las necesidades de todos los afectados.
El objetivo que se consigue cumpliendo ambos requisitos es la búsqueda de la maximización de las satisfacciones, con lo cual el prescriptivismo acaba por mimetizarse con el utilitarismo.
Mi pregunta es si esta argumentación permite dejar al margen la falacia de composición. En principio, parece que el tema de la satisfacción de las minorías sigue sin quedar resuelto. Además, ¿es realmente universalizable el discurso moral?