Cervantes escribió:
No hay libro tan malo, dijo el Bachiller, que no tenga algo bueno (El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, II, cap. III).
Vaya por delante que no me gusta este libro que se nos encarga. Pero como lo que importa es que le gusta al profesor de la asignatura, hagamos de la necesidad virtud e intentemos sacar de él lo que pueda tener de bueno.
En este capítulo introductorio exponen Deleuze/Guattari su plan de viaje, partiendo de una primera definición de filosofía: “
la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos” (p. 8 ), definición que remite al
concepto, como término clave sobre el que va a girar todo el libro; de eso trata el capítulo 1. Casi inmediatamente se afirma: “
los conceptos, ya lo veremos, necesitan personajes conceptuales que contribuyan a definirlos” (p. 8 ); de los
personajes conceptuales se ocupará el capítulo 3. Y un poco más adelante leemos que “
no se puede conocer nada mediante conceptos a menos que se los haya creado anteriormente, es decir construido en una intuición que les es propia: un ámbito, un plano, un suelo, que no se confunde con ellos, pero que alberga sus gérmenes y los personajes que los cultivan” (p. 13); se trata de lo que Deleuze/Guattari llamarán después el
plano de inmanencia, del que se ocuparán en el capítulo 2. La introducción no hace mención alguna al asunto de que se ocupa el capítulo 4, la Geofilosofía y la
desterritorialización y reterritorialización que, sin embargo, es finalmente lo que da sentido a todo el andamiaje conceptual precedente. La segunda parte del libro (que voy a dejar fuera de esta serie de comentarios, por considerar que se trata de un apéndice para engrosar el libro, pues no añade nada sustancial a la primera parte) se ocupa, en tres capítulos, de las relaciones y diferencias entre filosofía, ciencia y arte; se hacen algunas menciones a ello de pasada también en la Introducción.
Ya iremos perfilando y comentando toda esa terminología de Deleuze/Guattari según vayamos comentando los diferentes capítulos del libro. Pero como esta Introducción suministra una parte importante de los comentarios de textos propuestos en los exámenes, conviene hacer algunas reflexiones previas, sin perjuicio de posteriores precisiones.
I.
¿Qué hace la filosofía con los conceptos?
Deleuze/Guattari escribió:
...la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos (p. 8 ).
...la filosofía no es un mero arte de formar, inventar o fabricar conceptos (...) La filosofía, con mayor rigor, es la disciplina que consiste en crear conceptos (p. 11).
Nietzsche determinó la naturaleza de la filosofía cuando escribió: «Los filósofos ya no deben darse por satisfechos con aceptar los conceptos que se les dan (...) sino que tienen que empezar por fabricarlos, crearlos, plantearlos y convencer a los hombres de que recurran a ellos...» (p. 11).
El profesor Martínez tiene escrito que Deleuze es un filósofo “riguroso”, lo que no significa que su filosofía sea “exacta”, sino más bien “anexacta” (que no es lo mismo que “inexacta”). Personalmente pienso que Deleuze, y aquí está la prueba, no es muy riguroso con el uso de las palabras. En efecto, tenemos varias cosas que podemos hacer con los conceptos:
-Formarlos.
-Inventarlos.
-Fabricarlos.
-Crearlos.
-Plantearlos.
-Convencer a los demás de que recurran a ellos.
Voy a dar por hecho que “formarlos” es lo mismo que “fabricarlos”; parece referirse a dar forma a una “materia” inerte o a componer algo nuevo con diferentes “materiales”. “Inventarlos” sería descubrirlos, sacarlos a la luz, hacer venir hacia ( de
in-venire); traer al público algo preexistente pero oculto. “Crearlos” sería traerlos al mundo ex nihilo, desde la nada. “Plantearlos” o “convencer a los demás” ya nos adentra en un mundo de intersubjetividad.
Dejemos por el momento los dos últimos términos. Centrándonos en los cuatro primeros, la cosa parece más clara, aunque no se sabe muy bien por qué se empieza afirmando los tres primeros si al final se trata realmente sólo de “crear”. El filósofo tendría como tarea el crear conceptos de la nada, aportar al mundo conceptos que no había antes en él (en el capítulo siguiente se desarrolla en qué consiste esta creación de conceptos; de momento sólo estoy desbrozando el terreno).
II
¿Qué son los conceptos?
La cuestión de los “conceptos” es crucial en la exposición de Deleuze/Guattari; como he dicho se trata de ella en el capítulo 1, pero en una primera aproximación propongo la siguiente interpretación analógica que creo que nos puede ser de utilidad para movernos en estas arenas movedizas de anexactitud, al menos para interpretar esta Introducción de forma provisional.
Deleuze/Guattari escribió:
...el antiguo sabio procedente de Oriente piensa tal vez por Figura, mientras que el filósofo inventa y piensa el Concepto (p. 9).
Hagamos caso omiso del hecho de que aquí se habla (¿incorrectamente?) de “inventar” en vez de “crear” y acudamos a Frege y a su distinción entre “sentido” y “referencia”, y aventuremos que el “concepto” de Deleuze/Guattari es un “sentido”, mientras que la “Figura” sería una “referencia” (algo parecido al
Bild de Wittgenstein en el Tractatus, que se corresponde con un “hecho”). Ahora bien, a diferencia de lo que ocurría en Frege, donde habitualmente las proposiciones tenían sentido y referencia, en Deleuze/Guattari tenemos que pensar en el concepto como un sentido sin referencia y en la Figura como una referencia. La ocupación del sabio (científico) y la del filósofo, entonces, tienen un carácter muy diferente, como también la del artista:
Deleuze/Guattari escribió:
...las ciencias, las artes, las filosofías son igualmente creadoras, aunque corresponda únicamente a la filosofía la creación de conceptos en sentido estricto (p. 11).
...definición de la filosofía: conocimiento mediante conceptos puros. Pero oponer el conocimiento mediante conceptos, y mediante construcción de conceptos en la experiencia posible o en la intuición, está fuera de lugar (p. 13).
La filosofía trata de la creación de “conceptos puros”, más allá de la “experiencia posible” o de la “intuición”. El concepto (filosófico) no tiene referente alguno en el mundo de la experiencia. También la ciencia y el arte crean; pero no crean conceptos, sino otro tipo de “Ideas”:
Deleuze/Guattari escribió:
La exclusividad de la creación de los conceptos garantiza una función para la filosofía, pero no le concede ninguna preeminencia, ningún privilegio, pues existen muchas más formas de pensar y de crear, otros modos de ideación que no tienen por qué pasar por los conceptos, como por ejemplo el pensamiento científico (p. 14).
III.
La singularidad de los conceptos
Deleuze/Guattari escribió:
La contemplación, la reflexión, la comunicación no son disciplinas, sino máquinas para constituir Universales en todas las disciplinas. Los Universales de contemplación, y después de reflexión, son como las dos ilusiones que la filosofía ya ha recorrido en su sueño de dominación de las demás disciplinas (idealismo objetivo e idealismo subjetivo), del mismo modo como la filosofía tampoco sale mejor parada presentándose como una nueva Atenas y volcándose sobre los Universales de la comunicación que proporcionarían las reglas de una dominación imaginaria de los mercados y de los media (idealismo intersubjetivo). Toda creación es singular, y el concepto como creación propiamente filosófica siempre constituye una singularidad (pp. 12-13).
Esta cuestión es importante. La ciencia, como antes hemos visto, y a diferencia de la filosofía, crea Ideas figurativas. Cada figura estaría vinculada a un hecho (como afirmaba Wittgenstein en el Tractatus), a una referencia; la figura está destinada a integrarse en una predicación cuantificada mediante una proposición con valor de verdad o falsedad, ya sea mediante el cuantificador existencial o el cuantificador universal; normalmente éste último, pues la ciencia establece leyes (universales) para sus referentes. Sin embargo, la filosofía crea conceptos, sentidos sin referencia y, por tanto, no cuantificables: por este motivo cada concepto es una “singularidad”. Esa singularidad es equivalente a una inmanencia, mientras que la universalidad es fruto de las pretensiones de trascendencia; éste será uno de los tópicos predominantes a lo largo del libro.
Pero las consecuencias de eso son que se echa por tierra toda pretensión de “idealismo intersubjetivo”, de comunicación, de diálogo. Nunca se podrá realizar un “concepto” (filosófico) en el mundo, bajo pena de dejar de ser concepto. La singularidad del concepto impide su comunicación y su universalización. Por propia definición, el concepto (filosófico) repele toda trascendencia; es pura singularidad, pura inmanencia. (Pero entonces no se comprende que, como ya dijimos, Deleuze/Guattari hablen de “plantear” conceptos o de “convencer a los demás de que recurran a ellos”; no sé cómo podríamos hacer cualquiera de esas dos cosas sin comunicarlos. Posiblemente sea esta cuestión lo más discutible del libro.)
IV.
Los periodos del concepto
Deleuze/Guattari escribió:
Hegel definió con firmeza el concepto por las Figuras de su creación y los Momentos de su autoposición: las figuras se han convertido en pertenencias del concepto porque constituyen la faceta bajo la cual el concepto es creado por y en la conciencia, a través de la sucesión de las mentes, mientras que los momentos representan la otra faceta según la cual el concepto se plantea a sí mismo y reúne las mentes en lo absoluto de Sí mismo (p. 17).
Si los tres periodos del concepto son la enciclopedia, la pedagogía y la formación profesional comercial, sólo el segundo puede evitarnos caer de las cumbres del primero en el desastre absoluto del tercero, desastre absoluto para el pensamiento (p. 18).
Contraponen aquí Deleuze/Guattari dos hitos. El primero, la “enciclopedia universal del concepto” en torno a la cual giraban los postkantianos, universaliza el concepto y lo convierte en generador de Figuras: es el idealismo subjetivo de Hegel. Pero ese momento se desmorona hacia el “desastre” de la “formación profesional comercial”. Este momento es aquél mediante el cual, como explican Deleuze/Guattari en las pp. 16-17, el concepto crea una realidad de simulacro, en clara referencia, me parece, a la teoría de la hiperrealidad de Baudrillard: el concepto (que es puro sentido sin referencia) se convierte en referencia, en la realidad; pero mera realidad que ha perdido todo su contenido conceptual.
El papel fundamental de la filosofía, tal como la ven Deleuze/Guattari sería el de evitar que la “enciclopedia” derive en mercadotecnia. Se trata de una labor pedagógica, “una pedagogía del concepto, que tuviera que analizar las condiciones de creación como factores de momentos que permanecen singulares”; singulares, es decir, conceptuales, sin referencia. La pretensión de la filosofía de Deleuze/Guattari es impedir la solidificación, la petrificación de la vida (personal y social); la realidad no es concebida como una colección o serie de cosas (objetos), sino como Evento, como un desfilar continuo de eventos o acontecimientos. El “idealismo subjetivo” postkantiano objetiviza el espíritu en el mundo en cosas; el “idealismo intesubjetivo” lo objetiviza en proposiciones; la “mercadotecnia” lo objetiviza en productos que se pueden vender, en objetos de intercambio (no necesariamente materiales). Frente a todas esas objetivizaciones, la filosofía debería mantener el espíritu en su pura singularidad inobjetivable, momentánea, eventual.
En los comentarios subsiguientes a los distintos capítulos de la obra de Deleuze/Guattari me apoyaré en el siguiente libro:
Como indica su título, se trata de un diccionario de las palabras fundamentales en el universo deleuziano, listadas por orden alfabético. Primero se ofrece una “definición” del término; a continuación se expone su “historia”, es decir, la génesis y la evolución del término a lo largo de las obras sucesivas de Deleuze; finalmente, un apartado de “crítica” del mismo; adicionalmente, en algunos términos se incluye una bibliografía pertinente para el término en cuestión. Creo que resulta útil.