Conrado, ¡¡al fin!! he tenido unos días para poder finalizar este artículo que te debía acerca de esta cuestión, iniciada y tratada de soslayo en diferentes hilos, sobre el triste destino al que se ven abocadas en la actualidad nuestras queridas disciplinas humanísticas. Como te comenté son datos extraídos de diferentes revistas norteamericanas recibidas en el colegio, y de alguna que otra experiencia propia. Disculpa por el retraso.
Huelga decir que las Humanidades en la Universidad están atravesando por uno de los momentos más preocupantes de su fecunda y larga historia, de modo que, a menudo, algunos humanistas tienden a igualarlas y a demandar amparo para ambas en la sociedad actual.
Sin embargo, no se pueden equiparar en modo alguno, puesto que este hecho viene sucediendo únicamente dentro del ámbito de las Humanidades, pero no en otros. Ya desde los años 70 del pasado siglo XX, las especialidades humanísticas vienen sufriendo de profundos recortes en materia presupuestal y una reducción paulatina del mercado laboral. La
Universidad de Rice en Houston (Texas), considerada entre las quince universidades más prestigiosas de EE.UU., que en breves fechas remodeló casi por completo sus instalaciones destinando un espacio a centro recreativo de última generación, parece que en estos tiempos si se carece de ciertos servicios no se considera a una institución como suficientemente 'seria'.
Pues bien, los salarios de los profesores de las materias destinadas al estudio del Derecho y las Ciencias Económicas revelan abiertamente el criterio que
Rice University tiene sobre su personal docente: un profesor de Economía a tiempo completo gana unos 215.000 dólares por curso; de Derecho, 190.000. Por el contrario, el titular de una cátedra en Humanidades a duras penas llega a los 110.000 dólares.
Y lo mismo ocurre en otras universidades de todo el país, en Duke, en Columbia, en Dartmouth, etc., no son malos tiempos para los estudios superiores, pero sí lo son para ciertas disciplinas. Simplemente, lo que ha venido sucediendo es que el centro de gravedad de la mayoría de las universidades se ha ido alejando de una manera tan evidente que los expertos en materia pedagógica comentan que ya no está sobre la mesa la cuestión acerca de la supervivencia o no de las Humanidades en el siglo XXI, sino que la pertinencia de la cuestión ahora reside en ¿y a quién le importa esto? Desolador panorama.
Entonces, ¿cuál es el futuro inmediato de las Humanidades?, y a esto los expertos alegan que se trata de un largo proceso en decadencia desde principios del pasado siglo y que se presume imparable. El simple cuestionamiento acerca de la supervivencia de las Humanidades para un estudiante de 1905 sería absurda sin más, pero la triste realidad actual es que ya nadie se atreve a apostar por su futuro y los vaticinios no pueden ser más adversos. No es nada halagüeño oír esto de boca de ciertos expertos en la materia, pero no se puede vivir de espaldas a la realidad tampoco y, menos aún, cuando no se tratan de vacuas especulaciones, sino de estadística y, ya se sabe, los números cantan por mucho que nos desagrade lo que indiquen.
Uno de los aspectos más asombrosos de todo esto resulta ser, o al menos personalmente así lo estimo, que los proyectos curriculares han variado, pero no en la medida que uno se pudiera imaginar a lo largo de todo un siglo, porque todavía hay aspectos que se pueden reconocer. Bien es cierto que resulta casi innecesario declarar que las lenguas clásicas casi han desaparecido por completo, una vez que las Universidades de Harvard y Yale decidieron eliminar el griego como asignatura obligatoria de sus programas de formación, la disposición por esta lengua disminuyó súbitamente. Veamos algunas cifras para ilustrar mejor el marco referido: en 1910, el 97% de los alumnos matriculados en la Universidad de Yale poseía conocimientos de griego. Solamente, trece años más tarde, en 1923 únicamente la mitad del alumnado (50%) tenían esos conocimientos previos pero, y esto es lo más alarmante ya en aquellos tiempos, sólo el 7% tenía la oportunidad de continuar su aprendizaje. Sin embargo, el programa de formación se mantuvo en gran medida íntegro a lo largo de todo un siglo. Aunque, en cuanto cada vez más universidades empezaron a ofertar materias optativas en sus programas, así como la introducción del novedoso concepto para la época de la
'especialización académica' en el ámbito universitario, los matriculados en Humanidades comenzaron gradualmente a descender.
De este modo lo refleja una estadística extraída de un estudio realizado por la Universidad de Princeton en 2010, acerca de la evolución en la contratación de personal académico en el mundo occidental (Europa y EE.UU.) a lo largo del siglo XX. Dicho análisis evidencia que entre los años 1916 y 1996, el equipo docente especializado en las disciplinas de Humanidades se redujo en un 44%, en tanto que en el área de las Ciencias llegó a un incremento de un 225%. Se constata que la implicación humanística en el concierto universitario ha ido reduciéndose sucesivamente a lo largo de todo un siglo.
Asimismo, resulta singular la observación de cómo el cambio del papel social ejercido por la Universidad a lo largo de los años ha incidido directamente en la minoración de las Humanidades. En 1908 sólo una reducida parte de la población perteneciente a las élites de la sociedad realizaban estudios universitarios. En realidad, no era una cuestión de tinte económico, puesto que la formación universitaria era realmente asequible, sino que tales conocimientos resultaban bastante inútiles para la incorporación al mercado laboral, que realmente lo que valoraba era la instrucción en un determinado oficio. Hecho que, hoy en día, ha invertido por completo su tendencia pues, como todos sabemos, en estos tiempos se exigen credenciales universitarias para muchos trabajos a partir de cierto nivel salarial. En nuestro país, el número de estudiantes universitarios va in crescendo, pero lo que en un principio pudiera suponer un esperanzador presagio para las disciplinas humanísticas, se vuelve desalentador en cuanto se constata que las credenciales que unos ansían y otros otorgan hubieran sido inesperadas en 1913, pero no casi una centuria más tarde.
En cambio, de un tiempo a esta parte en USA cada vez se está haciendo más difícil para muchas economías familiares de clase media soportar el coste de llevar a un hijo a la Universidad o a una escuela universitaria. Por esta razón, en pleno siglo XX surgieron los renombrados
'Community College', que se tratan de escuelas universitarias de dos años de formación que suponen una considerable reducción de costes económicos, pues muchos de ellos son subvencionados, y de tiempo por parte de los alumnos. Además, en su mayor parte establecen acuerdos de colaboración con universidades y otros colleges, que ofertan estudios universitarios de cuatro años, que posibilitan a los estudiantes de los
Community la transferencia de sus créditos a dichas instituciones para finalizar sus estudios con la obtención del título de grado, si así lo desearan.
Desde hace ya varias décadas continúan aumentando su número de matriculaciones espectacularmente año tras año y gozan de gran popularidad entre los estudiantes. Recientemente,
Columbus Community College (Ohio) acaba de adquirir un gran complejo de oficinas pertenecientes a la multinacional Apple, así como dependencias cercanas pertenecientes a la Universidad del Estado. Estudiar en un
Community College durante los dos primeros años resulta una excelente alternativa para el alumno que desee rebajar notablemente el coste de sus estudios universitarios.
Sin embargo y como era de esperar, estas boyantes instituciones académicas tienen muy escasa avenencia por las Humanidades, y están enfocadas principalmente hacia el empleo. Hay ejemplos desalentadores como el que muestra el anteriormente citado
Columbus Community College donde ya en 2002, casi 30.000 alumnos se graduaron en grados de Ciencias y Negocios, unos 10.000 en Ciencias Sanitarias y ni un solo graduado en Lengua Inglesa. Aunque el número de alumnos continúa en gradual ascenso, las Humanidades siguen perdiendo parte del pastel universitario curso a curso. Fue 1970 el último año en que el 50% del alumnado se graduó en las clásicas disciplinas de Humanidades -filosofía, historia, filología, sociología, etc.- y lo más inaudito es que esto fue un hecho excepcional que hacía tiempo que no ocurría.
El factor económico está determinando en su mayor medida el panorama actual de las universidades en todo el mundo. En EE.UU. desde hace unas décadas, las universidades tradicionales parecen estar convirtiéndose en verdaderos laboratorios dedicados a la investigación por parte de las compañías multinacionales. Y afecta de lleno a las universidades públicas como reflejan múltiples y, también, desmoralizadores estudios. Es obvio que la educación universitaria ha pasado de ser reconocida como una competencia cívica para transformarse en un organismo con objetivos bien distintos. Los fondos estatales destinados a estas entidades cada vez son más limitados y, prácticamente, no hay más alternativas que actuar como una empresa creando alianzas corporativas, y este tipo de actuaciones han alterado significativamente la dinámica institucional.
Toda una serie de circunstancias que se han ido sucediendo en el tiempo han ido conformando un nuevo marco educativo donde las Humanidades quedan prácticamente desmarcadas. Es más, según algunas fuentes basadas en opiniones de expertos en materia educativa, estos se atreven a afirmar que quizás en 2113, es decir dentro de cien años, las disciplinas humanísticas continúen teniendo su espacio pero todas las tendencias apuntan que no estará en la universidad. Sin embargo, actuaría como lenitivo el simple hecho de saber asegurada su continuidad, aún a riesgo de su desaparición en la educación superior universitaria en este incierto futuro que tienen ante sí las Humanidades.
El cuestionamiento de este asunto sobre la supervivencia de las disciplinas humanísticas al presente siglo en el que nos encontramos, ciertamente también nos plantea de forma directa la cuestión de si realmente tienen un hueco en los proyectos curriculares de los estudios superiores. Esto simplemente se trata de una reflexión estrictamente personal, no de cariz intelectual, puesto que también los humanistas desearíamos convertirnos en fieles celadores de los programas de estudio. Desafortunadamente no es así, ni lo somos ni así viene siendo desde hace ya varias décadas. Todo cambia con el tiempo y estos programas de estudios no iban a ser menos y, muy lamentablemente, escaso o nulo espacio tienen entre el currículo emergente del presente siglo.
Un cordial saludo.