Este mundo es ambivalente y no se compone del bien en tanto lo racional y el mal como su imposible opuesto. En realidad (lo real empírico
primogenérico, el M1 imbricado) ni está exento ni tiene por qué ser puro. El ser del mundo es como es, y esto es irrecusable, pues en tanto ser y por el mero hecho de serlo es perfecto. Un ser con atributos exentos, puros, es un ángel y sólo un ángel, es decir, es una irrealidad que no puede ser sometida a consideración.
El mal y el bien están ligados a lo conveniente, a lo convenido, a la justicia y ajustado de los cambios y a su posible injusticia o desajuste, el bien está ligado a la equitatividad de la paridad en los intercambios, y por tanto la moral que define al bien o al mal es un resultado de la ética de nuestras normas, de nuestros "
contenidos materiales" que derivan más tarde hacia otros contenidos segundo y terciogenéricos. Más allá la metafísica se empantana en meros círculos viciosos que jamás llegan a ninguna parte. El bien no es una esencia…, el bien es un
valor (porque nos vale) a veces meramente terciogenérico, susbstanciado, es decir, elevado a una pura entelequia que se olvidó en el trasiego de su raíz primogenérica.