Hola Silvanus.
Escribes:
En mi modo de ver, no se trata tanto de salvación/condena, sinsentido/engaño. Prefiero referirme al hecho existencial de asumirnos a nosotros mismos, individualmente. Se ve en tus argumentos cierta distancia, cierta prudencia y desconfianza hacia todo aquello que proceda desde fuera: de ahí el acto de negar a los místicos, a los poetas, a los políticos, o a cualquier instancia superior o distinta al “yo”.
Creo que no me has entendido o no me he explicado suficientemente bien. No es que yo desconfíe o niegue las diferentes formas de autoengaño (vías de salvación místicas, religiosas, ideológicas...).
No los niego porque reconozco, como ya he señalado, que son
creaciones o ilusiones de esperanza que ideamos por imperativo vital, o por pura necesidad psicobiológica, como prefieras, por tal de huir de la angustia existencial.
Sigues:
Está claro que, de haber nacido en otra época, no tendríamos esas precauciones y nos llenaríamos de sentido, no desde nosotros para nosotros, sino desde fuera. Pero de ello se desprende un principio: que propiamente no tenemos forma espiritual, que no nos viene dada, por nacimiento y necesidad, una forma propia y universal. Es decir, que el hombre, para serlo, debe asumirse como enigma.
¡Exacto, en otras épocas hubiésemos vivido nuestras vidas ebrios de sentido!
¡Aaaaaah, pero no olvidemos que nosotros somos hijos de la postmodernidad!
Dices:
El hombre debe ser creador, conquistador, eterno destino. Ser hombre significa eso, que es significado abierto. Sólo existe el engaño allí donde el individuo concreto no se conoce a sí mismo o, peor aún, donde ni tan siquiera busca su propio reflejo.
Por supuesto que el ser humano ha de
ser creador. No le queda más remedio que serlo, en tanto le insta a ello, insisto en este punto, un imperativo vital o psicobiológico.
Sigues:
¿Se engañaba Aquiles, por ejemplo, ofreciendo su vida y buscando su areté? No, no lo creo: porque Aquiles, el tipo Aquiles, se hizo a sí mismo, se dio forma y se otorgó destino: conquistó su significado. El valor de su vida se la concedió él mismo, y de ahí la tragedia que supone su entrega como guerrero, como hombre que acepta la muerte y la transforma: él condiciona a la muerte, no la muerte a él. He ahí la libertad creadora, la vida que, al asumirse como ser-mortal, se desborda en sí misma. La muerte como mecanismo para la creación.
Pues ahora sí que discrepamos.
¡Claro que Aquiles se autoengañaba, aunque no fuese consciente de ello!
Toda la magnífica épica heroica que impregna la mitología griega (buen ejemplo has traído) era un bello y poético autoengaño destinado a hacer creer a los hombres en un destino último y glorioso.
¿Qué otra misión tenía la épica gloriosa, los mitos y los héroes, mas que la de hacerles creer a los pobres mortales que la vida tenía un sentido, una razón por la que valía la pena luchar y morir?
Escribes:
Yo no pienso en “justificaciones”, porque, a mi modo de ver, el espíritu aristocrático es como el dandy. Me explico: no le vale vivir a cualquier precio, necesita, por el contrario, otorgar valor, plenitud, belleza, forma. Y este alto valor no funciona como justifiación, sino como creación, el espíritu aristocrático es narcisista. Y así, el dandy, para enamorarse, pide una mujer valiosa, elevada, que la sienta siempre superior a sus fuerzas, que es su camino para probarse. No le vale vivir a cualquier precio. El filósofo, o el poeta, o el mísitico, hacen lo mismo con la vida, y no únicamente mediante la razón, porque en ello implican todo su ser, todos sus instintos. Lo que importa es la conquista, y cuanto más elevada, más difícil, más áspera sea, mejor.
Todo ser humano es moral en tanto que racional. Y ser moral significa que tenemos la necesidad (a priori) de justificar nuestros actos. Los griegos clásicos fueron unos grandes justificadores. De hecho,
la moral entendida como virtud fue una de las más importantes creaciones de la historia del hombre, cuyo fin último era el de justificar las acciones humanas a través de valores de justicia y bondad. Quiero decir, con esto, que podríamos hablar de muchas morales: la moral del aristos vs la del esclavo, la moral judeocristiana vs la musulmana... Hay tantas morales (relativismo moral) como culturas, grupos humanos o psiques individuales. Yo sostengo, de hecho, que la libertad (gran autoengaño) consiste, tan solo, en poder elegir entre un abanico de engaños (vías de autocuración que den sentido a nuestras vidas).
Sigues:
De aquí que, ante mis ojos, el engaño es decir que todo es engañoso: es el camino más fácil para no asumirse, para no vivir propiamente: ¿Y qué es vivir? Crear tu vida, asumir la posibilidad, sobre todo en una sociedad y en un tiempo, el nuestro, cuyo sentido espiritual está barrido del horizonte (la problemática del relativismo moral que decías). Yo no veo tristeza en ello, porque no quiero ser conducido por nadie. Veo mundo abierto, destino que construir.
El engaño que es reconocido conscientemente, como bien señaló Nolano en otro post, se convierte en autoengaño.
Sí, el ser humano tiene que hacerse a sí mismo y dotarse de esencia a través del ex-sistere: "La existencia precede a la esencia" (Sartre).
Vamos a ver... Yo no digo que haya tristeza en el autoengaño. Al contrario, intento explicar que el autoengaño (la creación o búsqueda mística, religiosa o filosófica) es necesario, precisamente, para superar la tristeza, la angustia o el sentimiento trágico de vivir.
Como ya le señalé a otro compañero, no hay que ver connotaciones negativas y/o pesimistas en la necesidad de recurrir a autoengaños (ilusiones o creaciones de esperanza). De hecho, todos recurrimos a ellos, salvo quienes se rinden, dejan de crear y/o de buscar vías salvadoras y se abandonan, en los brazos de Tanathos, a la autoinmolación vital.
Dicho de manera jocoso-cartesiana: "Me autoengaño, ergo existo"
Un saludo.
PD: concluyes con una sentencia interesante:
el engaño es decir que todo es engañoso
Yo diría:
nos autoengañamos para no reconocer como engaños las ilusiones y creencias que nos salvan de la angustia vital.