Hoy hace 74 años murió
Miguel de Unamuno, el más sobresaliente de los miembros de la Generación del 98, al menos desde el punto de vista filosófico, y uno de los filósofos españoles más destacados de toda la historia.
Fue testigo del enfrentamiento natural que se da en la existencia: Vivió de primera mano conflictos varios, desde las guerras carlistas al poco de nacer - y que plasmaría en su primera obra "Paz en la guerra" - hasta la guerra "incivil" - como él mismo la llamó - que apenas había comenzado cuando murió. Y hasta esta muerte que tanto le angustió en vida, encarnó también el conflicto humano que se da entre la razón y la fe, entre la ciencia y la mística, entre el espíritu geométrico y el esprit de finesse, entre renovación y tradición. Por el interés de comprender a Kierkegaard en su propio idioma aprendió danés, y se hizo así con él predecesor del existencialismo. En "Del sentimiento trágico de la vida" o "La agonía del cristianismo" se condensa principalmente su filosofía, asistemática, pasional y de una prosa brillante.
Unamuno, el que exhortaba diciendo "siente el pensamiento, piensa el sentimiento", que reconocía que "hasta un ateo necesita a Dios para negarlo", que estaba convencido en que "amor definido deja de serlo" y que aseguraba que "cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee" vivió, con todos sus defectos, una apasionada y para algunos reaccionaria vida en la que procuró "buscar la verdad y no la razón de las cosas" asegurando que "la verdad se busca con humildad".