Lo malo de las palabras escritas es que parece que quedan para la eternidad. El artículo de Racionero es demasiado sesgado. Creo que hace un juicio demasiado severo, parece como si se encaramara a ciertas cotas de pensamiento con una escalera, y al llegar a ellas, desechara la escalera por inútil o inservible. Si hacemos caso al mito de Sisifo, más vale dejar la escalera como está no sea cosa que tengamos que volver a bajar nuevamente al mundo de los mortales a trompicones.
Racionero hace defensa a ultranza de las filosofías orientales, dejando a la filosofía occidental, sobre todo la analítica, como un trapo. Creo que el mismo incumple el precepto fundamental del "sabio oriental": guardar prudente silencio. El Estagirita ya comentó, con gran acierto, que la virtud está en medio de dos extremos, en el término medio. Es evidente que no se puede arrojar a la filosofía contemporánea a la cuneta como si fuera una fuente de aporías y dilemas irresolubles, un juego dialéctico propio de eruditos y gafapastas. La filosofía es, a mi modo de ver, una disciplina que debe aunar multiples vertientes, beber de innumerables fuentes, interesarse por todo lo humano. El gran Montaigne hizo grabar, entre otras, en las vigas de su estancia favorita, la famosa frase de Terencio: "Hombre soy, y nada humano me es ajeno..."Esa es para mí la primera piedra que se debe colocar en todo edificio filosófico.
No obstante, tampoco puedo negar que la vertiente oriental que defiende a ultranza el señor Racionero, no sea una vertiente positiva. Lo que sucede es que el Zen (por mentar una que conozco ínfimamente) desconfía de las palabras, busca con denuedo que el Satori (despertar) lo experimente el discípulo por sí mismo. El practicante debe trascender todo dogma, todo credo, y mediante la disciplina y la práctica del zazen, que consiste en la meditación sedente, sin albergar pensamiento consciente alguno, llegar a afinarse, a vivenciar el presente como único tiempo posible. Los pensamientos van y vienen, el zen busca no forzarlos, sino como diría Heráclito dejar que fluyan, como todo en la vida, que fluye constantemente ajeno a nuestro desideratum, a nuestra voluntad. Por tanto el zen no aporta nada al practicante, más que nada le quita, le quita gran parte de ansiedad, de temor, de miedo a la muerte. Fue por esto que los samurais en en la era kamakura adoptaron esta filosofía. Ellos que, sujetos como estaban a enormes tensiones vitales, donde la muerte podía sobrevenir en cualquier momento, en cualquier enfrentamiento,necesitaban un tipo de filosofía que se adaptara a su usos y modos de vida, necesitaban algo útil, pragmático, el zen les proporcionó esa vía que acabo tranformándose en el Bushido,el camino del guerrero. El estocismo en Grecia también surgió en un momento histórico muy determinado, y no se puede soslayar su vertiente pragmática.
Estas filosofías necesitan una fuerte interiorización, son por decirlo de un modo claro, filosofías de entraña, hay que sentirlas, practicarlas, hay que, como demanda el sentimiento religioso, tener antenas para ello. Tal vez por ello escapan a la conceptualización, al intento de trasladar su esencia mediante una argumento, mediante un articulado certero. La esencia se puede reflejar mejor mediante un poema, o una melodía. De hecho los japones emplean el Haiku, que es un poema brevísimo, de una estructura formal fija, de tres líneas que contienen 5,7 y 5 sílabas respectivamente. En una estructura tan breve pretenden expresar sus más profundas emociones. Dicho esto, creo que es entendible, si bien no comparto enteramente, la defensa a ultranza que hace Racionero de la filosofía Oriental. No obstante, todo acto de comprensión es un fogonazo que acaece en la propia psique de uno, en su mente, en su ser, y ese propio acto no se puede realmente expresar con palabras.
Un saludo.