Supongo, Krabat, que el pasaje al que te refieres es el final del Capítulo “B. Autoconciencia”, justo antes del “C. Razón” (páginas 135 a 139 de la edición de Roces). Es decir, el punto de llegada de la autoconciencia a la razón, tras atravesar tres “fases”.
Hay un primer problema en la traducción de la palabra alemana Verhältnis. Por lo que dices, entiendo que Jiménez la traduce como “vía”; eso tiene un regusto místico y neoplatónico que no me convence nada. Roces traduce “actitud de movimiento”, dentro del marco de su tan frecuentemente estrambótica traducción. Hyppolite traduce al francés como “mode de relation”, o sea, “modo de relación”. Si no ando desencaminado (corrígeme si me equivoco), Verhältnis viene a ser algo así como un negocio o relación entre cosas, incluso en sentido matemático parece que significaría “proporción” entre cosas. Si es así, la traducción más certera sería la de Hyppolite, puesto que Hegel está hablando de los dos extremos entre los que oscila la conciencia, el individuo particular y la objetividad universal. Y lo que está siguiendo es la evolución de la forma en que se relacionan ambos extremos a lo largo de la historia del pensamiento.
La aporía dentro de la que se mueve Hegel es la de que facticidad y utopía constituyen el anverso y el reverso de una misma moneda. Desaparecida la base ontoteológica, tras la muerte de Dios, sólo queda, para dar sentido a la historia humana, la facticidad de la propia historia de la humanidad. Por eso algo hay de “vía ascética” (como una “subida al Monte Carmelo” de nuestro San Juan de la Cruz) en la evolución del pensamiento humano visto por Hegel, pero creo que esa visión mística acarrea más confusión que claridad.
El proceso a través del cual se produjo un avance en la forma de relacionarse los dos extremos de la autoconciencia tuvo un primer desarrollo en la antigüedad, pasando por el estoicismo y el escepticismo, hasta alcanzar el tercer modo de relación. Este tercer modo se caracteriza por la introducción de un término medio entre los dos extremos, para conseguir su conciliación:
“Esta tercera actitud, en la que esta verdadera realidad es uno de los extremos, es la relación de esa realidad con la esencia universal como la nada; y el movimiento de esta relación es el que vamos ahora a considerar” (Roces, 136). “...al sentimiento de su desventura y a la pobreza de su acción va unida también la conciencia de su unidad con lo inmutable. Pues el intento de la anulación inmediata de su ser real se lleva a cabo por mediación del pensamiento de lo inmutable y acaece en esta relación. La relación mediata constituye la esencia del movimiento negativo en el cual la conciencia tiende en contra de su singularidad la que, sin embargo, como relación es en sí positiva y producirá para ella misma su unidad” (Roces, 136-137; el subrayado es mío).
Se necesita una forma de mediación y esa relación mediada tiene la forma de un silogismo; requiere, como en el silogismo, de un término medio, que es la clave de bóveda de la cuestión. “Esta relación mediata es, por tanto, un silogismo en el que la singularidad, que empieza fijándose como opuesta al en sí, sólo se halla en conexión con este otro extremo por medio de un tercer término. A través de este término medio, es para la conciencia inesencial el extremo de la conciencia inmutable, y esta conciencia inesencial, a su vez, sólo puede ser para la conciencia inmutable a través de este término medio” (Roces, 137). El individuo singular y mudable se halla en un extremo, la “conciencia inesencial”; lo objetivo universal e inmutable, en el otro extremo, la “conciencia inmutable”. Para relacionar ambas conciencias en una síntesis, para conciliar al sujeto escéptico y desventurado, ineficaz ante el mundo, que se resuelve en mero trabajo alienado y goce insustancial, se precisa de un término medio.
La forma del silogismo requiere, y es en él la pieza fundamental, de un término medio que ligue los términos de los extremos y permita relacionarlos o conciliarlos. El término medio es predicado de uno de los extremos (sujeto) y sujeto de otro de los extremos (predicado), y permite, mediante el razonamiento silogístico, pasar a predicar el segundo extremo (predicado) del primero (sujeto). Así:
Todos los hombres son mortales.
Sócrates es hombre.
Luego: Sócrates es mortal.
En este clásico silogismo el término medio es “hombre”. En un extremo está Sócrates, del cual, como sujeto, predico el término medio: “es hombre”. En el otro extremo está el predicado “mortal” que predico de todo hombre. Y eso me permite vincular al sujeto Sócrates con el segundo extremo, “es mortal”, a través del término medio “hombre”.
En el silogismo metafórico de Hegel “Este término medio es él mismo una esencia consciente, ya que es una acción que sirve de mediadora a la conciencia como tal; el contenido de esta acción es la cancelación que la conciencia lleva a cabo de su singularidad” (Roces 137). Al igual que en el silogismo-tipo Sócrates se liga con la “mortalidad” a través de un término medio “hombre” en el que la singularidad de Sócrates se “cancela” al quedar subsumido en el término medio “hombre”.
La interpretación que da Hyppolite de cuál es ese término medio esbozado en estos pasajes de Hegel es muy sugestiva. “Este mediador, que se halla en relación inmediata con la esencia inmutable, sirve como consejero acerca de lo que es justo” (Roces 137). Hyppolite por su parte traduce ese pasaje así: “Ce médiateur (…) remplit la fonction de ministre en conseillant ce qui est juste”, o sea: “ese mediador... cumple la función de ministro aconsejando lo que es justo”. Se trata de un ministro de la religión, según Hyppolite, que, en las notas a pie de página de su traducción, nos dice que “ese término medio entre la conciencia inmutable y la conciencia singular es el sacerdote, el confesor; de forma más general, se trata aquí de la Iglesia de la Edad Media, prefiguración de la razón autoconsciente”. Siguiendo esa línea interpretativa, lo que dice Hegel un poco antes (“la conciencia se libera por tanto, de la acción y el goce como de lo suyo: repudia, de sí misma como extremo que es, para sí la esencia de su voluntad y arroja sobre el término medio o el servidor la peculiaridad y la libertad de la decisión y, con ello, la culpa de lo que hace”, Roces 137) lo interpreta Hyppolite aludiendo al sentido religioso de esa culpa, Schuld en alemán, que se traslada al “término medio”, consignando que retoma aquí Hegel la dialéctica de la culpa y de la remisión de los pecados expuesta, por primera vez, en sus escritos teológicos de juventud.
Así pues, si acogemos la interpretación de Hyppolite, Hegel estaría explicando el paso del pensamiento helenístico (estoicismo y escepticismo) hacia una superación en el seno de la Iglesia, que se produjo en la Edad Media. Este sería un proceso paralelo al que Hegel aprecia en sus tiempos, pero mucho más depurado, en el que se da la superación del “estoicismo” y el “escepticismo” cartesiano-kantiano; pero ahora la superación se da mediante la razón, que se institucionaliza no en la Iglesia, sino ahora en el Estado, la razón personificada.
Entonces, aun siendo cierto que el primer modo de relación y el tercero se caracterizan por conseguir una síntesis o conciliación de los extremos (singular y universal), frente a la radical división entre ambos del segundo modo de relación de la autoconciencia en su proceso reflexivo, creo que se ve clara la diferencia entre el primer y el tercer modos de relación, pues el primero es “ingenuo” y estéril, mientras que el tercero es racional y liberador, pues se asienta sobre ese término medio que es el Estado, fundamento racional de esa conciliación.