Un día como hoy hace 207 años moría Immanuel Kant el más importante representante del idealismo alemán - de cuya radicalización renegó -, y uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna, del último período de la Ilustración y de la filosofía universal. Según sea la versión, cuentan que justo antes de morir exclamó "Es ist gut" ('Está bien') o "Genug" ('suficiente', 'basta'). Cerca de su tumba se halla una placa en la que en alemán y en ruso se recogen las palabras de su conclusión en la Kritik der praktischen Vernunft (Crítica de la razón práctica): "Dos cosas colman el ánimo con una admiración y una veneración siempre renovadas y crecientes, cuanto más frecuente y continuadamente reflexionamos sobre ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí". Aquel que exhortaba al Sapere Aude, y que reconocía que sólo los sabios saben rectificar, reconoció el despertar del sueño dogmático que le produjo leer a Hume, y desarrolló un sistema filosófico crítico que, como suele ser habitual en la historia, fue ignorado en el momento de la publicación inicial de sus obras, que son hoy consideradas unánimemente como unas de las más importantes en la historia de la filosofía universal. Para la posteridad anecdótica quedan algo exageradas su austeras y estrictas costumbres, como la de que sus vecinos ponían los relojes en hora cuando daba sus paseos diarios.