Uno de los debates más interesantes de la historia de la filosofía fue el que mantuvieron Locke y Leibniz a caballo de los siglos XVII y XVIII. La exquisita cortesía que ambos filósofos (y perfectos caballeros) mantuvieron durante el debate ha quedado como ejemplo de un debate filosófico modélico en el que, a diferencia de otros enconamientos doctrinales en la historia de la filosofía, resulta difícil decidirse por una u otra de las posturas enfrentadas, pues nuestras simpatías no acaban de depositarse en uno u otro de los oponentes.
A propósito de las ideas innatas, hay un pasaje en los
Nuevos Ensayos de Leibniz (Libro II, capítulo IX Sobre la percepción; trad. J. Echeverría Ezponda en Alianza Editorial) que reproduzco, advirtiendo que Filaletes sostiene las tesis de Locke y Teófilo las del propio Leibniz:
“Filaletes:
Aprovechando la ocasión, voy a proponeros un problema que comunicó al señor Locke el sabio señor Molineux, que tan provechosamente ha consagrado su espíritu al progreso de las ciencias. He aquí, más o menos, los términos en que viene planteado: supongamos un ciego de nacimiento que en la actualidad sea un hombre hecho y derecho, al cual se le haya enseñado a distinguir por medio del tacto entre un cubo y una esfera del mismo metal, más o menos del mismo grosor, de manera que cuando toca uno y otro puede decir cuál es el cubo y cuál la esfera. Supongamos que el cubo y la esfera están colocados sobre una mesa y en ese momento el ciego recobra la vista. Se pregunta si, viéndolos sin tocarlos, podría distinguirlos, y decidir cuál es el cubo y cuál la esfera. Os ruego me manifestéis cuál es vuestra opinión al respecto.
Teófilo:
Tendría que tomarme tiempo para meditar esa pregunta, que me parece muy singular; pero ya que me pedís que os responda inmediatamente, me arriesgaré a deciros que, entre nosotros, creo que podrá distinguirlos y decir sin tocar «éste es el cubo, ésta es la esfera», siempre que el ciego sepa que las dos figuras que ve son las del cubo y la esfera.
Filaletes:
Me temo que haya que poneros entre la multitud de los que han resuelto mal el problema del señor Molineux (...) La respuesta de este agudo y penetrante autor [Molineux]
es negativa: pues –añade- aunque el ciego haya aprendido por experiencia cómo afectan el cubo y la esfera a su tacto, sin embargo, todavía no sabe que aquello que afecta al tacto de tal o cual manera deba impresionar a los ojos de uno u otro modo, ni que el ángulo saliente del cubo, que roza su mano de forma desigual, deba aparecer ante sus ojos tal y como aparece en el cubo. El autor del Ensayo [Locke]
declara que piensa exactamente igual.
Teófilo:
(...) me parece indudable que el ciego que acaba de dejar de serlo los podrá distinguir mediante los principios de la razón, unidos al conocimiento sensual que anteriormente le ha proporcionado el tacto”.
En este
artículo publicado hoy en ABC, se anuncia que parece haberse resuelto el problema en sentido favorable a las tesis de Locke. Pero ¿es eso definitivo? Se me ofrecen algunas dudas:
En primer lugar, la muestra ha sido muy pequeña, sólo de 5 niños ciegos. Además, se trataba de niños, no de “
hombres hechos y derechos” como se plantea en el debate Locke-Leibniz. Leibniz apela a la razón para que el anteriormente ciego deduzca qué figura es el cubo y cuál la esfera; teniendo en cuenta que la “razón” se usa tan poco en general, ¿es mucho suponer que los niños ciegos del experimento tal vez no sabían usarla bien, especialmente teniendo en cuenta que tenían edades entre 8 y 17 años, y por eso no supieron distinguir las figuras al verlas por primera vez? Quizá el partido entre Locke y Leibniz todavía no haya terminado...