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TEMA: La depresión desde una perspectiva filosófica

La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 17:11 #31648

  • Herrgoldmundo
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Introducción.

La psicología en general considera la depresión como una enfermedad de la mente; la claudicación o desesperanza que mina el estado de ánimo de las personas inhibiéndoles a éstas las ganas de hacer, luchar y proyectar, impidiéndoles, en definitiva, el constante quehacer vital. Pero Unamuno, más sagaz, consideró que la enfermedad, en sí misma, radicaba en la propia esencia humana, es decir, sostenía que el hombre es un animal enfermo (ver "Del sentimiento trágico de la vida") pues es consciente de que su destino último será dejar de ser.

¿Cómo no ha de estar enfermo, ebrio de angustia y desesperanza, un ser conocedor y sabedor de que su destino último será inevitablemente la muerte? ¿Cómo puede obligarse a luchar y, aún más, tener ganas de vivir, un ser que sabe que algún día dejará de ser y perderá la consciencia de sí mismo y de su particular yo?

Así, el ser humano es un ser enfermo en tanto padece y sufre lo que Unamuno denominó sentimiento trágico de vivir. Pero incluso aceptando que, realmente, todos los seres humanos seamos animales enfermos, infectados de nihilismo, náusea ante la vida o anonadamiento... ¿Cuáles serían los mecanismos o defensas psicológicas que permitirían a unos individuos superar y salvar el drama que es el vivir (Ortega)?

De entrada, y es opinión personal, creo que habría que entender la superación y la salvación de la angustia como metas u objetivos a alcanzar para, en última instancia, evitar el suicidio; es decir, no existe cura para la enfermedad del alma, pues lo único que podemos hacer es burlar dicha enfermedad a través de argucias y artimañas que nos permitan engañar a la existencia. Burlar y engañar, no hay más, por más que a tan taimados remedios se les haya pretendido dignificar con ropajes científicos (neurociencias) o pseudocientíficos (psicología).
¿Qué son los mecanismos de defensa psicológicos sino engaños programados por nuestra mente, a veces incluso inconscientemente, para evitar el sufrimiento? ¿Qué es una terapia, sino una burla orquestada y perfectamente dirigida por un profesional para conseguir que el paciente pueda llegar a autoengañarse a sí mismo?

¿Y en qué consiste el engaño que teje el psicólogo desde su consulta, el sacerdote desde su púlpito, el filósofo desde su cátedra o el ideólogo desde su poltrona? Consiste, sencillamente, en inventar un sentido; consiste en crear e imaginar lo que no puede ni podrá ser hallado: el sentido del ser.

Podríamos sostener que, potencialmente, todos los seres humanos, en tanto que infectados a priori del sentimiento trágico que supone el hecho de vivir, tenemos una predisposición a la depresión e incluso, en último término, podríamos llegar a desear nuestra propia autoinmolación o suicido vital.
Desde luego, la depresión, entendida como falta de ánimo o ausencia de ganas de vivir (hacer, interactuar, proyectar y planificar...) puede aparecer en la mayoría de las personas en algún momento de sus vidas, por cortos o breves períodos de tiempo, con mayor o menor intensidad. ¿Quién no se ha sentido deprimido en alguna ocasión?

Espiritualidad, engaño y poesía.

No voy a reflexionar sobre la depresión (el título de este pretencioso pseudoensayo ya da fe de ello) desde una perspectiva psicológica, menos aún desde el campo de las neurociencias o la neuropsiquiatría.
Sí, está comprobada científicamente la implicación de ciertos neurotransmisores (sustancias químicas) en el desarrollo de la depresión (serotonina, noradrenalina y dopamina). Pero las causas de las depresiones, además de biológicas, también pueden ser psicológicas o ambientales.
Ante un episodio depresivo, el paciente podrá ser más o menos consciente del porqué de su estado de ánimo apático y de su angustia, dependiendo de la gravedad o evidencia de las causas que los provoquen. Resulta fácil establecer una relación causa-efecto cuando, por ejemplo, la persona deprimida ha sufrido la pérdida de un ser querido o sufre algún tipo de grave enfermedad.
Sin embargo, existe un tipo de depresión difícil de explicar: aquélla en la que el sujeto dice no saber por qué se siente decaído y triste, o desconoce por qué ha perdido las ganas de vivir.
La ciencia acude rauda ante este tipo de depresiones sin aparentes causas ambientales o psicológicas (dependientes de rasgos de personalidad) y nos propone una explicación desde la neuropsiquiatría o la herencia genética; y, por supuesto, tras la objetiva explicación científica, proporcionan medicación para la cura, ahora sí entendida como solución, que no como superación o salvación.
La cura hace desaparecer la depresión, pero solo en algunos episodios depresivos que no son crónicos. Cuando la depresión es crónica, la medicación solo puede mantener artificialmente un adecuado estado de ánimo que le permita al individuo hacer una vida normal.

Y aquí quería llegar...
Muchos grandes pensadores, sospecho que Unamuno y Sartre entre ellos, por supuesto también Camus, fueron personalidades depresivas. ¿Quiénes, sino unos depresivos irredentos, sentirían sentimientos trágicos o náuseas ante el hecho absurdo de vivir? De hecho, el más sincero de todos ellos, Albert Camus, lo dijo con meridiana y sincera claridad: "Solo existe un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio". Y Camus aún fue más certero y preciso: "Se puede evitar el suicidio, pero no se puede evitar pensar en él".
¡Exacto! Podemos evitar el trágico y fatal final al que puede llevarnos la desesperación y la angustia existencial, pero no podemos evitar seguir pensado en el suicido como solución.

¿Por qué Camus creyó evitar el suicidio a través de la filosofía?
Pues porque desarrolló toda una auto-terapia, o autoengaño si se prefiere, para salvarse a sí mismo, que no curarse. La filosofía salva pero no cura; nos salva de desear autoinmolarnos en un determinado momento de debilidad, pero no nos cura de la enfermedad del alma que nos sumerge en la angustia existencial.
Me gusta referirme a la enfermedad del alma, utilizando conscientemente connotaciones espirituales, porque lo que está enfermo en el hombre, desde el principio de los tiempos, es su alma, su espíritu, su razón para vivir. La filosofía, por tanto, es una artimaña tan válida o tan poco válida como la religión: un engaño al cabo para permitirnos soportar el absurdo que es la existencia.
Ahora bien, dependiendo del grado de cinismo o hipocresía de las personas, éstas recurrirán a uno u otro tipo de engaño o argucia para salvarse a sí mismas del suicidio o autoinmolación vital.
Obsérvese que en varias ocasiones me he referido a la autoinmolación vital, una suerte de suicidio irresponsable al que también podemos llegar, como personas o grupos colectivos, tras la pérdida de referentes y valores morales, espirituales en definitiva. De hecho, Occidente camina imparable hacia una futura autoinmolación vital. Occidente no tiene cura, pero tampoco está por la labor de buscar una superación o salvación al nihilismo que le está matando lentamente, poco a poco. Pero ahora no toca tratar este polémico tema.

Clases de personas y sus respectivos tipos de engaños o autoengaños.

Decía, coincidiendo con Camus, que es inevitable pensar en el suicidio, al menos cuando se llega a la certeza (y yo temo haber llegado a ella) de que realmente la existencia es un completo absurdo sin sentido. Que se lo pregunten a Heidegger, incapaz al final de hallar el sentido del ser, por más que se obligara a preguntarse sobre él. O mejor aún, preguntémoselo a Wittgenstein, el gran filósofo resignado que claudicó ante la vida y optó por callar y dejar de elucubrar.
Tengo la sospecha de que cuando una persona es terriblemente sincera consigo misma, hasta el punto de que se obliga a no mentirse o autoengañarse, como sea y con la artimaña que sea (religión, filosofía, arte, poesía...), solo le queda dejarse morir. Así, en verdad podríamos considerar a Wittgenstein como el último y único superhombre del pensamiento humano capaz de ser consecuente con la lógica pura que dictamina, sin sentimentalismos ni trampas existenciales, que la vida es una mierda; una gran farsa o absurdo, o un sueño, como dijera el poeta.
Todos los demás somos supervivientes, es decir, grandes fariseos, cínicos o hipócritas, que sabedores de que no existe cura para la enfermedad del alma, nos inventamos trampas y engaños para burlar la enfermedad, para superar la depresión y vivir, sin más, hasta que nos llega el morir.

Pero sospecho que Wittgenstein tan solo ha sido uno de los primeros mártires y que, poco a poco, a medida que el nihilismo y el anonadamiento, la angustia frente a la nada, se vaya instalando en nuestras maltrechas y débiles almas acabaremos por desenmascararnos a nosotros mismos y todas nuestra mentiras. ¿Queda algo de energía vital o espiritual, hoy, en las decadentes sociedades occidentales? No, porque, como Wittgenstein, cada vez hay más claudicantes, racionalistas ebrios de honestidad que se obcecan en matar a la vida a fuer de negarse a hacer trampas; a fuer de negarse a autoengañarse y de negarse a utilizar las artimañas tradicionales de la religión, la mística, la fantasía. ¿Qué fue lo que acabó con el Reino de Fantasía sino la Nada (magnífico Michael ende)?

De momento, negado el espíritu, solo nos queda la filosofía, moribunda, todo hay que decirlo, y por eso no es de extrañar que el vacío dejado por la religión y el pensamiento más "sesudo" haya sido ocupado al asalto por los poetas. ¡Y mucho cuidado con los poetas, con esos grandes fingidores y maestros de la mentira y el engaño! ¡Y cuidado especial con el poeta político!
Pero lleguemos a las tres clases básicas de personas:

1) Las religiosas y/o espirituales (incluyo místicas varias y tendencias cripto-budistas, tan de moda).

2) Las filosóficas y racionales (incluyo filósofos, metafísicos e ideólogos varios).

3) Las poéticas y artistas en general: actores, pintores, literatos y, sobre todo, políticos.

Dicha clasificación solo atiende a un criterio: el tipo de engaño o autoengaño utilizado por cada clase de persona para burlar la depresión, el drama de vivir o el sentimiento trágico de vivir.
Ninguna de estas clases de personas es honesta, pues todas han optado por dar sentido a sus vidas a través de diferentes engaños y argucias, es decir, todas han preferido mentir antes que morir.

Los religiosos y místicos: son los mentirosos que, hoy, resulta más fácil desenmascarar. De hecho, la creencia en dioses o entes espirituales ya solo puede sostenerse desde la fe irracional de algunas personas que, a través de dicho autoengaño, consiguen dar sentido a sus vidas y burlar la angustia frente a la muerte. Nada que objetar: sálvese, que no cúrese, el que pueda.

Los filósofos y racionalistas: todos en el mismo saco, desde los presocráticos, hasta los clásicos, pasando por Descartes, Hegel, Kant y hasta llegar a Nietzsche, el único con cierto atisbo de honestidad, que, sin embargo, también prefirió vivir, aunque solo fuese engañándose al creer que con su genial locura dejaba en evidencia al resto de hipócritas. Al final, pero, un embaucador más que supo cómo evitar el suicidio.

Los poetas y artistas en general: son los grandes embaucadores y fingidores, farsantes e hipócritas por excelencia. No en vano eran los preferidos de Nietzsche. Quizás otrora, el loco alemán acertó en ver en ellos una alternativa a las tradicionales religiones y filosofías del momento. Pero ahora sabemos, al menos algunos de nosotros, que la poesía no es más que el engaño más inmoral perpetrado por quienes pretenden salvarse a sí mismos, y evitar el suicidio, a costa de legitimar su arte como herencia para la humanidad y el bien común. A este tipo de poetas, tan dados a salvar sus culos a través de los ropajes de la bonhomía y fingidos altruismos, pertenece la peligrosa especie de los políticos.

¿Qué tienen en común cualquier ferviente creyente, de cualquier dogma religioso, y cualquier político con éxito? Pues que ambos saben cómo vender un necesario mensaje de esperanza para dar sentido a la existencia de las masas. Ambos seducen, los dos prometen; los dos se aprovechan de la desesperanza de los pueblos. Dios será el supremum que impartirá justicia para unos, y el Estado omnipresente será el medio a través del cual los otros alcanzarán su utópico paraíso en la Tierra.

¿Qué es la libertad, al cabo, comparada con el gozo de vivir sabiendo que en la otra vida nos irá mejor, o sabiendo que ningún esfuerzo será necesario cuando Papá Estado nos "mantenga bien cebados y castrados" proporcionándonos subvenciones, ayudas y prestaciones, subsidios...?

Todos los farsantes y sus engaños están ya desenmascarados. ¿Qué nos queda por hacer? ¿Qué podemos hacer para sobrevivir a la desesperanza? ¿Volvemos a erigir en dioses todopoderosos a los gurús de turno capaces de seducir y prometer utópicas felicidades a las masas?
Nunca, como hoy, los últimos hombres de carne y hueso estuvieron tan solos y desamparados.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 20:00 #31649

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Es un buen tema para reflexionar, me recuerda a ese intento actual de redescubrir la filosofía como lo que ha sido siempre, "maestra de vida", que nos ayuda a encontrar respuesta a los grandes interrogantes.
Pero no creo que pueda haber debate si se cierra ya con palabras, creo que injustas, de " farsantes" y "mentiras", porque entonces uno se posiciona en la verdad absoluta difícilmente dialogable y enriquecedora. Creo que el hombre es un ser que busca, y hace lo que puede. Creo que la mitad de la historia y de la humanidad no son farsantes sino que han intentado buscar lo mejor que han podido y sabido. Quizá dentro de 50 años nuestra "verdad" incuestionable, sea mentira. Por ello creo que si el hombre es buscador, sólo puede encontrar, no excluyendo como mentiras otras respuestas, sino dialogando y combinando lo mejor de cada una.
Por ello, en un tema tan complejo como el sentido de la existencia, debemos pensar que excede a una generación, religión, cultura,... Y sospechar que quizá no se pueda zanjar con una sola respuesta sino prestando atención a las distintas respuestas. Porque la respuesta no es fácil, pero si es verdad, que como dice Unamuno, "nuestro apetito de divinidad" es el deseo más necesario para el hombre y al mismo tiempo lo más inalcanzable para él, pero eso no significa que no sea posible su respuesta, o por lo menos su motor.
Última Edición: 12 Ago 2015 06:26 por Haller.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 20:56 #31650

  • Herrgoldmundo
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Hola Haller. Respeto tu opinión, pero en realidad todos somos unos farsantes en tanto nos servimos de autoengaños para superar el sentimiento trágico de vivir.
La verdad desnuda, cruda y sin paños calientes, es que la vida, per se, no tiene sentido. Somos los seres humanos, a través de nuestra consciencia, heredada por el logos histórico si lo prefieres, quienes en cada época hemos creado sentidos para sobrellevar la carga de la existencia.
Es cierto que a lo largo del devenir de la historia los autoengaños se han ido perfeccionando, desde los más burdos que rendían culto a las fuerzas de la naturaleza, pasando por los autoengaños místicos-religiosos hasta llegar a los más recientes autoengaños de los diferentes suprematismos ideológicos.
Cada época, sintiendo el dolor trágico de la finitud del ser (el drama de vivir, que diría Ortega) ha creado, bien fuera a través de la fe o de la razón, sentidos para evitar el suicidio, individual y/o colectivo; para evitar la desidia existencial y conseguir que el ganado humano pudiera ser domesticado y criado conforme a unas creencias que habrían de llevarles a salvadores fines últimos.

Hoy, cualquiera que se obligue a sincerarse frente a la verdad, sabe que no hay ningún fin último en la existencia humana, es decir, que ésta carece de sentido. Y es entonces cuando llegan los poetas, grandes cínicos conocedores de tan terrible realidad, para, a través de sus obras, salvarse ellos mismos y hacernos creer que los demás también podemos salvarnos aferrándonos a filosofías de la estética, del deporte y de los espectáculos para masas.
Unamuno fue un poeta, más que filósofo en el parecer de Zambrano (yo también lo creo), y por eso sabía muy bien que se autoengañaba a sí mismo cuando, sediento de eternidad, recurría a la irracionalidad del arte para calmar la sed de perdurabilidad que le reclamaba su atormentado yo; unas ansias de desear seguir siendo que la razón le negaba.

Un saludo.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 21:58 #31652

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El tema que plantea Herrgoldmundo es muy sugestivo y por falta de tiempo en estos momentos, no podré extenderme mucho. Solo dos objeciones, que creo que Haller apunta con acierto en su intervención.

En primer lugar, parece que la tragedia en Unamuno no está en que el destino del hombre sea la Nada por más que él espere salvación. La tragedia unamuniana sería conflicto entre la razón y la fe, entre la esperanza de la carne y su negación por la razón, por eso plantea el conflicto en términos de agonía, una agonía irresoluble:

"La vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción".

En ese sentido somos seres enfermos, no porque estemos destinados a la Nada categóricamente (el Diario Íntimo de Unamuno es escalarecedor en este punto con sus angustias personales), sino porque problematizamos nuestra existencia, cosa que no ocurre en el resto de los animales.

En segundo lugar, denominar farsantes y mentirosos a artistas, filósofos y personas religiosas implica reconocer una intencionalidad que dudo mucho que tengan. A lo sumo, como haces tú, podría aceptarse que se autoengañan sin ser conscientes de su mentira, cosa que por otro lado, se me antoja difícil de demostrar: afirmar taxativamente el autoengaño de los demás como base de sus ideas y acciones nos cuestiona hasta qué punto nuestro punto de vista también es fruto de dicho autoengaño... Me atrae más la actitud dialógica de Haller.

Un saludo y gracias a ambos por unas aportaciones tan interesantes.
"Me cago en el vapor, la electricidad y en los sueros inyectados" Miguel de Unamuno.
Última Edición: 11 Ago 2015 22:11 por elimas.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 21:58 #31653

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Entiendo lo que quieres decir, me parece interesante. Pero entramos en el tema de la verdad, ¿cómo puedo afirmar rotundamente que una idea, especialmente en la esfera existencial, es falsa o verdadera? Entonces también el nihilismo es un autoengaño, con lo cual, si aceptamos que todo es mentira, lo más inteligente es escoger aquellos engaños que dan sentido no que lo quitan. En esto sirve como ejemplo la experiencia de Viktor Frankl en el campo de concentración, sólo los hombres que encontraban un sentido sobrevivían al horror.
En esto sigo creyendo como Buber "lo decisivo no eres tú, lo decisivo no soy yo;lo decisivo es lo que acontece entre tú y yo" lo verdaderamente humano es crear encuentros creativos con las realidades que nos rodean.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 11 Ago 2015 23:03 #31655

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Herrgoldmundo escribió:
¿Qué fue lo que acabó con el Reino de Fantasía sino la Nada (magnífico Michael ende)?

En realidad fue el olvido.
¿Cómo puede obligarse a luchar y, aún más, tener ganas de vivir, un ser que sabe que algún día dejará de ser y perderá la consciencia de sí mismo y de su particular yo?

Si tanto te preocupa dejar de ser, debe de ser que quieres ser, que quieres vivir.
Si no, ¿qué más da?

Digo.
You do not need hope if you have drama to back you up.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 12 Ago 2015 09:24 #31661

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Hola Elimas. Cierto, la tragedia unamuniana se centra en el conflicto entre razón y fe. ¿Pero por qué entran en conflicto la razón y la fe?
Creo que Unamuno, en su "Del sentimiento trágico de vivir" lo deja bien claro. Unamuno tenía hambre de eternidad, deseaba seguir viviendo y perdurando en el tiempo, y la fe le instaba a creer en ello. Sin embargo, la terca razón le dictaba (a través de inapelables argumentos que el propio Unamuno enumeró en "Del sentimiento trágico de vivir") que la creencia en la vida eterna (vida después de la muerte) era tan solo un autoengaño.
En realidad, Unamuno teme dejar de ser él mismo, pues, como bien señala en "Del sentimiento", ¿de qué le "valdría", igualmente, seguir siendo, por ejemplo, en un paraíso perfecto donde perdiese la conciencia única y personal de su yo?
Somos seres enfermos en tanto somos conscientes de nuestra finitud y de que nuestro yo, singular y único, dejará de ser algún día; esto nos provoca angustia y puede llevarnos a la depresión (tema central de esta reflexión). Esta es la tragedia unamuniana.

Todos los farsantes lo son, tanto si son cínicos conscientes de su autoengaño como si son ilusos que creen ciegamente en el mismo. Esta es mi opinión.
No valen valoraciones referentes a la intencionalidad, pues la intencionalidad siempre es la misma: la salvación o cura del individuo ante al sinsentido de la existencia.
¿Era el párroco de "San Manuel Bueno, mártir", por ejemplo, un farsante?
Yo creo que sí, por más que su intencionalidad fuese "buena" y se obligara a ejercer su oficio, a pesar de haber perdido la fe, por tal de salvar a sus feligreses.
El problema radica, creo, en que le otorgas a la palabra farsante connotaciones negativas (¿valoración moral?). Llámales, si lo prefieres, comediantes, que sería también más del gusto de Unamuno.

Por último, a mí también me atrae más la actitud dialógica de Haller. Todos los que nos obligamos a salvarnos de la depresión, en último instancia del suicidio, no tenemos más remedio que seguir con la farsa, o con la comedia que es la vida, por tal de crear sentidos que justifiquen nuestra existencia. Y si no somos capaces de crearlos, como hiciera Marx magníficamente, por cierto, nos decimos a nosotros mismos (de nuevo autoengañándonos) que el sentido de la vida no es otro que el de seguir buscando su sentido. Con afán deportivo, añadiría Ortega.

Un saludo.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 12 Ago 2015 09:37 #31663

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Hola de nuevo Haller.

Escribes acertadamente: "lo más inteligente es escoger aquellos engaños que dan sentido no que lo quitan".

Y vuelves a dar en la diana: "...sólo los hombres que encontraban un sentido sobrevivían al horror".

Poco más puedo añadir. No sé si te has dado cuenta de que tú mismo has llegado a conclusiones parecidas a las mías.
Precisamente porque los seres humanos somos inteligente, no solo creamos autoengaños, sino que, efectivamente, escogemos aquellos que mejor nos curen o salven de la depresión y el suicidio, es decir, elegimos aquellos autoengaños que aporten sentido a nuestras vidas.
Muy bien escogido, por cierto, tu ejemplo de los campos de concentración. Para sobrevivir al horror los prisioneros tenían que encontrar un sentido, pues de lo contrario muchos de ellos se suicidaban o se abandonaban a su suerte, claudicaban ante las circunstancias, y se dejaban morir.

Un saludo.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 12 Ago 2015 09:39 #31664

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En toda reflexión filosófica, debe primar la mirada cautelosa que observe con cierto escepticismo no sólo las posturas ajenas sino también las propias. Si no, uno cae en el peligro de dogmatizar y enredarse en una explicación completa de la realidad de la que no se ve capaz de salir.

Digo esto porque desde la filosofía (como desde la ciencia) es presuntuoso hablar de "verdad", como si pudiéramos habérnosla ya apropiado. En todo caso, podremos pronunciarnos sobre lo que nos parece más verosímil y procurar alcanzar espacios compartidos de intersubjetividad que fortalezcan esa verosimilitud.

Dicho esto, la recurrente pregunta por el sentido puede tratar de explicarse de muchas formas. Sin echar mano de ese desgarramiento casi metafísico de Unamuno, he planteado un par de posibilidades en el blog en esta entrada. Son conjeturas cuya verosimilitud someto a juicio.

Dicho esto, nos enfrentamos a un dilema que yo creo irresoluble. Por un lado, en el sentido apuntado, como ha habido tantos intentos por ofrecer alguna propuesta de sentido a lo largo de la historia que han sido deconstruidos y explicados en términos de dominio, control u organización social y cultural, podría parecer verosímil pensar que en realidad no hay ningún sentido esperándonos, y que todo han sido ficciones útiles. Además, la recurrente insistencia del ser humano en preguntarse por el sentido de la realidad podría intentar explicarse en términos puramente biológicos (filogenéticos) como los que apunté en la entrada del blog, lo que quizá desacredita la pregunta en sí aún más si cabe que ese a priori existencial de Unamuno.

Pero ello nos llevaría, por otro lado, a estar presos de este mismo mecanismo, de forma que realmente nadie podría "sincerarse" completamente, ni desengañarse, y su propio a priori filogenético le obligaría a permanecer dentro de la jaula del lenguaje que le impone estar abierto a la pregunta por el sentido. Quizá se vería obligado a, como decía Wittgenstein, callar ante lo que no se puede hablar. Pues ¿quién puede asegurar que no exista un sentido de la realidad que sistemáticamente se nos escapa, más allá de todas las ficciones útiles concretas, y que sólo comprenderemos, como apuntaba Dilthey, al final de la historia? ¿quién puede refutar definitivamente que el sentido de la realidad pueda consistir precisamente en la apariencia de sinsentido a la espera de que la búsqueda existencial de cada uno atisbe, participe o construya alguna experiencia de sentido?

En mi opinión, sólo podemos quedarnos en la perplejidad, en ese espacio de radical incertidumbre en la que en gran medida consiste vivir. Y hay que ser valientes para saber convivir con esa incertidumbre radical - salvadora incertidumbre, que decía, precisamente, Unamuno. La alternativa es aferrarse a alguna explicación que se pretenda definitiva - tanto de sentido como de sinsentido - y que puede aparentar darnos la satisfacción de concluir nuestra búsqueda. Pero eso sólo puede ser un descansillo en la búsqueda permanente que es vivir. La incertidumbre es movimiento, la certeza petrificación.
Javier Jurado
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Última Edición: 12 Ago 2015 09:43 por Kierkegaard.
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La depresión desde una perspectiva filosófica 12 Ago 2015 09:51 #31665

  • stormshield
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raven escribió:
Si tanto te preocupa dejar de ser, debe de ser que quieres ser, que quieres vivir.
Si no, ¿qué más da?


« El miedo de la nada no mide más que nuestro empeño en el ser »
E. Lévinas
Última Edición: 12 Ago 2015 09:51 por stormshield.
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