Mª Idoya Zorroza, Universidad de Navarra
(Comunicación presentada en las I Jornadas de la AEP: “Itinerarios del personalismo”, UCM, 26-27 de noviembre de 2004)
El pensamiento del conocido filósofo español Xavier Zubiri en sus formulaciones sobre la noción de persona mantiene el perfil peculiar que lo define, en su profundidad y originalidad, como una de las figuras más relevantes del panorama filosófico español del siglo XX. La perspectiva desde la que él atiende a la reflexión sobre la persona tiene un sesgo marcadamente metafísico. Como afirma el profesor Arellano, Zubiri opera sobre los temas filosóficos que estudia una reductio ad realitatem[1], lo cual, en el tema de la persona –que es el que nos ocupa– significa quesólo partiendo del hombre como realidad, para llegar a su peculiar carácter como animal de realidades lograríamos –según Zubiri– dar asiento a todas las demás dimensiones que preocupan y ocupan a los filósofos de nuestro tiempo.
Se ha dicho que la obra entera de Zubiri debe leerse desde una reflexión sobre la realidad humana, esto es, que su teoría de lo real se ha de entender como el estudio propedéutico para abordar qué sea la realidad humana, y la teoría de la inteligencia como una aclaración de qué es lo que se entendía por realidad[2]; debe advertirse, sin embargo,que aunque tenemos pocos escritos revisados, con la sistematicidad y organicidad propias de Zubiri que traten de la persona, pues la mayor parte de ellos son cursos que no terminó de revisar, motivo por el cual éste tema todavía debe ser estudiado con seriedad desde las mejores intuiciones y a la altura de las últimas tesis metafísicas y gnoseológicas de Zubiri, una tarea que –considero– aún sigue abierta.
Pero que sea una tarea abierta no quita la centralidad del tema de la persona para la filosofía de Zubiri, como insisten los más autorizados estudiosos de la obra de este autor.
La posición filosófica de Zubiri en este tema trata de dar al concepto de persona una profundidad metafísica que sea asiento filosófico a su dignidad y los valores que le son propios; con ello Zubiri quiere subsanar la debilidad teórica que encuentra en muchos de los tratamientos teóricos de su tiempo, como señala Pintor Ramos[3].
El tema de la persona, como es bien sabido, es uno de los temas preferidos por los pensadores de principios de siglo especialmente por reacción, por un lado, ante el idealismo absoluto hegeliano y, por otro, frente al materialismo, positivismo y biologismo de principios de siglo; un siglo marcado por la experiencia traumática de dos guerras mundiales que manifestaron a la Europa del siglo XX el hecho de que las posibilidades materiales y técnicas –la tan proclamada civilización– no garantizaban un progreso que fuese verdaderamente humano. Sin embargo, Zubiri dirá que muchos de los movimientos que surgieron entonces pueden correr el riesgo de quedarse en lo parcial de lo humano, no considerando la unidad de realidad que le da sentido, y de llegar sólo a conclusiones y soluciones insatisfactorias. Y ello porque una investigación sobre qué sea la persona puede perderse en la búsqueda de los elementos específicos y diferenciadores de lo humano, dejando fuera un elemento primero y primordial: que la persona es una realidad libre, una realidad social o cultural, una realidad simbólica, una realidad histórica, una realidad espiritual… No terminamos de entender la realidad humana si prescindimos de su carácter de realidad. Por ello, aunque pueda parecer una cosificación de la persona, un estudio aquilatado de la realidad humana habría de empezar por señalar que, como cualquier otra realidad mundana, el hombre es una realidad. Esto no tiene un afán de reducir lo específico de lo humano, lo espiritual, a un nivel inferior, sino el intento de plenificar el significado de realidad hasta permitir que abarque lo humano, es decir, que abarque lo simbólico, lo espiritual, lo intelectual. Sólo así llegaremos a comprender la riqueza y valor específico de la persona[4].
Un temprano escrito de Zubiri[5] ya nos pone en camino de lo que va a ser esa actitud en su estudio de la realidad humana, en donde podemos, sin recato alguno, subrayar el término «realidad». En Nota sobre la Filosofía de la religión señala lo que será una constante en sus estudios y escritos “antropológicos”: su estar volcados a un esclarecimiento de lo que es la realidad histórica, cultural, religiosa, en primer lugar como realidad, abriéndose, luego, a lo diferencial de esas dimensiones humanas.
En resumen, podríamos decir que para Zubiri, la intención que anima su tratamiento de la persona es descubrir que ser personal implica no sólo determinadas capacidades o aptitudes: dar de sí, descubrirse espiritualmente, abrirse al otro, a los otros, al Otro, ser un espejo de lo real, ser un concreador o recreador de lo real, su logos, su capacidad simbólica, su dimensión religada o religiosa…, sino, fundamentalmente, descubrir qué significa que sea una realidad personal.
¿Qué es lo que aporta, para Zubiri, la insistencia de que la persona es una realidad personal?
Entenderlo supone entrar en una distinción muy repetida por el autor: la realidad no es sustancia sino sustantividad. No significa un mero cambio de término sino que lleva detrás una matización de gran trascendencia a la hora de entender lo específico de la persona.
Por un lado, si entendemos la realidad como sustancia en el sentido más primario del término[6] implica la presencia de algo constante que permanece bajo los actos, manifestaciones, potencias, facultades, capacidades, operaciones, acciones, etc., de la persona, en el sentido en que es lo que les da unidad, los sostiene y los hace posible dándoles su consistencia y coherencia, pues esas mismas manifestaciones, potencias, etc., están sujetas a cambio, a modificaciones.
Persona, como sustancia, significaría aquello que es en sí. Queda lo definitorio de la persona como un fondo insondable que puede o no quedar expresado por lo que la persona hace y que apenas queda modificado por lo que a la persona le pasa, que le afecta sólo en las capas más periféricas, elementos de una personalidad o carácter. La persona, a lo sumo, desde la noción de sustancia, se comprende como la fuente y el soporte de una serie de actos y acciones, la percha que da entereza a los diversos caracteres, notas, capacidades, que colgamos sobre ella, y que son, ellos mismos, en parte, extrínsecos, extraños y ajenos a ella. Lo diferenciador de la realidad personal, respecto de otras sustancias, no es otra cosa que una intensificación de la individualidad; que supone una progresiva mayor independencia y mayor control sobre la realidad exterior.
No entro en la oportunidad con la que Zubiri comprende que la tesis de que la realidad es sustancia como un en sí es atribuible a la filosofía aristotélica y medieval, y en la justeza de esas críticas, lo cual nos llevaría demasiado lejos para el propósito buscado. Sólo voy a destacar que, según Zubiri, la filosofía moderna rompió con la idea de que la realidad es sustancia como un en sí, para entender que la única realidad cierta es el yo, la conciencia, pero también entendida como sustancia, con lo cual la persona deja de entenderse desde el en sí para comprenderse como un en mí. La primacía del dictado de la conciencia por encima de lo que es como realidad es una de las consecuencias que todavía lastran la reflexión antropológica contemporánea[7], y se encuentra, al menos así lo considero, en el nacimiento y expansión del relativismo que está vigente en muy distintos órdenes de nuestra sociedad.
Frente a la noción de sustancia Zubiri propone entender la realidad como sustantividad[8]. La noción de sustantividad aplicada a la realidad humana nos permite entender cómo ella es una[9], tanto entitativa como operativamente, y, puesto que la unidad es previa y anterior a las partes que la analizan, que además son expresivas de esa unidad, y esa unidad no es un fondo enigmático e insondable, sino algo que cambia con el cambio de las partes, las organiza y las posiciona, la noción de un sujeto-enigma queda fuera de este planteamiento. Zubiri soluciona, por un lado, y sin aparente dificultad el carácter dual que históricamente ha sido planteado como un problema de difícil solución, al afirmar la espiritualidad del hombre y su carácter esencial y necesariamente corpóreo en la defensa de una realidad sustantiva (una sustantividad) que está formada por múltiples notas o componentes, una de los cuales, el alma, es una sustancia insustantiva, necesitada del todo sustantivo para ser, pero como subsistema, con cierta autonomía operativa y especificidad propia.
Pero llegamos, en segundo lugar, al tema que considero que es más relevante en la defensa zubiriana de que la realidad personal es sustantividad, en vez de sustancialidad. Él afecta al cambio de lo sub-stante, entendido como algo que subyace a las características, etc., cambiantes y conformadoras de lo real dotándoles de unidad, consistencia y coherencia, pues la sustantividad personal es supra-stante (ujperkeimenon) de las notas y propiedades que la configuran como tal, es decir, más que servir de apoyo a propiedades o notas que se derivan de ella, es integradora. Esta caracterización es especialmente importante por cuanto entiende la existencia humana no como el despliegue de una actividad definida, sino como la unidad de una acción integrativa en la que lo vivido no sólo cambia, afecta, modifica o enriquece psicológicamente a la persona; sino que lo vivido es lo que hace a la persona esencialmente: la proyección de la existencia humana, su comprensión como camino o, mejor, como un ir haciéndose en medio del mundo; llenan de dramatismo a la existencia actual de la persona.
El sentido dinámico de la apropiación hace de la unidad de la vida humana algo también dinámico, no desde un punto de partida que se despliega, sino desde un punto de realización.
En tercer lugar, como realidad, es un «de suyo», en cuanto posee en propio su carácter de real, pero es un «de suyo» que lo es en sentido estricto: de ahí la definición de persona como realidad «de suyo» que es formalmente «suya», una determinada suidad. Por último, al establecer una respectividad de realidad, de todo lo real, descubrimos que en ella la realidad humana es abierta y trascendental, está abierta a todo lo real y abierta a ello en su realidad, como realidad (en virtud de la inteligencia), de ahí que la apertura trascendental de la inteligencia se enmarca en una respectividad «física», que posee todo lo real, en cuanto tal realidad y en cuanto real.
Aquí se encuentra el tema de qué define la vida humana y qué define al ser personal: hemos dicho que es el ser reduplicativamente suyo. En la comprensión de qué sea esto Zubiri articula en el ser personal la noción de dominio y la noción de propiedad incluyendo tanto la sustancial como la supersustancial, es decir, la noción de propiedad que se tiene (y surge de uno) y la noción de propiedad de algo propio por apropiación. Por lo tanto, este nivelfundamenta al anterior.
Así, el carácter de “persona” consistirá en ser una realidad sustantiva que en tanto que abierta no sólo se abre a la realidad como tal, sino a su propia realidad. Luego, al estar abierta a su propia realidad, es en propiedad, y ello en sentido constitutivo y no meramente operativo: “La vida del hombre, […] consiste en poseerse”[10]. El hombre, a diferencia de cualquier otra realidad, no se limita a ser, es su realidad, su serse es esencialmente distinto, implica una autoposesión que es lo que en última instancia le define como persona.
El hombre como animal de realidades, abierto al todo de lo real, como también abierto a sí mismo como realidad, consiste en poseerse. Ese poseerse en el hombre no es conservar la propia realidad sino “ser su propia realidad. La sustantividad humana es eo ipso persona. Persona es justamente ser «suyo». No es simplemente ser «de suyo»”[11].
Por este motivo Zubiri señala que ser persona consiste en ser una realidad en propiedad constitutiva, físicamente constitutiva y reduplicativamente en cuanto no solamente es de suyo sino que es suya, abierta a su propia realidad; tiene su propia realidad formalmente como propiedad.
Este ser suyo de la persona, a nivel operativo, no implica sólo que los actos que pueda ejercer alguien le califiquen como a un sujeto, sino que son suyos. Efectivamente “cada uno de los actos va calificando, va configurando de una manera modal, rasgo a rasgo, la figura de mi propio ser de lo sustantivo”[12]. El hombre, por ser persona, configura su yo, su personalidad, la figura que va cobrando con los actos de su vida, revirtiendo sobre las estructuras esenciales de quien es un acto segundo. Por este carácter de la sustantividad humana, señala Zubiri en Sobre la esencia, esta sustantividad no es tan sólo sujeto de las propiedades que emergen naturalmente de las sustancias que la componen, sino que incluye otras propiedades que no emergen sino que son apropiadas, porque el carácter de esta realidad que es persona, una realidad suya, su realidad tiene un carácter singular, no sólo es sujeto de, sino sobre todo está por encima de las propiedades al apropiárselas por aceptación, es suprastante.