¿No os resulta curiosa la traducción que Tomás de Aquino hace del ]zoón politikón aristotélico, vertiéndolo como “animal social”?
Mucho tiempo media entre una formulación y la otra. Y los matices que cambian son también bien importantes, porque sin ellos no se entiende por qué el Aquinate traduce por “social” algo que es, en principio, “político”.
Ya Platón había comenzado la operación de división de lo real, en dos mundos inconexos y separados, el mundo sensible y el mundo noético o inteligible. Con el tiempo, andando su decurso, se instaló la fatal división de los dos planos.
En el ámbito político también afectó esta división: si en un principio, en la democracia ateniense, los propios ciudadanos eran los que dictaminaban los asuntos políticos, en decisiones tales como la guerra y la paz, los impuestos, etc., etc., en cambio, en la época medieval de Santo Tomás, la división ya se había operado y había dos planos bien diferenciados: la sociedad civil, de un lado, y el órgano directivo, del otro. Sociedad, pues, y realeza gobernante, y a la sociedad civil no le competía dirimir los asuntos políticos, de los cuales estaban alienados.
“Animal político” y “animal social” son, pues, dos versiones diferentes de un mismo principio. Con significantes, en apariencia, semejantes y homogéneos, sus significados son completamente diferenciados y contrapuestos. Si en el primero, la persona es ciudadana, con pleno derecho de palabra y decisión, en el segundo es súbdito obediente y pasivo, mero receptáculo de las órdenes que desde la realeza se dictan.