-Disculpad mis inconvenientes lapsus pero, como se ha comentado, hay que ganarse las habichuelas y en eso estamos.-
Nolano escribió:El problema, tal y como aparece planteado, consiste no sólo en constatar el abandono, en cuanto a las preferencias de los alumnos, de la última de esas ramas, en contraste con el incremento de éstos en las otras dos ramas, sino en preguntarnos por las causas de ese hecho verificado por las cifras de Moni y Cygnus. Y creo que es evidente que el motivo tiene que ser el propio desapego de la sociedad en su conjunto por una rama del saber que considera, de forma creciente, más vacua e inútil.
Completamente de acuerdo. Creo que es ese desapego, fruto de esa
'inutilidad' de algunas disciplinas constatada por la sociedad, la raíz de esa decadencia.
El camino más frecuentemente transitado por quienes han intervenido hasta ahora en el hilo parece apuntar a una especie de "mano negra" de los poderosos para impedir que la gente piense y, por consiguiente, critique el sistema económico-burocrático-tecnocrático que pretende su propia perpetuación.
No, nada que ver con una supuesta ‘mano negra’ si eso se ha traslucido. Simplemente es una menor propensión hacia la crítica y la reflexión de la sociedad actual, además alentadas desde las instancias superiores.
La cuestión es que en ese estado de las cosas que diagnosticaba Bell y con el que se inicia este mensaje, hay una contradicción actual entre el mundo de la acción práctica (técnica y moral-política) y el mundo "cultural"; el primero busca la eficacia y el éxito mediante el rigor del trabajo y la disciplina, mientras que el segundo busca el hedonismo ocioso y gratuito.
Existe una clara contradicción, pero eso de que se preconiza el hedonismo únicamente me parece un tanto reduccionista.
Panorama ciertamente oscuro, ya que ni el estudio de las humanidades parece resultar compatible, sino más bien contradictorio, con el estudio de las otras dos esferas, científico-técnica y jurídico-económica, dadas las contradicciones que puso de manifiesto Bell, ni parece que ese conflicto pueda resolverse mediante una integración, sino mediante una lucha en la que la esfera de las humanidades tiene todas las de perder, por haber roto su enlace con la praxis del "mundo de la vida". Una guerra abierta contra el complejo científico-político no puede, hoy por hoy, sino saldarse con la derrota total del complejo cultural.
Lamentablemente así es, Nolano.
Conrado escribió:Si los chavales no ven la filosofía en secundaria, difícilmente la demandarán como carrera universitaria al terminar el instituto. Y no hay que olvidar que aunque en la UNED sus estudiantes no son, por norma general, adolescentes que vienen directamente de la secundaria, a nivel nacional la mayoría de estudiantes que acceden por vez primera a la universidad sí son los adolescentes que acaban de terminar la secundaria.
En efecto, lo que no se conoce no se demanda. Y por esto mismo, y como habéis comentado también varios, aunque en la UNED exista una población estudiantil que sobrepase cierta edad y esto parece ahuyentar cierta preocupación, se llegará a dejar de demandar en un futuro más o menos próximo por múltiples causas anteriormente expuestas.
Como algunos ya habéis ido comentando en varios posts expuestos en este hilo, la profunda crisis general que atraviesan las Humanidades parece estar radicada, al parecer, por estar alejadas cada vez más del desarrollo tecnológico y de los intereses del alumnado focalizados en el acceso al mercado laboral principalmente. Aunque como ya se apuntó, después de constatar las reveladoras cifras que delatan el estado actual de la situación, la pretensión estaría en analizar las causas de por qué se ha llegado hasta aquí. Cuestión que he dado varias vueltas y que me ha llegado a obsesionar alguna vez como comenté.
En consecuencia, con todo lo vertido hasta ahora, podría inferirse la problemática de si tiene objeto o no la permanencia de ciertas materias si parece ser que para la sociedad actual son declinables. Y esto no es una forma de invocar a una purga apocalíptica de ciertas disciplinas porque, incluso en este escenario globalizado, pienso todavía que las Humanidades tendrían mucho que aportar. Quizás, el dilema estaría en dilucidar qué, a quiénes, y lo más arduo, para qué; y de esta forma abordar de manera rigurosa el debate sobre la utilidad o no de la oferta humanística, en vez de lamentarse por el paraíso perdido que diría J. Milton.
Lo que resulta evidente es que si el latín y el griego se retiran de los diseños curriculares, dentro de medio siglo va a ser harto costoso encontrar a alguien capacitado para leer a Diógenes Laercio o a Platón, y esto mismo es extrapolable a otras áreas humanísticas, pero esto sería tema de otra porfía.
¿Qué pueden ofrecer los humanistas y qué necesita la sociedad de ellos? Éste podría ser el punto de inflexión. Demandar un espacio en una sociedad cada vez con menos afección hacia la reflexión debe pasar por salir de cualquier autocomplacencia y zambullirse en otros territorios ajenos o fronterizos, en establecer un diálogo abierto con otras disciplinas académicas y, quizás desde ahí, crear un nuevo marco de mestizaje ya casi perentorio. Urge desde ciertas instancias un acercamiento a la realidad circundante al alumno, no se trata de cambiarlos, inane tarea ésta, sino de asumir qué leen -si es que leen algo-, qué observan, qué escuchan, qué les interesa. Ir contra corriente o desoír la evidencia siempre fue de necios y si se pretende ignorar que quienes admiran a Cristiano Rolando, Britney Spears o Justin Timberlake son los mismos a quienes se pretende persuadir de la importancia de conocer
La ciudad de Dios o
El sí de las niñas, mal vamos. No consiste meramente en un anhelo de interdisciplinariedad, que también, pero es más, hay que saber dónde estamos, hay que aceptar que nos movemos en un mundo globalizado extremadamente complejo, de redes de redes y no en compartimentos estancos, y esto muy a menudo cae en el olvido entre los humanistas. Entonces, ¿qué misión tienen en esta sociedad globalizada los que pasan por esta jurisdicción, supuestamente, tan decadente como son las disciplinas humanísticas?
Por esto mismo, se precisa un análisis ajustado a la realidad social dominada ineludiblemente por toda clase de avances tecnológicos en cualquier ámbito que nos movamos. Esta paulatina pérdida de adeptos no es tan
'lógica' como pudiera interpretarse debido a la lógica evolución de toda sociedad en cualquier época y lugar. Hasta hace no tantos años, alrededor de los años cincuenta, en España los parámetros para calificar la capacidad intelectual del alumnado iba íntimamente asociado a su aptitud para interpretar las lenguas clásicas. Los mejores puntuaciones obtenidas al enfrentarse a un texto original de Horacio o de Plinio el Viejo establecían dichos coeficientes válidos para otorgar las becas y ayudas posteriores, así como evaluaban las capacidades de los individuos previo acceso al mercado laboral.
Posteriormente, las lenguas clásicas fueron sustituidas por las matemáticas como medio para evaluar y establecer los parámetros de diagnóstico, jerarquizando ya la selección, de modo que las lenguas clásicas pasaban a una segunda posición, sin duda relevante, pero no como primera opción mensurable. Esto no fue algo aparentemente casual y sí tendencioso, el estudio del latín, del griego, de la filosofía o de la historia, por citar a algunas, ya por entonces comenzaba su declive, ya no era considerado tan inexcusable. Y ya, como es bien sabido, en los últimos años todo esto ha sido desplazado por el nuevo imperio de todo lo que huela a tecnología, y es ahora la informática la empleada para establecer tales cómputos intelectuales.
Está claro que se puede coincidir en el análisis de los grandes principios universales, pero el dilema sobreviene cuando bajamos a la arena de lo concreto al intentar determinar esa
utilidad de la que tanto se habla actualmente, en qué consiste y para quiénes funciona o no. Habría que precisar lo que necesitan los distintos colectivos sociales o lo que se estima necesario que desarrollen para que luego desempeñen lo que se exige de ellos. Pero además, habría que definir quién decidirá ese supuesto contenido de
'lo que se exige de ellos'. A menudo algunos planteamientos teóricos manifiestan que la no existencia de grandes metarrelatos, privativo de la
'condición postmoderna' que refirió Lyotard que justificaran casi todo, no es óbice para que exista una manifiesta y evidente relación entre esta presunta crisis humanística y lo que Foucault denominó las
'sociedades de vigilancia y de control'. Se debería sondear en profundidad en esta vinculación puesto que no resulta casual que las subvenciones, becas y ayudas estatales se otorguen entre las denominadas como
áreas de preferencia ligadas a las disciplinas tecnológicas y de las comunicaciones. Ese manido concepto tan actual de la utilidad que se desprende de estas asignaciones deja fuera de juego a todo lo relacionado con el espacio humanístico.
En consecuencia de todo lo esgrimido hasta ahora se desprende que hasta que los teóricos, dentro del ámbito de las Humanidades, no se planteen con rigor cómo afrontar los nuevos desafíos que se van planteando en esta nueva sociedad globalizada, a menudo de cariz más político que académico, tratar de argumentar si es más conveniente Derrida con su deconstrucción o D. Ramón Menéndez Pidal serán sólo brindis al sol.
Un saludo.