Al hilo de lo que comentabais anoche y antes de que me pierda.
Leía esta mañana en el bus un trocito de la transcripción de una sesión en la Societé Française de Philosophie de 1947, en la que Jean Hyppolite, interpretando a Hegel, decía algo así como que el progreso dialéctico del conocimiento, gracias a la mediación de la negación, es un progreso perpetuo en el que hombre adquiere una lucidez cada vez mayor de sí mismo. Es decir, ese inclinarse hacia lo otro exterior, que no es él, hace del “sujeto optimista hegeliano”, a partir de la negación, un tipo más conocedor de sí y de la realidad, avanzando inevitablemente de una fase de conciencia a otra.
A lo que J.P. Sartre responde, más o menos de este modo: dependerá de la clase de persona que uno sea se avanzará o no en ese paso de una fase de conciencia a otra, por tanto, no hay tal progreso sino nuestra propia elección como motivación de ese autoconocimiento. No es un desarrollo inevitable a más se sabe, sino que en función del tipo de persona que seamos, será nuestra elección la que estructure nuestra persona.
Pero ¿hay realmente un yo unificado o es un constructo engañoso, una ilusión, una promesa de unidad que esconde la multiplicidad que revela nuestro cuerpo y la contradicción que reflejan nuestros deseos? ¿No es ese yo un constructo normativo? … suena muy nietzscheano esto último ¿no? Lo es.
Disculpad que haya sido burda y probablemente errática, es un tema peliagudo este de si la filo nos hace mejores personas o más justas. Coincido contigo, Falcon 6969, adoro a Estilpón, es un gran seguidor del atleti desde lejos, habita alguna provincia y aunque estemos en las antípodas del pensamiento y de la forma de expresión, le amo como Alcibiades a Sócrates, con un amor platónico. Es mi amor lesbiano