Tasia escribió:
Yo no he dicho en ningún momento que piense que con que haya mujeres en política todo está hecho en la igualdad entre hombres y mujeres. Eso me lo has atribuído tú.
Lo que yo que he dicho es que el hecho de que haya cuotas (no solo en política) es una medida de disciminación positiva a favor de la igualdad entre hombres y mujeres (lo cual es obvio). Y he procedido a defender las medidas de discriminación positiva (o igualdad geométrica, si prefieres un concepto de antigüedad milenaria, para que no pienses que soy militante del partido socialista o miembro de una "superada" corriente feminista)a favor, no solo de las mujeres, sino de cualquier colectivo injustamente discriminado.
Como ya he dicho en mi mensaje anterior, el feminismo de la igualdad parte de un gran error: tomar como modelo al hombre. Si las mujeres deben aspirar a ser lo mismo que los hombres, entonces no son libres para ser lo que quieran ser, sino que deben plegarse a lo que desde una sociedad androcéntrica se considera deseable. En el libro de Danto
Después del fin del arte hay un ejemplo que me viene como anillo al dedo:
Danto, en Después del fin del arte (pp. 206-207) escribió:
Unos cuantos buenos artistas que entran en la categoría deconstruccionista oficial de oprimidos ven la exclusión del museo como una forma de opresión: su propósito no es evitar ni permitir que el museo se disuelva por sí mismo. Ellos quieren ocupar un lugar El carácter algo paradójico de las Guerrilla Girls es ilustrativo de ésta actitud. [...] sus miembros empapelan las paredes del Soho con pósteres brillantes y mordaces. Pero el mensaje de los pósteres es que las mujeres no están suficientemente representadas en los museos, en grandes exposiciones y galerías importantes. Esto contempla el éxito artístico en los términos tradicionales del hombre blanco, permítaseme decir, usando sus conceptos. Sus medios son radicales y deconstructivos, pero sus metas son conservadoras.
Las feministas de la igualdad no buscan construir una sociedad igualitaria, sino una sociedad en la que las mujeres tengan las mismas oportunidades de acceder a los mecanismos del poder político que los hombres. Una sociedad en la que una minoría acapara todo el poder político, este formada esa minoría por hombres y/o mujeres, no me parece para nada igualitaria.
Toposhiperurano escribió:
Me parece oportuno poner este vídeo porque esta señora lo explica mejor que yo y quien no esté de acuerdo con ella, simplemente, no es feminista.
Vaya, ¿así que las feministas a las que les parece una auténtica chorrada lo de las cuotas de paridad, no son realmente feministas? Entonces, toposhiperurano, supongo el anarquismo feminista no entra dentro de tu definición de feminismo.
Termino con un fragmento de Emma Goldman con el que no puedo estar más de acuerdo.
Emma Goldman en El sufragio femenino escribió:
El sufragio, en igualdad de condiciones para la mujer y el hombre, se basa en la idea fundamental que ella debe tener el mismo derecho que su compañero a participar en los asuntos de la sociedad. No es posible que se pueda rehusarle esa justa participación en la vida societaria, aunque el sufragio fuera una práctica sana y justiciera. Mas la ignorancia de la mente humana está compuesta para ver un derecho, una libertad, donde no hay más que una imposición. ¿No significa acaso una de las más brutales imposiciones esto que un grupo de personas conciban y confeccionen leyes para obligar con la fuerza y la violencia a que otras las acaten y obedezcan? Y todavía la mujer clama por esa única oportunidad, que trajo tanta miseria al mundo, que le hurtó al hombre su integridad y la confianza en sí mismo; una imposición que corrompió totalmente al pueblo, convirtiéndolo en fácil presa en las manos de políticos sin escrúpulos y venales.
¡EI pobre y estúpido ciudadano libre norteamericano! Libre para morirse de hambre, libre para vagar por las calles de las grandes ciudades y del campo; él disfruta de la bienaventuranza del sufragio universal, y con su derecho forjó las cadenas que arrastran sus pies. La recompensa que recibe se reduce a una labor agotadora, leyes prohibiendo con graves penas el derecho del boicot, de atacar a los rompehuelgas, en efecto, todo, casi todo, menos salvaguardar su sacrosanto derecho a fin de que no le roben el fruto de su trabajo. Y asimismo nada le enseñaron a la mujer los desastrosos resultados de este fetiche del siglo XIX. Es que se nos asegura que si ella entra en la liza, purificará la política.
Innecesario sería decir que no me opongo al sufragio femenino; en el sentido convencional de la idea pura, debería ejercerlo. Ya que no veo por cuáles razones físicas, psicológicas y morales la mujer no posee los mismos derechos del hombre. Mas esto no me ciega hasta llegar a la absurda noción que la mujer ha de llevar a cabo cosas en las que el hombre fracasó. Si ella no las hará peor, tampoco las hará mejor.
Presumir que ella logrará purificar lo que no es susceptible de purificación, es adjudicarle poderes sobrenaturales que nunca tuvo. Desde que su más grande desgracia fue que se la considerase un ángel o un demonio, su verdadera salvación se halla en que se le otorgue un razonable sitio en la tierra; es decir, que se la considere un ser humano y por ende sujeta a cometer los yerros y las locuras propias de la condición humana. ¿Podremos entonces creer que dos errores se convertirán porque sí en dos cosas justas, sensatas? Las más ardientes partidarias del sufragio femenino, ¿serán capaces de asentir con semejante locura?