A raíz de lo comentado en este hilo, repasé algunas partes del Segundo Tratado de John Locke; y os reproduzco el siguiente fragmento que, en mi opinión, supone un magnífico alegato a favor del liberalismo político (la traducción del inglés es mía):
Locke escribió:
No tengo inconveniente en reconocer que el Gobierno civil es el remedio adecuado para los inconvenientes del estado de naturaleza, que tienen que ser muy grandes si los hombres pueden ser jueces en sus propias causas (...): pero querría recordar a quienes oponen esta objeción, que los monarcas absolutos no son sino hombres; y si el Gobierno tiene que ser el remedio de aquellos males, que se siguen necesariamente del hecho de ser los hombres jueces en sus propias causas, y, por lo tanto, no hay que tolerar el estado de naturaleza, me gustaría saber; ¿qué clase de Gobierno es, y sería acaso mejor que el estado de naturaleza, aquél en el que un hombre, mandando sobre una multitud, tiene la libertad de ser juez en su propia causa, y puede hacer a todos sus súbditos lo que le plazca, sin la menor libertad de nadie para cuestionar o controlar a quien ejecuta sus deseos? Y ¿habrá que someterse a cualquier cosa que haga, ya sea guiado por la razón, por el error o por la pasión? Mejor estaríamos en el estado de naturaleza, donde los hombres no están constreñidos a someterse al deseo injusto de otro. (Segundo Tratado sobre el Gobierno, II, 13).
Es evidente que el destinatario más inmediato de ese texto es Thomas Hobbes. Para éste, el estado de naturaleza se caracteriza por el
bellum omnium contra omnes, la lucha de todos contra todos que hace prevalecer al más fuerte, pero que destroza la convivencia pacífica de los hombres en sociedad. Para que el
status civitatis prevalezca sobre el
status naturalis, es necesaria la autoridad del Gobierno, para poner orden en esa guerra universal de todos contra todos. El argumento de Locke es claro: sin duda es necesario un Gobierno con autoridad para salir del estado de naturaleza; pero, ¿no estaremos así yendo a peor? Porque el soberano absoluto de Hobbes, ¿no es también un hombre? Si lo dotamos de todo el poder, estaríamos peor incluso que en el estado de naturaleza pues, más o menos, en éste todos seríamos "lobos" para el otro (
homo homini lupus), mientras que bajo el monarca absoluto seríamos corderos en manos de un solo lobo.
Pero en el texto de Locke aún hay más. Llamo la atención sobre que su argumento no sólo pretende tener validez cuando el monarca absoluto sea un tirano (actuara guiado por su pasión o capricho), sino incluso aunque el monarca actuara "
guiado por la razón". Aquí Locke apunta más lejos que a Hobbes y cuestiona toda una tradición filosófica, que provenía de Aristóteles, sobre las formas de Gobierno y su tipología entre gobiernos buenos y gobiernos desviados, que se basaba en que los primeros (sea el gobierno de uno, de unos pocos o de la mayoría) actúan en interés de la polis, mientras que los segundos actúan en interés del propio gobernante. Locke lanza un torpedo a la línea de flotación de esa teoría política: no podemos depender de la buena voluntad o actitud del gobernante. El Gobierno debe ser siempre limitado, o, si no, mejor es el estado de naturaleza, donde el hombre al menos tiene algún medio de defensa frente a la rapiña del otro..
Locke habla de "monarca absoluto" (escribía en 1689), pero, ¿cómo hay que interpretar eso para aplicarlo al siglo XXI? Puede pensarse que los límites que Locke plantea al Gobierno para que el estado de sociedad sea preferible al estado de naturaleza se solventan con algo como la separación de poderes de Montesquieu; pero creo que eso sería traicionar el espíritu de la doctrina de Locke. Lo que Locke propone no es un diseño de ingeniería política de instituciones que se contrapesen y contrabalanceen. Porque incluso bajo un régimen político de ese tipo, ¿qué puede oponer un ciudadano ante el poder omnímodo del Gobierno y el resto de instituciones coordinados contra sus intereses? Nada.
Mucho de eso podemos observar hoy en día. Más allá de si los que componen ese poder omnímodo son una sola persona (monarca absoluto) o muchos, el ciudadano queda indefenso ante el capricho o el error o los actos de un Poder Político que es "
juez en sus propias causas", para decirlo con Locke. La connivencia entre poder ejecutivo, legislativo y judicial, e incluso la actuación concertada de oligarquías políticas, financieras y mediáticas carece de posible resistencia del ciudadano indefenso.
Lo que Locke propone creo que va mucho más allá. Apunta a unos límites materiales para el Gobierno. Límites que, evidentemente, pasan por una minimización de los recursos que maneja el Gobierno y, desde luego, por terminar con conceptos como el de "interés general". El Gobierno no es lo mejor que nos ha podido ocurrir, sino un mal menor, inevitable, pero con la irremisible tendencia a actuar a favor del interés de los gobernantes en contra del interés de los gobernados. Porque, en puridad, no hay interés general; sólo las personas tienen intereses. ¿Es concebible un interés general que no interese a nadie? Y ¿es concebible un interés general que sea un interés universal? Creo que es evidente que no; y, en consecuencia, el interés general siempre es el interés de alguno que va contra los intereses de otro.