Tal día como hoy hace 1581 años moría Aurelio Agustín más conocido como
San Agustín de Hipona que junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán fue uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina, y a quien se debió en buena parte la síntesis neoplatónica del cristianismo.
Aurelio Agustín nació en Tagaste al norte de África, en 354. Su padre, Patricio, era pagano y fue su madre, Mónica, canonizada con el tiempo por la Iglesia, quien le formó en el cristianismo, del que, sin embargo, vivió alejado en la niñez y en la juventud. Se trasladó a Cartago donde desarrolló el gusto por la retórica y el interés por los autores clásicos, destacando por su gran inteligencia, su inquietud respecto a todo lo trascendente y por su inclinación hacia los placeres mundanos, que le llevaron a una vida disipada, en la que el orgullo y la soberbia, debidos en parte a su reconocida valía, le hacían despreciar todo lo que no era de su agrado o no le satisfacía. A los diecinueve años tuvo lugar un hecho fundamental en su vida, la lectura del
Hortensius, obra perdida de Cicerón, que como el propio Agustín dice, le marcaría definitivamente, llevándole de la retórica a la filosofía. Atraído en primera instancia por el maniqueísmo vio en él una solución al problema del origen del mal. Abrió una escuela de retórica en Cartago y posteriormente otra en Roma, en el 383, adonde partió engañando a su madre que quería acompañarle dejándola en tierra. Unos años después, con motivo de su encuentro con el obispo Fausto, cabeza del maniqueísmo por entonces, y sus conversaciones con él, se desengañó de dicha doctrina y se sumió en el escepticismo. En 384 se trasladó a Milán, donde atraído por la vehemencia y el rigor de los sermones de Ambrosio, obispo de la ciudad, se convirtió definitivamente al cristianismo, aunque después de duras luchas consigo mismo en las que su propio orgullo, el miedo a la castidad y a perder con ella la vida disipada y llena de satisfacciones que llevaba le hacían retraerse de dar el paso definitivo. Fue entonces cuando se apartó de la mujer con la que había vivido catorce años y de la que había tenido un hijo, Adeódato, que quedó a su cargo. El estudio de la filosofía de Plotino, el neoplatonismo y la lectura de los textos Bíblicos, en especial los Evangelios y las epístolas de san Pablo, y, por otra parte, la influencia de su amigo Alipio, lo confirmaron en la nueva creencia, a cuyo análisis se dedicó por completo a partir del 386, dejando de lado su actividad de profesor de retórica. En 387, a los 33 años, recibió el bautismo junto con su hijo, de quince años, que murió no mucho después. También su madre, Mónica, pereció unos meses más tarde, pero llena de gozo por la conversión definitiva de su hijo, por quien tanto había sufrido.
En estos años escribió gran parte de sus obras:
Contra Academicos, Soliloquia, De inmortalitate animae, De libero arbitrio, De uera religione, etc. Desde entonces se dedicó al ejercicio de la piedad primero en Tagaste donde vendió todo su patrimonio y lo distribuyó entre los pobres. En Hipona fue ordenado sacerdote en 391 durante una celebración litúrgica en la que fue elegido por la comunidad a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo parecido sucedió al ser consagrado obispo en el 395. Como tal dedicó en varias ocasiones las rentas de su Diócesis a ayudar a los necesitados y mandó fundir el oro de los vasos sagrados para rescatar a cautivos. Su actividad episcopal fue intensísima en muchos terrenos, pero de modo especial le preocupó corregir los errores en que él mismo había incurrido contra la ortodoxia. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc. Murió en Hipona un 28 de agosto de 430 durante el asedio de los vándalos, después de muchos días de lucha y persecución que se había extendido por toda África.
Su pensamiento se fue urdiendo paralelamente a su vida apasionada y activa, en busca de una verdad que no sólo satisficiera su mente, sino que también colmara su corazón. La fe agustiniana se articula racionalmente aunque transciende toda inteligencia, fe en la que se hacen inteligibles las cuestiones filosóficas. Imprescindible en la fe de San Agustín su ligadura a la razón, pero también a la caridad y al amor. El Dios de San Agustín, no pura idea sino Dios personal, es también infinitamente perfecto y posee en sí mismo las
rationes de las cosas creadas al modo de ideas divinas, arquetipos según los cuales las cosas han sido creadas. Esto es lo que se ha llamado arquetipo agustiniano de raíz neoplatónica y de enorme influencia en la filosofía cristiana medieval. También prestó mucha atención al problema del origen del mal, frente al que concluye que el mal se origina por el alejamiento de Dios, alejamiento del ser y de la realidad, de forma que el mal no es algo positivo, sino una privación, a la que el libre albedrío de la voluntad humana puede inclinarse. Para San Agustín el hombre necesita la gracia divina para salvarse, pero el hombre es libre de hacer lo que Dios sabe que hará libremente. De ese modo se hace posible la coexistencia de varias cosas que anteriormente parecían incompatibles: el absoluto ser y poder de Dios, la existencia del mal, el libre albedrío del hombre, la gracia y la predestinación (indudablemente estas cuestiones no se cerrarán aquí y traerán tanta discusión tanto entre protestantes y católicos como a la misma escolástica española del siglo XVI con la polémica
de auxiliis divinae gratiae entre Domingo Báñez y Luis de Molina). Como se ve, los elementos fundamentales del pensamiento agustiniano son la filosofía griega, en concreto el neoplatonismo y el cristianismo.
Algunas frases destacadas:
"Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos."
"Conocemos en la medida en que amamos"
"Conócete. Acéptate. Supérate"
"Dios nos hizo para Él, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Él"
"Donde no hay caridad no puede haber justicia"
"El mundo es un libro, y quienes no viajan leen sólo una página"
"En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad"
"La ignorancia es madre de la admiración"
"La medida del amor, es amar sin medida"
"La fe consiste en creer lo que no vemos, y la recompensa es ver lo que creemos"
"La ociosidad camina con lentitud.... por eso todos los vicios la alcanzan"
"No salgas fuera de ti, vuelve a ti, en el interior del hombre habita la verdad"
"Se aferran a su parecer, no por verdadero, sino por suyo"
Fuentes: Cuadernillos de Pruebas de Evaluación a Distancia de Latín II (Profesora Carmen Teresa Pabón de Acuña), Wikipedia.