alekhine escribió:
De
Ontología del ser social, de Lukács:
Página 79:
Como la acción interesada no obstante es un componente esencial sustantivo, ineliminable del ser social, su efecto deformante de los hechos, de su carácter ontológico, recibe una acentuación cualitativa. Independientemente de que tales deformaciones, no conciernen al ser en sí de la naturaleza, en el ser social, en tanto que deformaciones pueden desarrollarse en el en sí existente de la totalidad hasta llegar a ser momentos eficazmente activos.
¿Alguien podría explicar este parrafito?
Aviso: mensaje largo.
Yo me examiné el semestre pasado de esto y todavía lo tengo bastante fresco. Del librito de Lukács me hice un pequeño resumen pensado para el examen que recogía sus ideas fundamentales. Para realizarlo me apoyé tanto en el texto original de Akal como en algunos documentos que encontré por la Red. A falta de subirlo a Descargas, lo voy a copiar aquí. Saldrá, pues, un mensaje largo, pero el texto es bastante ameno y sirve -creo- para hacer un buen comentario de texto. Iré poniendo en negrita las claves que, en mi opinión, te ayudarán a comprender el fragmento de Lukács por el que preguntas. Ahí va:
"La editorial Akal nos ha entregado una parte de la última gran obra del filósofo húngaro György Lúkacs (1885–1971):
Marx, ontología del ser Social (edición e introducción que corren a cargo de Manuel Ballesteros). Decimos «una parte», pues debemos tener en cuenta que la presente edición corresponde tan solo a
un capítulo de la obra original, específicamente el capítulo 4 titulado: «Los principios ontológicos fundamentales de Marx», que comprende más de 1.500 páginas. El proyecto total se divide en
dos partes: la primera se titula «El estado actual del problema» y posee
cuatro capítulos:
1) Neopositivismo y existencialismo;
2) El impulso de Nicolai Hartmann para una auténtica ontología;
3) La falsa y auténtica ontología de Hegel; y
4) Los principios ontológicos fundamentales de Marx. La
segunda parte se titula: «Los complejos de problemas más importantes», y consta también de
cuatro capítulos:
1) El trabajo;
2) La reproducción;
3) Lo ideal y la ideología; y
4) La alienación. Si bien en castellano poseemos sólo dos capítulos de los ocho en total, afortunadamente nos encontramos con capítulos claves, axiomáticos, por decirlo así. El
capítulo cuatro de la primera parte (traducido por Akal y que es la obra que nos ocupa) puede considerarse una especie de introducción general a la ontología del ser social; y el capítulo uno de la segunda parte:
El trabajo (traducido por Herramienta) como el principio fundamental de la ontología. Ambos, pues, permiten dar (al menos auxiliarmente) una panorámica general al proyecto de vejez del filósofo húngaro.
Ahora bien, antes de entrar en materia creo conveniente repasar los orígenes de la idea de una
ontología en el pensamiento de Lukács. De esta manera se podrá comprender mejor la
especificidad del contenido del libro mismo.
La idea de una ontología en Lukács es fruto de una extensa meditación sobre la obra de Marx, meditación que toma su giro más importante cuando el filósofo húngaro se enfrenta por vez primera, en 1927, a los
Manuscritos económico–filosóficos de 1844. Como se sabe, cuando Lukács edita su obra más famosa,
Historia y conciencia de clase (1923), los
Manuscritos de Marx aún no habían sido editados. La edición de estos papeles juveniles (trabajo dirigido por Riazanov y editado en las Marx–Engels en 1932) llevó a Lukács a una reconsideración crítica del supuesto fundamental sobre el que se sostenía toda su
Historia y conciencia de clase: la
unidad sujeto–objeto llevada a cabo por la conciencia del proletariado. Así pues, en la
Autocrítica de 1967 (que se antepone desde esa fecha como introducción a las ediciones de Historia y conciencia de Clase) nos dice que la
relación sujeto–objeto no es ni buena ni mala, o, como dice Lukács: «axiológicamente neutra». Evidencia que pone Marx en sus
Manuscritos al referirse al carácter objetivo del hombre, entendiendo por ser objetivo, un ser que tiene, ante todo, un objeto, pero un objeto que no es él y con el cual necesariamente se relaciona (comer, amar, intercambiar, conocer, etc.); un
ser no–objetivo (como la idea de Hegel) es determinado simplemente como un
no–ser: «el ser objetivo –escribe Marx en sus
Manuscritos– actúa objetivamente y no actuaría objetivamente si lo objetivo no estuviese implícito en su determinación esencial. Sólo crea, sólo pone objetos porque él [el ser objetivo] está puesto por objetos, porque es de por sí naturaleza». Se señala todo esto porque es en esta época cuando Lukács articula lo que en su Ontología aparecerá de manera más detallada, esto es,
la relación del hombre con los objetos (la naturaleza), y su mediación a partir del trabajo.
Es, sin embargo, en la década de los sesenta cuando Lukács comienza a darle una forma más definida a sus
intuiciones ontológicas que ya habían aparecido, por ejemplo, en libros como
El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista (1948) o en su monumental
Estética (1963). La idea se le habría impuesto con toda necesidad cuando comenzó a delinear su
proyecto de ética (del cual sólo existen esbozos), que es en lo fundamentalmente ha devenido la ontología del ser social.
No obstante, para Lukács la
Ética no podía desarrollarse sin antes haber expuesto los lineamientos generales de una ontología: en la medida en que el ser social es producto del trabajo social del hombre (creación suya), al marxista se le impone una responsabilidad (en cuanto constructor ontológico) que va más allá de la mera responsabilidad individualidad o subjetiva, o, como diría Hegel: de la simple moralidad en sentido kantiano. En un pequeño artículo de la década del cincuenta Lukács escribía: «Si hace un momento designamos como un gran pensamiento la consideración según la cual el hombre es el creador de su propio destino, entonces hay que decir que el marxismo es, a este respecto, la concretización y coronamiento de la anterior evolución de la ética.» (Lukács, 2004b, p. 103). Lukács está siguiendo casi al pié de la letra el
planteamiento hegeliano que distingue entre moralidad y eticidad, con la diferencia de que la eticidad es cambiada (evidentemente porque ya no corre buscar la realización de la libertad en el ámbito del derecho: pues el derecho, desde Marx, no es más que la expresión jurídica de la economía capitalista) por la exposición de las categorías económicas interpretadas ontológicamente. Dicho de modo más directo:
Lukács considera que antes del deber–ser (que impele a todo individuo a realizar el bien), debe comprenderse la estructura misma del ser; y el ser, siguiendo explícitamente la tradición filosófica, es siempre tarea de una ontología. De ahí que antes de realizar su proyecto ético, Lukács debía realizar su proyecto ontológico.
Si la ética presupone una ontología, cabe hacernos la pregunta ¿qué es una ontología del ser social? La sola expresión «ontología del ser social» enlaza la problemática lukacsiana con autores clásicos como Aristóteles, Hegel o Nicolai Hartmann (autor, este último, al cual Lukács le dedica todo el capítulo segundo de la Ontología), es decir, con una tradición más filosófica y metafísica que económica. Por ello, la pregunta que salta inmediatamente al lector espabilado es ¿de qué manera puede comprenderse la obra de Marx con la ontología? ¿No es la ontología de por sí parte de una tradición filosófica que Marx desechó? Si la ontología trata –tal como lo ha asumido la tradición filosófica– sobre los caracteres generales del ser, lo que Lukács realiza con la obra de Marx, y específicamente con
El Capital (1867) ¿no es, acaso, hipostasiarlo metafísicamente?
Esta pregunta es la que se encarga de responder todo el capítulo 4, es decir, el capítulo que la editorial Akal ha editado como libro aparte bajo el título:
Marx, ontología del ser social, y que en su versión original, se titula (como ya lo expusimos más arriba): «Los principios ontológicos fundamentales de Marx». En todo el capítulo (o libro de Akal),
se fundamenta la idea de una ontología llevada exclusivamente a la sociedad. No se trata, por lo tanto, de una ontología general como la aristotélica, del ser en cuanto ser (así sin más),
sino del ente social en cuanto social. La pregunta podría definirse como ¿qué diferencia a lo social con respecto a todo otro ente? Pero ¿no es esto una falsa ontología al limitar el ámbito del ser únicamente a lo social? La respuesta, si quiere salirse del paso,
debe demostrar que lo social posee caracteres específicos y únicos que sólo se dan en él (es decir, formas de existencia que no se dan en ningún otro ente, y que, por lo tanto, no cabe hipostasiar), lo que obliga a tomarlo como objeto de estudio exclusivo y único; y además, demostrar que
las categorías existenciales de la sociedad (las categorías económicas, es decir, las abstracciones de relaciones de producción) son la base sobre la que sustenta la realidad humana.
Este último elemento es importante por cuanto nos señala directamente que todo lo que el hombre es, desea, quiere, experimenta, degusta, sueña, ama, etc.
está mediado por lo social. Comer, por ejemplo, puede ser una necesidad natural, un instinto, pero ningún hombre desea simplemente comer; el objeto de su deseo (la comida) tiene
determinaciones específicas, tanto en lo que es como en el cómo de su satisfacción: desea una comida caliente, preparada, sazonada, con gustos que pueda disfrutar y degustar, al mismo tiempo que lo desea en un plato, con tenedores y cuchillos, etc. Ni siquiera la sexualidad está exenta de lo social ¿no es acaso el erotismo un juego exclusivamente humano entre el mostrar y el ocultar, entre el insinuar sin decir, y el decir sin explicitar; un juego en el que entran las costumbres, la moralidad y la inmoralidad de una determinada sociedad? Si el erotismo es un juego sexual en el que se va más allá de la mera reproducción natural, un juego del placer por el placer, es gracias a que
el ser social ha creado sus propias categorías que exceden con amplitud la causalidad necesaria de la naturaleza: «Es posible comprender el desarrollo de la conservación de la especie desde la división de la célula –escribe Lukács– hasta la vida sexual de las especies animales más altas, en tanto que historia, pero es claro a primera vista, que la historia de la sexualidad de los hombres, con el matrimonio, el erotismo, etc., tiene una incomparable superioridad en riqueza, diferenciación, gradación y causación, de lo cualitativamente nuevo, a partir del complejo de sus determinaciones sociales» (Lukács, 2007, p 143). Y por otra parte, remitiéndonos al
dinero como categoría ontológica imposible de existir en la naturaleza, nos dice: «el ser social admite un desarrollo en el que estas categorías naturales, aunque desaparecen, retroceden no obstante cada vez con más fuerza a favor del papel dirigente de categorías que
nunca pueden tener analogía en la naturaleza. Así sucede con el
cambio de mercancías, en el que determinadas formas naturales (el ganado como medio general de cambio) son reemplazadas por el dinero puramente social» (Ibíd. p. 105).
MUY IMP: Con ello el autor deja en evidencia
dos ámbitos del ser:
1) la ontología del ser natural (inorgánico y orgánico); y
2) la ontología del ser social.
Si bien la primera puede subsistir de manera autónoma, la segunda (tal como aparece en la cita señalada) no puede subsistir sin la primera: el ser social siempre va a suponer un enlace con la naturaleza. Pero es el ser social el que, en última instancia, se impone, pues es lo social lo que media el modo de relacionarse el hombre con la naturaleza: un minero se relaciona con la naturaleza (la mina y los minerales) ante todo como un trabajador asalariado: entre él y la naturaleza se interpone
la existencia del capital. Lo que se debe tener en cuenta, es que esta categorías sociales (valor, dinero, plusvalía, tasa de ganancia media, capital, etc.)
no son simples construcciones culturales que existen sólo en el imaginario de los hombres, son, ante todo, algo real, tan real como el Sol que nos ilumina a diario. Así por ejemplo, la posesión o ausencia de dinero en la sociedad capitalista (categoría que es momento [invento] del ser social) determina el destino objetivo de la formación de una persona, pues el dinero es lo que media entre ella y su consumo, quiéralo o no. Comida, educación, habitación, ropa, viajes, etc. son mercancías que se intercambian por un determinado valor de cambio.
En términos de la exposición de su manuscrito, Lukács sigue el siguiente plan:
1) cuestiones metodológicas (pp 63–87);
2) Crítica de la economía política (pp. 87–128); y
3) historicidad y generalidad histórica (pp. 128–217).
El
primer subcapítulo se refiere, más que a la metodología, a cuestiones de índole general, explicando de manera detallada la diferencia entre las categorías de la naturaleza y la sociedad: «la ontología del ser social en Marx –escribe Lukács– excluye enérgicamente una simple y vulgar translación de las leyes de la naturaleza a la sociedad […]. Las formas de objetividad del ser social crecen en el cause de la emergencia y del despliegue de la praxis social, a partir del ser natural y devienen cada vez más expresamente sociales» (Ibíd. p. 71). En el
segundo subcapítulo, se exponen cuestiones tanto ontológicas como metodológicas, específicamente las llevadas a cabo por Marx en la construcción de
El Capital y en sus borradores de 1857 y 1858 (
Grundrisse). Este aspecto es importante por cuanto expone con claridad la
diferencia con respecto a Hegel. Lukács asume aquí toda una serie de problemas dialécticos, tales como la relación entre lo universal y lo particular, entre el fenómeno y la esencia, entre lo concreto real y lo espiritual, entre otros. Finalmente, el
tercer subcapítulo asume un problema esencial: ¿cómo se puede reconciliar la ontología social con el tiempo histórico? Es aquí donde se muestra de manera más clara
la especificidad de la ontología social con respecto a cualquier otra: si las ontologías anteriores a Hegel asumían categorías a–históricas, tales como substancia, forma, cualidades, etc. lo que hará Lukács será reconciliar una determinación móvil (como lo es el tiempo entendido históricamente) con determinaciones del ser. La particularidad, pues, del ser social, es que
es una formación históricamente determinable por hechos particulares de agentes particulares que construyen formas que se imponen con la necesidad de leyes naturales, más allá de la voluntad de los agentes. Lo extraño de esta ontología es que se trata de leyes que pierden su carácter de necesidad eterna, y se construyen por la
aparente accidentalidad y circunstancias de los agentes: «no lo saben, pero lo hacen» escribe Marx. Con ello, lo que Lukács quiere asumir (y resolver) es la
relación entre necesidad (ontológica) y accidentalidad (o causalidad): de ver cómo de la accidentalidad se forman leyes universales. «Las tendencias económicas generales –escribe Lukács– que así surgen son siempre síntesis realizadas por el movimiento social de actos individuales, que preservan tal carácter social económico, porque la mayoría de los hombres singulares, sin que deban tener conciencia de ello, reaccionan de manera adaptada a circunstancias, constelaciones y oportunidades típicas en su movimiento. La resultante que sintetiza tales movimientos se eleva a objetividad del proceso conjunto» (Ibíd. pp. 145–146).
A grandes rasgos, podemos decir que la obra editada por Akal, tiene como objetivos:
1) demostrar la especificidad de las categorías de un ente que no tiene parangón con ningún otro: la sociedad;
2) que estas categorías, si bien son producto de las relaciones de millones de hombres que interactúan entre sí (lo que desde luego implica negar el desarrollo de la sociedad a partir de un sujeto hipostasiado: llamase idea, pensamiento o espíritu, como lo pretendió Hegel),
se han construido más allá de sus conciencias; y, finalmente,
3) que las categorías del ente social son históricas.
Se podría pensar, sin embargo, que lo que ha hecho Lukács en este texto ha sido erigir las categorías de la sociedad capitalista a un rango definitivo. Pero no debemos olvidar, por otra parte, que nos encontramos sólo con
un capítulo de la obra original, y que será en los posteriores (principalmente en la segunda parte), donde el filósofo tratará más en detalle las
consecuencias negativas del capitalismo.
En definitiva, nos encontramos con una obra importante tanto para comprender la trayectoria personal de Lukács, como para interpretar con aires frescos a Marx. Lukács logra
reinterpretar a Marx más allá de los simples economicismos o sociologicismos (tan abundantes hoy por hoy), poniéndolo, en general, en discusión directa con los clásicos de la filosofía, y en particular, con el gran tema de la ontología, logrando demostrar la riqueza y amplitud que puede alcanzar la reflexión marxista.
____________________
Observación: nótese la diferencia fundamental entre la ontología de Lukács y la Heidegger. Mientras Heidegger parte, tanto ontológica como metodológicamente, del
Dasein, es decir, del existente en el ahí, para, luego, derivar al sentido del ser en general; Lukács, por su parte, considera que el análisis de la vida del hombre debe partir de sus relaciones económicas, o formas sociales. El modo de ser del existente en el ahí –diría Lukács– depende del modo de ser de las formas sociales: no lo explica, evidentemente, en su totalidad (juicio muy fácil de realizar por cualquier reduccionista), pero si lo posibilita.
"
Pues ya está. Ése es el resumen, muy resumido, del librito de Lukács. En mi examen el texto que salió hablaba de la relación entre los necesario (ciencia) y lo posible (ontología social), y cómo lo posible podía volverse necesario, sin darnos cuenta y sin poder remediarlo, tal y como queda expresado en el resumen de más arriba. Y en el texto aparecían los nombres de Darwin y Laplace. Obviamente -así lo entendí yo- Darwin representa lo probable o posible (En su
Origen de las Especies (1859) explica Darwin que las mutaciones son aleatorias y no atienden a ningún fin en concreto), mientras que Laplace representa lo necesario: «teoría del calculador divino» del
Tratado de Mecánica Celeste (1799-1825), que supone la elevación del mecanicismo de Newton a su máxima expresión. Hasta la aparición de la relatividad de Einstein de 1905 (restringida) y 1915-1916 (general). En el texto a comentar sólo aparecían los nombres de Laplace y Darwin. La intepretación anterior fue, naturalmente, de mi propia cosecha. Ése es mi terreno. Sin embargo, y para mi sorpresa, "sólo" saqué un 8,5 en el examen. Tal vez la primera parte (la crítica de Heidegger a la Metafísica), que me había preparado con el Fraile en lugar de con el libro del profesor (del que, no obstante, había sacado algún que otro párrafo), no estuvo tan bien expuesta como el comentario. Pero no llegué a preguntárselo al profesor. Me quedé con esa nota y ya está.