Creo que no nos podemos enfrentar de forma eficaz al problema que planteas, Kierkegaard, si no procedemos previamente a una clarificación de la terminología empleada, para estar seguros de que todos hablamos sobre lo mismo. Especialmente hay ahí dos términos cuyo significado no está claro: “instrumentalismo” y “fenomenismo”.
Puede ser útil, para mi propósito clarificador, acudir a las “modalidades del realismo” tipificadas por Antonio Diéguez, conjuntamente con sus posiciones contrarias, en este artículo:
Los compromisos del realismo científico, por Antonio Diéguez
Lo primero que llama nuestra atención es que al menos nos encontramos con dos modalidades de instrumentalismo: el
instrumentalismo sobre entidades (u ontológico), opuesto a la modalidad 1 de realismo o
realismo ontológico, y el
instrumentalismo teórico, opuesto al realismo de tipo 3 o
realismo teórico. El primero de ellos, el instrumentalismo ontológico predica que “
las entidades teóricas son meros recursos predictivos”, en oposición al realismo ontológico, de acuerdo con el cual “
las entidades teóricas postuladas por las teorías científicas bien establecidas existen”. Sin embargo, el instrumentalismo teórico sólo postula que “
las teorías científicas son instrumentos de cálculo, útiles o inútiles, empíricamente adecuadas o inadecuadas, pero no verdaderas o falsas”, en contraste con el realismo teórico que predica que “
las teorías son susceptibles de verdad o falsedad”. ¿A cuál de ambos instrumentalismos se está refiriendo el texto del profesor Zamora Bonilla que comentamos? Parece que al primero de ellos, pues en el texto que citas, Kierkegaard, habla de “
alguien que no esté dispuesto a asumir la existencia de entidades, relaciones y funciones teóricas”; se trata, pues, de una cuestión ontológica, de existencia, y no de verdad, que es a lo que se refiere el segundo de nuestros instrumentalismos.
Por otro lado, Diéguez nos presenta el fenomenismo como opuesto al realismo de tipo 2 o realismo epistemológico. Éste sostiene que “
las teorías científicas nos proporcionan un conocimiento adecuado, aunque perfectible, de la realidad tal como ésta es con independencia de nuestros procesos cognitivos”. Por el contrario, el fenomenismo sostiene que “
las teorías científicas sólo tratan de fenómenos observables”.
Pero también conviene tener presente la relación que puede haber entre ambos instrumentalismos y el fenomenismo. Como quiera que Diéguez no la establece de forma directa, tendremos que recurrir a las relaciones que sí hace explícitas entre los distintos tipos de realismo, y así, de forma mediata, relacionar los distintos tipos de instrumentalismo. La secuencia de tipos de realismo de Diéguez es que el primero, el realismo ontológico es condición necesaria del segundo, el realismo epistemológico, éste del realismo teórico y éste del realismo progresivo. Y, consecuentemente, el realismo progresivo será condición suficiente del realismo teórico, éste del realismo epistemológico y, finalmente, éste del realismo ontológico. En el texto de Diéguez están expresamente establecidas las relaciones entre realismo ontológico y realismo epistemológico, y entre realismo teórico y realismo progresivo. Para vincular esos dos pares hay que acudir a la siguiente frase de Diéguez: “
Por otra parte, el realismo teórico no exige mantener el realismo epistemológico, como lo muestra el caso de Putnam (y anteriormente el de Kant)”. Es decir, Putnam y Kant sostuvieron el realismo teórico (“
las teorías científicas son susceptibles de verdad o falsedad”), pero no el realismo epistemológico; eso demuestra que el realismo teórico no es condición necesaria del realismo epistemológico, pero sí tiene que ser condición suficiente, pues si se sostiene que las teorías científicas nos proporcionan un conocimiento adecuado de la realidad tal como ésta es, serán susceptibles también de verdad o falsedad, al menos tanto como lo serían teorías que sólo proporcionan un conocimiento adecuado de los fenómenos aunque no de la realidad-en-sí.
Aclarado todo lo anterior, y haciendo omisión del resto de posturas que Diéguez contempla en su artículo y que para la discusión que nos interesa en este momento no son pertinentes, tendríamos la siguiente secuencia:
Realismo teórico → Realismo epistemológico → Realismo ontológico.
O, lo que es lo mismo,
¬ Realismo ontológico → ¬ Realismo epistemológico → ¬ Realismo teórico.
¿Cómo podemos traducir eso en términos del instrumentalismo? Si consideramos:
¬ Realismo teórico ↔ Instrumentalismo teórico;
¬ Realismo epistemológico ↔ Fenomenismo;
¬ Realismo ontológico ↔ Instrumentalismo ontológico
obtenemos la secuencia:
Instrumentalismo ontológico → Fenomenismo → Instrumentalismo teórico.
Quiere decirse que el instrumentalista ontológico será también fenomenista, pero no será necesariamente fenomenista el instrumentalista teórico. Pues, en efecto, si se sostiene que las “entidades teóricas” no existen realmente, sino que son “meros recursos predictivos”, eso conlleva de suyo que “las teorías científicas sólo tratan de fenómenos observables”, pues es imposible que traten de cosas que no existen, como serían las no observables. Pero no ocurre lo mismo con el fenomenismo y el instrumentalismo teórico, pues el instrumentalista teórico que sostiene que las teorías no tienen por qué ser verdaderas o falsas, sino sólo útiles o inútiles no necesariamente será fenomenista, y puede pensar que las teorías científicas tratan de algo más que meros fenómenos.
Dicho lo cual, tengo que discrepar, dentro del marco de definiciones conceptuales esbozado, tanto de los comentarios de Kierkegaard como de los que hizo el profesor Zamora. Efectivamente, el texto que comentamos de este último se refiere al instrumentalista ontológico; por consiguiente, no es pertinente la pregunta que hace Kierkegaard (“
¿por qué debería evitar caer en el fenomenismo?”), pues es inevitable que el instrumentalista ontológico sea también fenomenista, en el sentido definido por Diéguez, pues la creencia en la irrealidad de las entidades teóricas no empíricas lleva de suyo que la ciencia sólo trate de fenómenos, y no de noúmenos, variables ocultas u otras entidades no observables. El instrumentalista ontológico, por ejemplo, sostiene que no hay en el mundo nada como “masa” o como “gen”; sólo hay objetos que se mueven y poblaciones de organismos que van cambiando en interacción con el medio. Pero, entonces, tendrá que sostener que la mecánica y la biología sólo tratan, respectivamente, del movimiento de los cuerpos y de la adaptación de organismos al medio, y no de “masas” ni de “genes”. No sé cómo iba a sostener otra cosa, dado su supuesto de partida instrumentalista ontológico. Por eso no se entiende, desde las definiciones de Diéguez, la observación del profesor Zamora: “
El argumento simplemente se aplica a aquellos instrumentalistas a los que no les gusta el fenomenismo (que son la mayoría)”. Tal vez se refiera, después de todo, al instrumentalismo teórico, que únicamente se preocupa por si las teorías científicas basadas en la “masa” o en los “genes” son o no útiles, despreocupándose de si son verdaderas o falsas. El caso es que la mecánica o la genética “funcionan”, sin que eso conlleve un compromiso ontológico con la realidad de sus conceptos teóricos o las relaciones entre ellos.
Hay también, desde luego, una discrepancia terminológica entre Zamora y Diéguez en lo referente al “fenomenismo”. Como hemos visto, Diéguez sí considera a Kant fenomenista, mientras que el profesor Zamora no, pues expresamente lo dice así, al comentar las observaciones de Kierkegaard.
Mantengo otra discrepancia tanto con Kierkegaard como con el profesor Zamora. Ambos se adhieren, si no lo interpreto mal, a la postura del realismo progresivo. Evidentemente, se trata de una postura admisible (aunque no necesariamente haya que compartirla). Lo que, sin embargo, creo que no es admisible es la posición del profesor cuando nos dice: “
Yo soy realista sobre los virus y los electrones, pero instrumentalista sobre la materia oscura y la tasa natural de desempleo”. Y no es admisible porque creer en la existencia de los virus o de los electrones no es ser “realista”; tanto los virus (por observación directa mediante el microscopio), como los electrones (por dejar huellas sobre placas) son hechos o cosas observables y, por consiguiente, totalmente fenoménicas (con los medios de observación actuales, aunque no lo fueran en el pasado). Un instrumentalista ontológico también cree en tales entidades.
La segunda parte de las observaciones de Kierkegaard entran ya en un segundo nivel, menos ontológico y más teórico. Ahí estoy de acuerdo con Kierkegaard en que el instrumentalismo y el realismo, a este nivel, acabarían “fundiéndose”, pues si dejamos a un lado el problema ontológico, las fronteras entre lo que sería una teoría verdadera (o falsa) y una teoría útil (o inútil) se nos difuminan bastante. El profesor piensa que un instrumentalista puede perfectamente admitir dos teorías rivales pero incongruentes, siempre que ambas hagan buenas predicciones. Creo que esa imputación al instrumentalismo no es del todo exacta. El instrumentalismo provee de un criterio evaluativo entre teorías, el de su utilidad o potencia predictiva. El realismo provee de otro diferente, el de su verdad o falsedad. Pero las cosas, me parece, no están tan claras. Es cierto que en un momento dado dos teorías pueden ser potencialmente equivalentes en términos de utilidad y ser incompatibles; por ejemplo, el sistema copernicano y el sistema ticónico, que predecían con parecida exactitud el movimiento aparente de los astros en el cielo (incluso quizá Tycho superaba con sus tablas la precisión de las mediciones basadas en el sistema teórico rival). Pero a la larga es dudoso (yo diría que prácticamente imposible) que según se vayan demandando más y más predicciones, con mayor precisión cada vez, ambos sistemas puedan compartir en paridad un estatus de utilidad similar. Tarde o temprano uno de los dos se revelará más potente en sus predicciones. De hecho, creo que los “realistas” de la época estaban en aquel tiempo del lado de Tycho Brahe y no de Copérnico; fue precisamente la mayor utilidad del sistema heliocéntrico lo que acabó por darle la primacía, quedando, por ser más útil, como “verdadero”. La verdad suele ser
ancilla de la utilidad y no a la inversa.