Porque el hambre y la pobreza marcan los limites entre el ser y el no-ser de nuestra realidad. Estos temas sí me interesan en grado sumo. Y en eso la reflexion sobre el liberalismo, ideológica o no, y éste como filosofía, se debe hacer en todo foro de filosofía sin ningún remilgo y con todo posicionamiento. Sobre todo porque considero que la filosofía liberal pretende una idea del mundo que reproduce el hambre.
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Aunque me gustaría que alguien me lo explicase, pues es una de las cosas que más me asombra y por la que me pregunto:la realidad de la miseria.
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Jake, uno de los miembros más recientes de nuestra pequeña comunidad filosófica, se pregunta, no sin razón, qué tiene que decir la Filosofía sobre el hambre, la pobreza o la miseria. Ése es un problema filosófico que se trata en el área de la Metafísica bajo el nombre del problema del mal; o, con término más tradicional, Teodicea, es decir, "justicia de Dios" (del griego "
zeós", Dios, y "
dike", justicia), término acuñado por Leibniz para indicar que la constatación de la existencia del mal en el mundo no cuadra con la idea de que ese mundo haya sido creado por Dios, ser infinitamente bueno, lo que exige llevar a Dios ante una especie de Tribunal para juzgarlo o hacerle justicia.
Lo que ocurre es que, más allá de los conceptos de bien y mal que manejan los tertulianos y filósofos aficionados de corto vuelo, eso, filosóficamente, es un asunto bastante peliagudo. Para intentar clarificar el terreno habrá que partir de la categorización clásica del mal que se estudia en Metafísica: mal físico, mal moral y mal metafísico.
El mal físico (la enfermedad, la vejez, el dolor físico, la necesidad fisiológica) no nos interesa mucho a estas alturas de desarrollo de la Filosofía. En efecto, salvo aquellos creyentes que quieran pedir cuentas a Dios de ese tipo de mal, los demás creo que damos por hecho que va en la naturaleza de las cosas que exista todo eso.
Doy un pequeño salto y me ocupo del mal metafísico, que me permitiré llamar también mal ontológico: se trata de la intrínseca imperfección de las cosas, de que el mundo es imperfecto, inacabado y, además, imperfeccionable. Si nos referimos a la imperfección del mundo físico, estamos en el ámbito del mal físico aludido antes. Si hablamos del mundo "social" o "político" nos estamos acercando al mal moral.
El mal moral consiste en que el hombre, pudiendo hacer el bien, hace (a veces) el mal; pudiendo hacer lo correcto, hace lo incorrecto. Esto tiene dos vertientes: la vertiente personal, que nos permite enjuiciar moralmente el comportamiento de una persona y la vertiente colectiva, que nos permitiría enjuiciar moralmente a una sociedad y a sus instituciones (la estructura política, el Derecho, las relaciones de intercambio y distribución de los recursos, etc.). Y, aquí, yo establecería dos líneas de pensamiento: la de los que piensan que el mal moral es, en cierto modo, ontológico (debilidad ontológica de la naturaleza humana que lleva al hombre a hacer el mal) y la de los que piensan que el origen del mal moral es económico-social: el hombre es bueno por naturaleza, o inclinado a hacer el bien, pero las estructuras sociales lo llevan a hacer el mal (como cuando Rousseau imputaba la maldad en la sociedad al primero que dijo "esto es mío" e implantó la propiedad privada).
Aquí se abre un enorme abanico de posibles líneas de especulación al filósofo. La primera, a mi modo de ver, es la de definir el mal (con carácter previo a toda categorización posterior de ese mal): ¿qué es el mal? Porque no es lo mismo pensar que el mal es algo existente realmente (es una forma de ser) que pensar que el mal es una ausencia de bien o una imperfección en el bien (es un no-ser).
Una vez que contemos con una definición de mal (si es que preferimos resolver esa cuestión con carácter previo), tendremos que centrarnos en de qué clase de mal nos interesa ocuparnos. Posiblemente el mal físico lo dejemos a un lado, y, si decidimos ocuparnos únicamente del mal moral, tendremos que decidir, como prioridad, si la "acción social" es algo diferente a la suma de "acciones individuales", o más bien ocurre que el mal social no tiene entidad propia, sino que es el fruto de las acciones malas de los individuos agregadas.
La cuestión se entrevera con la del origen del mal. Si el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe e introduce el mal en el individuo (que puede así cargar la culpa de sus actos malos a la sociedad) ¿de dónde surge ese mal, si no es de las propias personas? ¿Cómo puede un hombre bueno por naturaleza dar lugar a una sociedad mala y corrompida? La cuestión, en mi opinión, no es tan sencilla como creía Rousseau. Pero es fundamental para atajar el problema del mal en el mundo: en un caso habrá que cambiar a los individuos, en otro caso bastará con cambiar las instituciones y estructuras de la sociedad, sin cambiar a sus componentes individuales. Pero, en el primer caso, tenemos el problema de si es posible cambiar al hombre (y hacerlo bueno) o si está en su naturaleza de forma incorregible la inclinación al mal.
Desde luego, este esquemático planteamiento del estado de la cuestión a nivel metafísico no va a dar de comer al hambriento, pero podría ayudar a encaminar las soluciones posibles del mal en el mundo (entendido como hambre, pobreza y miseria) en vez de andar dando palos de ciego; porque a lo peor resulta que el problema del mal no tiene solución. La Filosofía no dará respuestas ni soluciones, pero enseña a hacer bien las preguntas.
Creo intuir, por lo que nos ha dicho en sus mensajes Jake, que él cree firmemente en que el hombre no es malo por naturaleza (o hay algunos que sí y otros que no; eso no me ha quedado claro), que la sociedad, sin embargo, está corrompida, y que hay que cambiar la sociedad (instituciones políticas, jurídicas y económicas) y que, cambiándola, se acabará el hambre en el mundo. Lo que no sé es si esas creencias será capaz de justificarlas filosóficamente o son meras "actitudes emotivas" irracionales.