En primer lugar, creo que ubicar aquí tu pregunta es muy pertinente. Pues aunque metafísica, también es epistemológica, y en cualquier caso, proviene como dices del estudio de esta asignatura.
Sobre tu pregunta, en mi opinión, el ser verdadero, ontos on, el que no se encuentra en la apariencia cambiante y permanece, reside para Platón en el mundo inteligible y éste es, como dices, atemporal, inmutable, ajeno al tiempo. Porque para Platón, el tiempo es sinónimo de cambio, corrupción, devenir, no-ser... y de ahí que llegue incluso a identificarlo con el problema de la existencia del mal, que acontece como no ser, como lo que no debería ser - dice Sánchez Meca -, pues lo que debe ser, el sumo Bien, es la cúspide de la jerarquía del mundo inteligible. De aquí los neoplatónicos y el cristianismo agustiniano darán respuesta al problema del mal y la existencia de Dios considerando a aquél como ausencia de éste, no-ser, y no como algo positivamente real.
Pero además, no hay que perder de vista la cosmogonía platónica en el Timeo, por la que el Demiurgo da forma a la materia, la chora, el receptáculo sensible, a imagen y semejanda de las ideas - eidos, formas. Éstas no son meros conceptos, sino substancias reales, el auténtico ser - lo que dará muchos dolores de cabezas a realistas y nominalistas en el medievo. Pero en cualquier caso, este mundo se establece en contraposición al mundo sensible, y por tanto las eidos son inmateriales y por tanto inextensas - más que "a-espaciales". Al referirse a lo inextenso de este mundo inteligible Platón lo hace en numerosas ocasiones de forma metafórica o mítica y por eso habla del "lugar supracelestial" (topos hiperuranio, como se hace llamar nuestra querida forera), pero como dicen Reale y Antiseri: "lo supraceleste constituye la imagen del mundo no espacial de lo inteligible" [ ...] "se trata de una representación mítica de una imagen que - si se entienden adecuadamente - indican un lugar que no es en absoluto un lugar" (pág. 129). A este mundo inteligible, inextenso, también parecerá conferírsele cierta extensión cuando de nuevo míticamente Platón hable de la "caída" del alma al mundo sensible, como si este tránsito se diera entre dos "lugares".