En la descripción del pensamiento cervantino que realiza el profesor Abellán, se alude fundamentalmente al erasmismo larvado que se encuentra particularmente en El Quijote: Preferencia del cristianismo sobre el catolicismo, anticlericalismo aminorado por la suave ironía cervantina, exaltación de la caridad sobre la justicia, elogio de la religión interiorista y desprecio de la exterior basada en ritos mecánicos, admiración hacia la naturaleza y deseo de una vuelta de la Edad de Oro, etc.

Me ha sorprendido, sin embargo, que a la poliédrica obra de Cervantes sólo se dedique apenas dos páginas limitándose a hacer foco en el mensaje humanista de la libertad y la dignidad humanas típicamente enarbolado por don Quijote en sus discursos idealistas que declaran la libertad como el bien más precioso, la igualdad humana o la diferencia marcada sólo por el esfuerzo (la llamada filosofía del "ánimo esforzado"). ¿Qué hay por ejemplo de esa innegable contribución en la figura de Sancho, el que pone los pies en la tierra, el que aporta desde su ignorancia la sabiduría popular pragmática y desengañada, mucho más típica del Barroco? ¿O qué hay, por poner otro de muchos ejemplos, de esa crítica velada al idealismo ingenuo del Barroco español anclado en su inmovilismo y que hace suyo el imaginario de los libros de Caballería?

Es cierta esa dicotomía Quijote/Sancho Panza que dices. Pero si hay que dar un sentido global a la inmortal novela de Cervantes es el de la paulatina "quijotización" de Sancho. Mucho se ha reprochado a Cervantes que, al final de su vida, Alonso Quijano repudiara su pasado, recobrando la "razón" y muriendo como buen hidalgo cristiano acomodado. Pero en ese trance definitivo está Sancho desmintiendo el "retorno al redil" del hidalgo manchego, con su "No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver".