Bueno, no es exactamente como decíamos...
Leyendo la obra de Tuicídides de la Guerra del Peloponeso, y aplicando también nuestra propia lógica, puede verse no tanto una diferencia entre el mito y la razón, sino entre el embellecimiento y el rigor. Entre aquello que llama a la emotividad por la emotividad y aquello que llama a la reflexión, aun cuando pueda resultar muy emotivo. (Poesía y filosofía).
Eso es: entre embellecer por embellecer y reflexionar.
Por ello, los poetas que cito y otros, no pueden ser llamados propiamente filósofos, porque su propósito no era tanto el trascender de lo que se sabía, como embellecerlo. La utilidad era divertir, hacer llorar, etc. Aunque... tiene la cosa a su vez sus matices, porque obras como la Odisea y la Eneida sí que tendrían un mensaje, un pensamiento: que incluso en la peor tragedia, hay esperanza. Lo cual es a su vez muy filosófico, y al tiempo, muy emotivo.
Afirmo, pues, que esa diferencia de matices, es válida para por ejemplo Esquilo, Sófocles o Eurípides, que en efecto su gran obra se reduce a emocionar al público. Y no puede decirse lo mismo de por ejemplo La Odisea o La Eneida. La delimitación está pues bien clara, con los trágicos griegos que fueron casi contemporáneos de Sócrates. Sócrates fundamentalmente pensaba y los poetas contemporáneos suyos, emocionaban.
También está clara la diferencia entre filosofía y poesía con Ovidio, porque el propio Ovidio prefirió la poesía a la política: prefirió la belleza por la belleza al pensamiento más o menos estructurado. Y eso también da la clave de la diferencia entre Homero y los filósofos. Pues así como Homero y Virgilio, si transmitieron un mensaje de trascendencia filosófica, fue algo aislado, accidental y no estructurado, no puede decirse lo mismo de los filósofos puros.
Y finalmente, el que Diderot acudiera a Ovidio (con Esón y Medea) para ilustrar su teoría revolucionaria, no significa que creyera en un sistema donde nacían hombres de las piedras, donde los humanos se transformaban en árboles, etc. De modo que el tributo que rinde Diderot a la mitología, o el mensaje trascendental que surge de los poemas de Homero y Virgilio, no deja de ser algo puramente accidental.